Humberto Musacchio
Marzo 24, 2025
Origen y uso del paliacate
El periodista Magno Garcimarrero señala que los jarochos han vivido “orgullosamente engañados” creyendo que el paliacate es una prenda de origen veracruzano, aunque lo cierto es que nació en 1502, en el enclave colonial portugués de Palicat y hoy Pulicat, un lugar del estado de Tamil Nadu, antes Madrás, en el sur de la India. En 1609 los holandeses se apoderaron del sitio y, humanitarios como todos los colonialistas, se dedicaron al comercio de esclavos, de los que, solamente en sus primeros cuarenta años de dominio, vendieron más de 30 mil en Batavia (Yakarta), hasta que en 1825 los británicos se adueñaron del lugar y bautizaron a “tan útil trapito”, dice Garciamarrero, como handkerchief from Paliacate, en tanto que los franceses lo llaman mouchoir de Paliacate (pañuelo de Palicat en ambos casos). El hecho es que el éxito de los modestos moqueros, como se llama a tales prendas en algunos países latinoamericanos, originó el auge de los textiles de Madrás, de los que existían mil empresas productoras en el siglo XVII. Como lo delatan los dibujos que los decoran, son prendas de origen indio, pero no de los indios de nuestro continente, sino de la India, aunque desde hace muchos años también se producen en México y forman parte de la vestimenta típica de Veracruz y se emplean en algunos bailes regionales de varias entidades de la República.
Errores de la Madre Academia
El Diccionario de la Lengua Española, de la Academia Española de la Lengua, el Buche y el Nenepil, define paliacate como “prenda que se pone al cuello” y dice que es palabra del náhuatl pal, que significa color, y yacatl, nariz, pero ni siquiera por su etimología se ocurrió a los doctos académicos que esa “prenda que se pone al cuello” también es pañuelo y sirve para sonarse la nariz, limpiarse el sudor, acompañar el baile y otras cosas. El muy respetable Francisco J. Santamaría, en su Diccionario de Mejicanismos, tacha el término de aztequismo y lo pone como “hibridismo formado tal vez de la preposición castellana para y el azteca nariz”. El mismo tabasqueño aporta varios casos de uso por diversos escritores y nos recuerda que el “útil trapito” también sirve como monedero y hasta billetera. Ante la confusión, Magno Garcimarrero pone las cosas en su lugar con un humor que se agradece.
Tela de sevoya, audiolibro
En medio de la crisis de lectura de la cual se quejan muchos escritores, Tela de sevoya, la novela de Myriam Moscona, ya está en su tercera edición. También, con voz de la autora, ya se puede conseguir como audiolibro, lo que propicia un acercamiento al ladino, el español que se hablaba en la Iberia del siglo XV, y que los judíos sefardíes, desde fines de esa centuria, cuando fueron expulsados de España, y hasta la fecha, han llevado con ellos como un invaluable patrimonio intelectual que han guardado amorosamente durante más de medio milenio. La novela, por supuesto escrita en castellano, tiene expresiones, párrafos y páginas enteras propias del ladino o judezmo, el que debido a su arcaísmo por momentos se parece mucho a ciertos giros que empleaban nuestras abuelas y bisabuelas. Desde hace varios años, la obra fue también publicada en Argentina y España y ahora tiene ediciones en Francia, Italia y Estados Unidos. Nada mal para quien está incluida en una veintena de antologías poéticas nacionales y extranjeras y recibió en 1988 el Premio de Poesía Aguascalientes, en 1996 el Premio Nacional de Traducción de Poesía y en 2013 el Premio Xavier Villaurrutia.
Fama, gloria y ediciones
Escribió el inagotable Andrés Henestrosa, que “medir la calidad de un libro por el número de sus ediciones” es una “tremenda aberración”, pues existen muchos recursos para lograrlo, como la propaganda, “arbitrio antiquísimo, pero siempre eficaz. Luego, lo exiguo de las ediciones que el editor, también en virtud de ese arbitrio, presenta exageradas. De algunos libros se hacen dos o tres ediciones simultáneas, de tal manera que antes de ser agotada la primera, entran en circulación las siguientes. El lector avezado se apresura a conseguir el libro… Son lo que podría llamarse compras de pánico…” Pues sí, pero también, por razones fiscales, existe el caso inverso, en el que se reimprime la edición inicial pero el libro sigue apareciendo con el mismo pie de imprenta. En eso era un experto don Juan Grijalbo. Pero volviendo a Henestrosa, cabe recordar que este oaxaqueño decía que fama y gloria no son lo mismo, aunque se parezcan. Y un buen ejemplo es Juan Rulfo, que en 1953 publicó El llano en llamas y en 1955 Pedro Páramo, y que no tuvo reediciones hasta los años sesenta. Pues sí, como decía don Andrés: “no siempre ser autor de moda asegura permanencia y popularidad no es sinónima de universalidad.”
Las novias de Monsiváis
Salió a la conversación que Carlos Monsiváis había tenido dos novias y algunos contertulios dijeron que eso no era posible. Pero sí lo fue. En 1968, cuando estuvo en Londres, la galana fue Laura Oceguera y antes, en la UNAM, la relación fue con Tania Celaya, hermana del Comandante Celaya, de la guerrilla de Sierra Maestra encabezada por Fidel Castro.