Silvestre Pacheco León
Febrero 14, 2022
No hay ninguna razón para creer que el problema de la basura se resolverá algún día, pero la única certeza que tenemos es que crecerá en la medida que lo haga nuestra economía y la redistribución del ingreso, pues la tendencia mundial de acuerdo con el reporte de la Semarnat, señala que entre mayor es el ingreso familiar más residuos se generan.
Claro que en México el problema de la basura se magnifica porque existe un atraso grave en su gestión de parte de las autoridades municipales las cuales tienen que comenzar de cero cada tres años, de modo que viven un eterno aprendizaje.
Como no hay ninguna instancia oficial con autoridad para uniformar políticas generales de gestión ambiental, cada ayuntamiento hace lo que puede y lo que sabe con los residuos que genera la sociedad a la que sirve, por eso cada vez se alarga más la distancia de la solución definitiva y, al contrario, el problema se agrava porque los tiraderos municipales a menudo se convierten en foco de contaminación que afectan las corrientes superficiales y subterráneas del agua para consumo humano, amén de los daños que provocan en la fauna local cuando no están delimitados para impedir el ingreso de los animales domésticos.
Los tiraderos municipales son también contaminantes permanentes del ambiente porque continuamente permanecen incendiados ya que la incineración es una práctica necesaria para hacerle lugar a los viajes que no cesan mientras el humo contaminante que se genera forma parte del aire que respiran los habitantes que viven en la vecindad con ellos, porque da pena pero en el universo de los más de 80 municipios del estado se podrían contar con los dedos de una mano los que dan tratamiento ecológico a la basura mediante un relleno sanitario.
Lo común es que los ayuntamientos limiten su gestión a conseguir el presupuesto para el gasto del parque vehicular y los salarios de los trabajadores, pero ninguno toma la iniciativa para los rellenos sanitarios regionales, porque todos piensan en el corto plazo como suele ser la memoria de la sociedad.
El problema de la basura es de suma gravedad y uno de los mayores obstáculos para que se cumpla el derecho constitucional a la salud, y comienza con lo que la mayoría entiende por el término basura que define lo que es inservible, pero en el nuevo lenguaje ambiental, desde hace muchos años se dice que los desechos domésticos e industriales se convierten en basura, inservibles, solo cuando se mezclan, porque generalmente eso es lo que dificulta su aprovechamiento. Los malos olores que provoca y la fauna nociva que atrae son los principales inconvenientes.
Pero viéndolo bien, se llama desperdicio porque se refiere a la pérdida de algo que tenía valor, por eso es que existe toda una industria recicladora que emplea la mano de obra del ejército de desempleados que conocemos como pepenadores, quienes viven literalmente de los basureros.
Si sumáramos el número de trabajadores municipales empleados para el manejo de los residuos en el estado caeríamos en la cuenta de que es una fortuna lo que paga la sociedad sin obtener los resultados requeridos, y esos residuos que desperdiciamos solo aumenta las ganancias de quienes saben lo que valen.
Por eso no es exagerado decir que los gobiernos municipales son los principales responsables de la contaminación y del desfalco de las finanzas porque además de incumplir su obligación de recolección, acopio y confinamiento ecológico de los residuos de manera eficaz, se dedican a justificar el creciente gasto tratando de convencernos que es más limpio quien barre más veces o el que echa más viajes de la ciudad al tiradero.
Así como en Acapulco la falta de unidades de recolección y transporte provoca tiraderos de basura en plena calle como espectáculo deprimente para el turismo, en Zihuatanejo la saturación del relleno sanitario por falta de previsión nos regresó a la situación que padecimos a finales del siglo pasado cuando los incendios en el tiradero municipal eran constantes y el humo gris, irrespirable y fétido invadía la zona hotelera de Ixtapa para enojo y desconcierto de los turistas.
El tema de la basura debería debatirse con amplitud, sobre todo en las ciudades turísticas donde se compite con la imagen, por eso convendría difundir los programas que son exitosos en ese tema pues de eso depende que la población local viva y trasmita la alegría que genera la cultura ecológica.
Si el programa de Playas Limpias que está en vías de implementarse tiene sentido, habrá que tomar en cuenta que las playas y el mar son los receptores de todos los residuos que el servicio de limpia municipal no recoge ni confina ecológicamente, razón de más para comenzar por la raíz del problema.
En vez de las medidas punitivas que se anuncian contra quien tire basura en la calle las autoridades deberían pensar en la ventaja educativa y cultural de incentivar y premiar a las personas que por propia iniciativa ayudan al medio ambiente para tratar de generalizarlo.
El sistema educativo nacional ha realizado un excelente trabajo en la niñez y juventud para que conozcan y demanden su derecho a disfrutar de un medio ambiente sano, pero en los hechos esa educación avanzada choca con la conducta parvularia de los gobiernos municipales. El ejemplo de este señalamiento es su aprendizaje de la separación doméstica de los desechos orgánicos para hacer composta que el servicio de recolección se encarga de anular al mezclarlos en el carro recolector ante el desconcierto de quienes los separan.
Vuelvo a reiterar que serían miles de toneladas anuales de residuos que estarían dejando de presionar a los basureros si se pudiera destinar un día a la semana los camiones recolectores para recoger solamente los residuos orgánicos separados en los hogares para hacerlos composta.
Pero ante la imposibilidad de encontrar algún gobierno municipal quiera pasar a la historia como ambientalista al implementar dicho servicio en bien de su comunidad, ahora, por su cuenta, cada familia podría iniciar en su casa la aventura de utilizar los residuos orgánicos que cada día desecha dejando de entregarlos al camión recolector para convertirlos en abono orgánico, procesándolos de manera familiar ahora que la pandemia mantiene obligadamente a niños y adolescentes todo el tiempo en sus hogares. El trabajo de separar los residuos y picarlos lo más finamente posible para producir abono orgánico es una actividad entretenida y educativa que hasta podría servir para dar pausa unos minutos de cada día a la adicción del celular.