EL-SUR

Lunes 15 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Occidente frente a Putin

Gaspard Estrada

Febrero 23, 2022

 

El pasado lunes el presidente de la Federación rusa, Vladimir Putin, dio un mensaje televisivo en cadena nacional, para anunciar que las tropas de su país “se dedicarían a llevar a cabo una misión de paz” en dos territorios separatistas del este de Ucrania, cuya independencia fue reconocida por Moscú justo antes de ese anuncio frente a las cámaras de televisión. Lo que podría ser algo meramente simbólico, es, en verdad, un acto político-diplomático de la mayor relevancia. En Europa, se está escribiendo una nueva página de la Historia. Y nada augura que será algo positivo para la paz mundial.
Desde la caída del muro de Berlín, en 1989, y la disolución de la Unión Soviética, en 1991, el orden internacional, en particular en Europa, parecía haberse normalizado. Es decir, Europa vivía en paz, con una división territorial y política establecida. Algunos de los antiguos países satélites de la URSS, como Ucrania o Bielorussia, disponían de numerosas ojivas nucleares (de hecho, Ucrania era la tercera potencia nuclear a nivel mundial justo después de la caída del muro de Berlín), lo que los transformaba en potencias en el escenario internacional, e impedía –en teoría– que cualquier país, incluyendo Rusia, esté en capacidad de invadirlos. No obstante, tras una serie de intervenciones del entonces presidente de Rusia, Boris Yeltsin, frente a sus pares norteamericanos y europeos, en particular Bill Clinton, François Mitterrand (ex presidente de Francia) y Helmut Kohl (ex canciller de Alemania), Ucrania (así como Bielorussia) aceptó transferir sus armas a Rusia, a cambio de que Moscú se comprometiera por escrito a no invadir este país y a garantizar su seguridad, lo que fue llamado el “memorándum de Budapest”, firmado en 1994. Fue así como durante casi tres décadas, Europa fue desarrollándose, teniendo por un lado el pilar político y económico, la Unión Europea, y por el otro el pilar militar, a través de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), que le garantizaba la protección estadunidense frente a una eventual invasión Rusa. Los años fueron pasando, y tanto la UE como la OTAN fueron expandiéndose hacia los antiguos países del bloque soviético, en particular en Europa central y oriental y en los países bálticos. Ahí es donde aparece el asunto Ucraniano.
Durante años, este país fue gobernado por líderes que tenían una simpatía, abierta o disimulada, hacia Rusia. Sin embargo, a partir de los años 2000, una nueva generación de dirigentes, empujados por las llamadas “revoluciones de colores”, comenzó a voltear hacia la Unión Europea, y más generalmente hacia Occidente (los Estados Unidos en particular). Para ellos, se trataba de obtener mayores recursos para financiar su desarrollo, y así marcar su diferencia con la ex Unión Soviética. Sin embargo, ni la OTAN ni la UE decidieron abrir un proceso de adhesión formal de este país a estas instituciones, teniendo en cuenta el histórico de las relaciones con Rusia.
Es en este contexto que Vladimir Putin comenzó a tomar una serie de iniciativas político-militares para recuperar, progresivamente, el espacio de influencia soviético, yendo en contra de los principios del derecho internacional y de la integridad territorial de los Estados (esto, sin mencionar su estrategia de minar la presencia occidental en Siria, a partir de 2011, y en Libia, a partir del 2017). El primer caso fue Georgia, en 2008. Más adelante, en 2014, fue en Ucrania, cuando fomentó una secesión en la región del Donbass, al tiempo que anexó la península de Crimea, después de un referéndum de dudosa credibilidad. Después, en 2020, jugó un papel importante en la guerra entre Armenia y Azerbaijdan. Y desde el año pasado, no ha parado de enviar tropas a la frontera con Ucrania, antes de reconocer la independencia de dos territorios ocupados desde 2014 y, probablemente, lanzar una ofensiva generalizada contra este país en los próximos días.
Todavía no sabemos cuáles serán los próximos pasos de Moscú, Washington y de las principales capitales europeas, pero sin duda se trata de un momento clave y sumamente peligroso en la historia de las relaciones internacionales.

* Director Ejecutivo del Observatorio Político de América Latina y el Caribe (OPALC), con sede en París.

Twitter: @Gaspard_Estrada