Abelardo Martín M.
Diciembre 04, 2018
La asunción de Andrés Manuel López Obrador como presidente de México es la culminación no sólo de la persistencia de un político que empezó su carrera política hace más de 40 años, sino el reflejo de una lucha social por la construcción de un modelo de país totalmente diferente al que se construyó en los últimos 36 años.
Por fin, luego del larguísimo compás de espera de cinco meses desde la elección, tomó posesión el presidente Andrés Manuel López Obrador, y con su llegada se inició la Cuarta Transformación, un cambio profundo en la vida y el régimen político del país, un proceso en el que se plantea combatir la corrupción, abatir la desigualdad y pacificar el país, hoy en día lastimado por el abismo entre una minoría privilegiada, hasta rapaz, y una mayoría rezagada, marginada, en pobreza y atemorizada por una criminalidad a la que resultó inútil combatir sólo con el recurso de militares y policías.
En todo el territorio nacional, millones lo vieron y lo escucharon, esperanzados en tener por primera vez en su vida un gobierno que de veras trabaje por ellos y sea sensible a sus necesidades y aspiraciones.
A ellos correspondió cuando su mensaje más sustantivo lo dirigió desde un templete a la multitud reunida en el Zócalo de la Ciudad de México; ahí esbozó las cien acciones más relevantes al comienzo de su gobierno, la mayor parte pensadas en beneficio de los sectores más empobrecidos y las regiones que sufren mayor marginación.
En tres momentos de ese discurso mencionó específicamente a Guerrero, cuando anunció que de inmediato se iniciará la construcción de caminos de concreto en municipios olvidados, con trabajadores de las mismas comunidades y con salarios justos; al dar a conocer su programa de fertilizantes, que el año próximo se aplicará de manera gratuita en apoyo a todos los campesinos de Guerrero y luego se irá ampliando en el resto del país, y al informar del programa de mejoramiento urbano en las colonias marginadas de cinco centros turísticos, entre ellos Acapulco.
También en su enumeración se refirió a que se investigará a fondo la desaparición de los jóvenes de Ayotzinapa para conocer la verdad y castigar a los responsables, promesa que al día siguiente comenzó a cumplirse, al firmar su primer decreto presidencial, para la verdad en el caso.
Dijo el presidente ante las madres y padres de los jóvenes desaparecidos, que con la firma del decreto empieza su búsqueda para llegar a la verdad y para que haya justicia.
Pero, aunque en la emotividad y la confianza de la gente el cambio se note de inmediato, en la realidad, en los hechos, en los datos, habrá que tener paciencia para notar resultados, como pidió incluso el ahora primer mandatario.
Por lo pronto su ejemplo, y la decisión de marcar la diferencia, sí tiene consecuencias, así sean simbólicas e iniciales. El domingo mismo, un día después de la toma de protesta del presidente, en la mayor parte de las entidades federativas se instaló la nueva Coordinación Estatal de Reconciliación y Construcción de la Paz.
Al establecer el capítulo Guerrero en sustitución del viejo Grupo de Coordinación, el gobernador Héctor Astudillo junto al delegado estatal del gobierno federal y representante presidencial, Pablo Amílcar Sandoval Ballesteros, explicó que, en la nueva estrategia, con la participación de la sociedad civil, no sólo se busca disminuir la criminalidad, sino lograr la paz y la justicia.
Ahí también se anunció que se integrarán siete coordinaciones regionales en el territorio guerrerense, con la participación de elementos de la Policía Federal, la Marina Armada, la Defensa Nacional, la Procuraduría General de la República y la Secretaría de Seguridad Pública estatal, y que la naciente Guardia Nacional desplegará cerca de dos mil elementos en esas regiones.
Veremos qué pasa en Guerrero y en todo el país. Es muy grande la esperanza depositada por la gente en el gobierno lopezobradorista. Aquí iremos constatando el tamaño y la profundidad de los cambios, y la instrumentación de las acciones detalladas para hacer realidad el proyecto que pone primero a los pobres en los planes de desarrollo nacional.
Las expectativas generadas son muy altas frente a un país cansado de engaños, de abusos, con una clase gobernante al servicio de una minoría insensible a la marginación, a la pobreza y al clamor popular por justicia y oportunidades. Las graves diferencias entre pobres y ricos en todo el territorio nacional enconó los ánimos y envalentonó a millones de personas que se convirtieron en observadores y no protagonistas del progreso, del aprovechamiento de oportunidades de educación, de empleo, de mejoramiento individual y colectivo. Esta fue la razón fundamental por la que la mayoría optó por un candidato al que se le sometió a una de las campañas de desprestigio más mentirosas.
Hoy se vive el reacomodo de las fuerzas políticas, pero también de los líderes de todos los sectores que se asumen ajenos, excluidos de un proyecto de país que tiene como objetivo: primero los pobres.
Esta nueva realidad, sin duda, repercutirá en el ambiente político, económico y social de todas las entidades del país, especialmente de aquellas en donde la marginación, la pobreza, la tensión social y la violencia son mayores. Guerrero, sin duda, es uno de ellos. Así como está clasificado como una de las entidades de mayor marginación y violencia en el país, en esa misma medida se abren las oportunidades de emancipación, de aprovechamiento del cambio de un modelo de gobernanza y desarrollo como el que ofrece el nuevo gobierno de López Obrador.
Ya desde ahora los programas de pacificación, de apoyo a las clases más abandonadas, alienta la esperanza de que la luz brilla en el horizonte guerrerense, no obstante que el gobierno local, de extracción priista, no esté de acuerdo o incluso ponga piedras a la nueva administración federal. El gobernador Héctor Astudillo ya ha entendido los nuevos tiempos y, hasta ahora, se ve que quiere aprovechar las oportunidades que no tuvo en los gobiernos priistas y panistas, en donde Guerrero se convirtió en el laboratorio de la violencia y del fracaso de un sinnúmero de programas o guerras contra la violencia, el crimen organizado y la delincuencia, pero cuyo resultado fue exactamente el contrario de lo que, supuestamente, se pretendía. Hoy Guerrero figura en los primeros lugares de las entidades que recibirán el auxilio y el apoyo de los programas federales, lo que ojalá dé resultados en los meses por venir. Una luz de esperanza brilla intensamente en el horizonte de Guerrero, pero en general en el futuro de la nación. Ojalá los resultados no tarden en producirse.