Federico Vite
Abril 22, 2025
Giuseppe Pontiggia fue un académico y narrador que tuvo cierta influencia en el Continente Literario de Italia en la década de los setenta del siglo pasado. El libro que le dio fama y prestigio es L’arte della fuga (1968), cuya tesis es obvia, pero técnicamente compleja: evadir la narración de manera tradicional. Aborda un tema, los personajes aparecen y desaparecen, una voz narrativa en constante fuga sugiere la existencia de una trama que no logra aprehenderse a totalidad ni de manera clara. Narra, pero no de la misma manera que siempre se ha hecho. Es parecido a lo que David Markson hizo con Wittgenstein’s Mistress (1988), aunque Pontiggia se animó a hacerlo veinte años antes que Markson y, sabrá usted, el famoso es Markson, no Pontiggia.
Otro hallazgo en la obra de Pontiggia es Il giocatore invisibile (1978), no sólo por el aporte técnico, sino por el sentido del humor que yo encuentro muy similar a Pnin (1957), de Vladimir Nabokov, novela publicada dos años después de Lolita. La historia aborda la vida del profesor Timofey Pnin, quien enseña ruso en la universidad Weindel College, una ciudad pequeña que se caracteriza por su lago artificial. El proyecto es una farsa de la vida académica, está llena de pesares para un profesor ruso que llega a América y debe cambiar de idioma para hablar de la literatura de su país natal. El señor Pnin trata de encontrar el American way of live, pero no encuentra asidero ni encanto en la tierra de la libertad. Se siente abatido por la grandeza exterior, pero él vive en una pensión, tiene un cuarto, una silla, una mesa, un foco. La amargura se cuela hasta el alma, pero hay cuestiones técnicas que nos permiten dudar de la voz narrativa y de la hostilidad de ese alguien que odia a Pnin y por eso lo describe con visos de desgracia. Este aspecto, consumado gracias a un movimiento técnico en el punto de vista, es un tesoro que capitaliza muy bien Pontiggia en la nouvelle Il giocatore invisibile. Claro, no porque uno imite al otro. El asunto es que no había otra forma de finiquitar la historia.
El jugador invisible es una empresa pequeña en cuanto al número de hojas se refiere; de hecho, la historia es sencilla. Un importante profesor de filología clásica, en la cima de su carrera, lee inesperadamente una carta anónima en una revista especializada, La Parole agli Antichi. En la misiva “alguien” lo ataca tanto a nivel laboral como personal. La carta, redactada con precisión lingüística y sabiduría, logra trastocar la vida del profesor a tal grado que se obsesiona con el autor de ese texto culto e hiriente. Al leer de nuevo la carta entiende que su reino, elaborado con mucho tesón, se resquebraja. La pregunta inmediata y el motor del relato son las preguntas esenciales: ¿quién la escribió? ¿Por qué? Esas interrogantes derivan en pesquisas y en mucho temor, porque ponen en evidencia que cualquiera, en un campus, puede ser denostado por las vías institucionales de una publicación especializada. ¡Esa carta! El profesor no logra quitarse de encima la ofensa. ¿Por qué un compañero mordaz, y de una agudeza siniestra, dañó su reputación y su vida personal? ¿Por qué usó la palabra “hipócrita” para definirlo?
El profesor en cuestión sospecha que algunos amigos e incluso algunos conocidos desean hacerle daño por cuestiones del pasado; por ejemplo, a quienes intentó, en su juventud, bajarle la novia o a quienes insultó en una borrachera o a quienes él les cae muy, pero muy mal. Se trata de una obsesión deliciosa.
En la novela de Nabokov, el señor Pnin es visto como un don nadie; en el libro de Pontiggia, un escriba malicioso denuesta a un profesor. Tanto en la novela del ruso como en la del italiano hay un manejo espectacular del punto de vista en el que los autores, con suma delicadeza, finalizaron la historia. Así se resuelven los enigmas; en el caso de Il giocatore invisibile uno de los últimos párrafos agranda la proeza estilística del autor. En el señor Pnin, Nabokov pone en duda todo lo narrado y siembra en el lector la inquietud de que todo lo contado haya sido “real” u “objetivo”. Es el mismo truco, pero con efectos distintos.
En el caso de Il giocatore invisibile, el profesor es un gran jugador de ajedrez y la última línea de la noveleta, que no revela nada, refuerza el enigma y uno entiende el subtexto y aprehende el hilo narrativo faltante. Cito: “Vuelve acercarse a los libros de abajo, los toca con el índice, hasta que encuentra uno titulado El sacrificio en el juego de ajedrez. Lo extrae, busca rápidamente el capítulo: ‘La función del sacrificio… el pseudosacrifio… el sacrificio ventajoso… el sacrificio preventivo.. el sacrificio simplificador’.”.
O como bien dice Nabokov en Pnin: “Hay un viejo dicho americano: ‘El que vive en una casa de cristal no podría tratar de asesinar a dos pájaros con una piedra’”.
No hablo de retruécanos sino de un modus operandi, de una estrategia narrativa que no es usual y que antes, hablo de cincuenta años atrás, buscaba rasgar los moldes de lo tradicional. Tanto el italiano como el ruso finalizan los textos con un gesto que bien podría considerarse una vuelta de tuerca.
En Il giocatore invisibile, el profesor queda tocado por la misiva y el autor de la lettera era muy inteligente, muy culto y manejaba el lenguaje como un bólido en autopista. La envidia y el encono, la sorpresa de ser común, todo eso viene a la mente del profesor y la contraofensiva se consuma de manera intertextual.
Mientras llega la resolución de El jugador invisible, el lector disfruta el malicioso humor narrativo y pone contra la pared al profesor, un hombre nunca descrito, nunca perfilado emocionalmente. Se conoce de él sólo el ego herido y con eso basta para montar una nouvelle en la que los editores de la revista La Parole agli Antichi, los bibliotecarios, los alumnos, los catedráticos e incluso los empleados y clientes de los negocios cercanos a la universidad ven con azoro la endeble existencia de alguien que en teoría lo tenía todo: respeto de sus coetáneos, reconocimiento laboral, buen salario, el cariño de una esposa y el aprecio de los pupilos. Pero nada de eso era tan importante como la palabra hipócrita. Vaya lección de Pontiggia. De paso nos recuerda que la obra de Nabokov se hace más joven en cada relectura.
* Para la escritura de este artículo utilicé Il giocatore invisibile (Italia, Mondadori, 2007, 190 páginas ) y la traducción de los fragmentos entre comillas es mía.
@FederìVite