EL-SUR

Jueves 18 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Para que haya buen temporal: crónica de la fiesta de la Santa Cruz en Quechultenango

Silvestre Pacheco León

Mayo 03, 2016

En Quechultenango el 2 de mayo amaneció con el cielo nublado, y en la madrugada el tronar de cuetes se generalizó porque entre lo que abunda están las cruces.
Es la fiesta de la Santa Cruz, que en este pueblo se mezcla con el rito indígena del pedimento de lluvia.
Quienes preservan la tradición precolombina ya han cumplido con el huentli o la cuelga que como presente anual llevan al Amigo en la cumbre del Cimal, cerro emblemático donde habita.
El Amigo es el nombre que recibe en confianza entre la gente del pueblo el dios indígena de la lluvia, para suavizar la denominación de demonio, como lo califica el catolicismo.
En la cañada del río Azul con el mes de mayo comienzan las fiestas que anuncian el temporal de lluvias. En Mochitlán el festejo comenzó el domingo y desde entonces la calle principal luce adornada con ramas verdes de ocote y flores de papel.
En Quechultenango la fiesta inició el día de San Marcos, el 25 de abril, con una misa en el lugar del manantial que abastece el pueblo y que se localiza al pie de uno de los pliegues del cerro suroriental.
Nadie acierta a decir la razón de que esta vez la concurrencia haya disminuido, cuando en los últimos años se había vuelto popular. Unos dicen que la gente sigue asustada por la inundación que vivió el pueblo hace tres años con la creciente del río Huacapa, provocada por los huracanes Ingrid y Manuel que trajeron agua de más.
Si eso es cierto, el miedo aumentó después de la tromba que cayó el domingo pasado afectando decenas de casas y cobrando tres vidas.
Pero la verdadera razón de la baja afluencia observada, quizá se deba a la presencia de la Fuerza Armada de México que hace pocas semanas llegó a la cabecera municipal y sus efectivos recorren cada poblado en busca de armas y drogas. La gente dice en voz baja que hay soldados por todas partes.
“Pero hasta eso, se portan decentes”, dice un vecino, porque primero avisan que pasarán a las casas que ya saben que tienen armas o drogas para que sus dueños, si no quieren entregarlas, las puedan esconder durante la noche.
Pero aún con esas novedades, el 2 de mayo la flauta y el tambor, así como los cuetes, son los que marcan el ritmo del tiempo y la fiesta de la Santa Cruz.
En la casa de doña Guadalupe León, de la colonia Españita, el festejo comenzó desde temprano. Los padrinos con su comitiva llegaron al despuntar el día para cantar las mañanitas; llevan collares de Cempasúchilt, flores, cuetes y mezcal. Su propósito es despertar a la Santa Cruz y adornar el altar con sus propios arreglos, y eso se hace bajo el estruendo de los cuetes que recuerdan a todos que el 2 de mayo es el comienzo de la fiesta.
En reciprocidad la familia que los recibe les invita el almuerzo, un pozole de camagua, que es el maíz sazón mezclado con frijol negro y carne de cerdo servidos en cazuelas de barro con chicharrones, aguacate, chile, orégano, cebolla y limón. El mezcal abunda y la Santa Cruz es el pretexto para los brindis.
–Si hay mucha comida y bebida, y la gente baila y se divierte con la música, seguro que tendremos buen temporal, –dice un invitado que antes hizo la observación de que los campesinos están en extinción.
Después que todos han almorzado en la casa de la mayordoma, inicia el baile con música de viento. Tocan los Santiagueros, una banda de músicos jóvenes que alegran la fiesta.
Al medio día hay un receso en lo que parece un duelo de parabienes entre las dos familias que han organizado la fiesta para que haya un buen temporal.
Cuando se acerca la hora de la comida otra vez el estruendo de cuetes. Es el momento del huentli que consiste en llevarle a los padrinos el mole de gallina con arroz y tortillas, todo eso en compañía de la música y de un grupo de danzantes llamados huesquisclis que enmascarados y vestidos de mujeres van por la calle bailando y chanceando.
Un grupo de mujeres va en la comitiva, también bailando y cargando las cazuelas de mole de gallina, el arroz y las tortillas hasta la casa de los padrinos quienes ya han recibido a todos sus invitados que a su vez los acompañarán de regreso donde se encuentra la Santa Cruz para llevarle la cuelga u ofrenda.
Todos sudan a esa hora caminando y bailando por la calle entre danzantes que acompañan a los padrinos, nitos y chinelos, y más las mujeres cargando en grandes chiquihuites los presentes.
Los colores chillantes que visten los danzantes ponen lo llamativo del día. Van los chinelos de rojo y negro con sus altos tocados, mientras los nitos visten de paisanos pero también usan máscara, y en sus chamarras llevan prendidos moños de colores. Una sarta de pescados multicolores cuelgan terciadas de sus cuellos. Todos bailan en torno al lagarto que truena su hocico amenazante.
Los músicos no cesan de tocar las piezas tradicionales y con el calor a cuestas todos los invitados llegan a la casa de la Santa Cruz para seguir la fiesta.
Ocupan todo el patio de la casa bajo la sombra de los árboles después de que fueron bendecidos por el cura que luego oficia la ceremonia frente al altar que luce adornos poniendo de relieve la importancia de las danzas.
Mientras la misa se desarrolla y el padre que oficia explica el significado de la cruz, un amplio grupo de mujeres trajinan en la cocina preparando los platos de la comida que después se sirven a discreción en las mesas dispuestas por todo el patio, barbacoa de res, frijoles charros y salsa picante; muchas tortillas y abundante mezcal.
Todos toman sin regateos porque saben que así disfrutarán más de la fiesta. Nadie se queda sin comer ni beber. Mientras unos bailan otros comen, y la música no cesa. Tampoco los cuetes que ahora truenan doble porque se han juntado los de doña Lupe y don José.
Después de la comida la gente está más que alegre por efecto de los mezcales para iniciar el baile. Todos bailan y quizá en ése momento se olviden un poco de las malas experiencias de las lluvias torrenciales, y ahora de los soldados que se encuentran por todas partes.
Así termina la fiesta que refrenda el peso de las tradiciones. Mientras unos piden porque sea bueno el temporal, otros no quieren saber nada de la lluvia, pero todos disfrutan de la fiesta que el 3 de mayo es para festejar a los albañiles.