EL-SUR

Lunes 20 de Enero de 2025

Guerrero, México

Opinión

O’Brien, 60 años de fulgor femenino

Federico Vite

Marzo 22, 2022

 

Una entrevista que la escritora irlandesa Edna O’Brien concedió a la narradora persa Shusha Guppy fue publicada, en el verano de 1984, en la revista Paris review; en la conversación abordaron un tópico relacionado con la soledad y la carga emotiva que experimenta quien oficia la escritura: “Un actor está con la audiencia, un escritor no está con sus lectores, y cuando aparece la obra, él o ella está nuevamente encarcelado en el próximo libro, o en la esterilidad. Entonces, tanto para los escritores como para las mujeres, escribir es un ejercicio eminentemente masoquista”. Bajo esa premisa, Guppy pregunta, con cierta inocencia, ¿no se aplica la teoría del masoquismo a todos los artistas, cualquiera que sea la forma de arte? O’Brien responde: “Hasta cierto punto. Estaba leyendo las cartas de Van Gogh. ¡Dios mío! ¡Me sorprende que se cortara solo una oreja, que no estuviera del todo destrozado! Pero una mujer escritora tiene una doble dosis de masoquismo: el masoquismo como mujer y como artista. No hay forma de esquivarlo o escapar de él. Los hombres son mejores para escapar de sus psiques y sus conciencias. Pero hay una cierta fuerza obstinada en darse cuenta de que puedes hacer esos viajes delirantes y salir adelante”.
Justamente sobre los viajes delirantes en los que alguien intenta salir de su psique y su consciencia, O’Brien escribe un libro que condensa esta experiencia: Paradise (EU, Farber & Farber, 2019, 87 páginas). Originalmente, este cuento forma parte del libro The love object (2013), pero seis años después la misma editorial lanza este cuento como una nouvelle.
En Paradise el lector focaliza a una mujer en el rol protagónico. No conocemos el nombre de ella, pero lo que importa es que tiene una buena posición social, con muchas comodidades y dinero. Algo no encaja en ella, no se siente bien consigo misma. Sufre ataques de pánico aparentemente irracionales, ataques que no le permiten disfrutar lo que posee. Huye de la gente, se esconde. Vive en tonos grises. El motor de la lectura es una interrogante, ¿por qué si esa mujer tiene todo se deprime así? Algo en ella está en constante tensión. Vive en un sitio cerca del mar Mediterráneo, una villa blanca, lujosa y tranquila. Constantemente se pregunta qué hace ahí, en un sitio tan hermoso y con tantas comodidades. “Estaba cansada. Cansada de la vida que había escogido y decepcionada del hombre al que había puesto en un pedestal. El cansancio le venía de dentro, y, como una respiración profunda que brota despacio, le rasgó las entrañas. Está harta de su predilección por la tiranía”.
Tiene un amante rico y lucha por convencerlo de que lleva una vida decorosa; sus amigos, que nunca saben muy bien qué hacer con ella, buscan la forma de invitarla a varios lugares, pero ella rehúye delicadamente.
El relato posee una línea de tiempo sencilla, pero hay detalles informativos que agrandan esa perplejidad femenina, pues revelan, por ejemplo, que la protagonista tiene otra vida y al salir de este sitio paradisiaco la recobrará. Una vida que la espera, aunque ella no quiere. Gracias a esos fragmentos informativos se dibuja la historia que subyace.
No sabe nadar y ese hecho le parece extraordinario a todos. ¿Por qué va a un sitio de playa si no sabe nadar? Los amigos y el amante se proponen ayudarle a vencer ese obstáculo. “Todos los días, mientras los demás están en el mar, el amante le enseña a nadar. Eventualmente se espera que actúe. La presión aumenta; es solo cuestión de tiempo antes de que se rompa”. Las lecciones son un desafío y la autora describe en breves líneas esas batallas. Llama la atención que algo en ella, la protagonista, se manifiesta como un trauma cuando está en el agua. Sabe que si aprende se ganará completamente al amante, pero no lo logra. También critica la frivolidad de su entorno y eso la sumerge en una depresión contra la que no puede luchar. “La casa, las piedras calientes del camino, el fulgor del agua asomaría de vez en cuando a su memoria, sin duda; pero de él se olvidaría y lo relegaría al ático de su mente, al lugar donde acechan los fracasos”.
Esa mujer entiende a la perfección la inseguridad de un mundo aparentemente cómodo. “¿Cuánto tiempo duraría ella? Sería lo más importante en todas sus mentes”. Todo aquel que comprende el temor de vivir, el temor al fracaso, no puede estar tranquilo nunca, en especial, si huye constantemente de sí misma: “Tendría que ser sincera, declarar que no me gusta el mar, que soy más de tierra firme, que me gustan la lluvia y las rosas en un campo, la llovizna que salpica las rosas y la vegetación”.
En el mercado anglosajón, Paradise se vende como un cuento; en castellano será recibido como nouvelle. Eso es lo menos importante, lo que de verdad atrapa de la historia es que aparentemente el lector aborda una trama con pocos sobresaltos, pero a cambio de esa “superficialidad” hay una gran introspección. Gracias al narrador omnisciente, Paradise se sumerge en el desarraigo que el personaje experimenta no sólo como mujer sino como artista, esa es la otra historia velada del relato, pues la autora refiere que a la protagonista le gustan mucho las novelas, pero en especial, analiza las tramas y habla con otra persona sobre cómo se organizan los personajes en la historia. Pareciera que Paradise es un rompecabezas que cobra forma, y se convierte en panorama, cuando se proyecta la historia en la mente del lector una vez acabada la lectura.
Si conoce el cuento Big two-hearted river, de Ernest Hemingway, seguramente este libro de O’Brien le ofrecerá una óptica muy atractiva de la teoría del iceberg que tanto se menciona en los talleres de cuento. Detalla pues la superficie de una vida que aspira desesperadamente a la profundidad.
Edna O’Brien nació en el oeste de Irlanda, en un pequeño pueblo que ella describe como “cerrado, ferviente e intolerante”. La literatura era tabú, y aquellos libros que penetraban en la parroquia eran prestados por el paje. El padre de O’Brien era un granjero que “continuó en esa gloriosa línea de libertinos irlandeses”. Su madre, que había trabajado como empleada doméstica en Brooklyn, siempre anhelaba regresar a Estados Unidos. “Escribir”, dice O’Brian a Guppy, “es el producto de una psique profundamente perturbada, de ninguna manera es una actividad terapéutica”.
La primera novela de O’Brien, The country girls, se publicó en 1960. Es la historia de dos niñas que crecen en el campo irlandés; asisten a una escuela monástica (de la que son expulsadas) y viajan a Dublín; después, a Londres en busca de amor y de aventura. O’Brien trabaja una estética que podríamos definir como realista, pero enfatiza –o problematiza, dijeran los expertos–, asuntos de género.
The lonely girl (1962), Girls in their married bliss (1964), August is a wicked month (1965) y Night (1972) –desgraciadamente varias novelas de O’Brien no están traducidas al español, pero puede encontrar aún en librerías Agosto es un mes diabólico y La noche– exploran la relación entre los sexos, a menudo desde el punto de vista de las mujeres que se pierden en el asunto amoroso y luego deben luchar ferozmente por recuperar su independencia. Le invito a que lea a esta autora que desde hace tiempo nos muestra que la creatividad femenina no se reduce a ser madre o no, a ser una profesionista exitosa o no, la feminidad es una Fosa de las Marianas.

* La traducción de los fragmentos de la novela usados en el artículo es mía.