EL-SUR

Sábado 11 de Mayo de 2024

Guerrero, México

Opinión

Paréntesis electoral

Eduardo Pérez Haro

Junio 26, 2018

Para Andrés Manuel López Obrador.

Hagamos un paréntesis en nuestra reflexión seriada. Nuestra próxima entrega la estaremos escribiendo con la determinación electoral del nuevo presidente de la República y miles de nuevos representantes gubernamentales y populares provenientes de los comicios del 1° de julio, ocasión propicia para retomar entonces las observaciones sobre los principales requerimientos socioeconómicos del cambio para la verdadera transformación de México, algo que a pesar de su natural importancia no ha sido factor de atención porque en su lugar se han priorizado las ofertas populares que enganchan adeptos urgidos por la marginación o el tejido de alianzas indiscriminadas con los listos de todo momento que, a pesar de haberse incubado en las más rígidas posturas de la tradición corruptocrática, se suman a la cargada y son bien recibidos ante el inminente arribo de Andrés Manuel López Obrador.
Nada habría de pasar que pudiese dislocar el pronóstico de que AMLO ganará y de que Morena se convertirá en la principal fuerza partidista. De ahí en adelante bajo la égida de Morena se espera que no haya continuidad pues de lo contrario todo quedaría en un intento de costos muy elevados en todos los órdenes de la vida nacional, incluido el sentimiento de amplios sectores de las sociedades de base que han echado de lado muchas consideraciones para apostar por el cambio prometido, incluidos movimientos sociales o gremiales, grupos y personajes de izquierda que han aguantado la respiración para hacer valer el desalojo de la partidocracia tradicional como lo expresa Massimo Modonesi.
El proceso por venir enfrentará el desafío de la expectativa social creada con la promesa del “cambio por la transformación verdadera de México”, los amplios segmentos de la sociedad marginada estarán pendientes de las ayudas económicas y la ampliación y calidad de las coberturas en los servicios de educación, salud, vivienda, transporte y alimentación.
La creación de nuevos empleos y el incremento anual de los salarios. Cerrar las brechas regionales. Crecimiento económico sostenido por encima del promedio de 2.5% del PIB de las últimas tres décadas. Aumentar la productividad y detonar el crecimiento económico de las empresas. Desarrollar y diversificar las exportaciones para profundizar la integración de México a la economía global. Son sólo algunos de los referentes comprometidos. Para nadie suena mal, pues con estos referentes todos estamos de acuerdo.
No obstante, en la pejenomics que elaboran los hombres y mujeres (de la técnica y el discurso) más cercanos al próximo presidente de la República, se esgrime una suerte de explicaciones del qué y el cómo, pero, con todo respeto, son materiales de propaganda para efectos electorales y, por ende, muy lejanos del fundamento requerido para reconocer la coherencia de objetivos y metas que pudiesen delinear con claridad el qué y, mucho menos, el cómo.
Para estos folletos de divulgación, están claros algunos indicadores de los pésimos resultados de los gobiernos panistas y priistas, incluso se quedan cortos, lo cual sirve para apalancar en contraste la oferta del nuevo gobierno encabezado por AMLO, pero no existe el contexto dado por los referentes de competencia u órganos de influjo en el sistema económico mundial, el acecho norteamericano o las insuficiencias acumuladas en la infraestructura, la tecnología, la integración industrial, y en general, en los factores estructurales que hemos referido en nuestras entregas anteriores y que se sintetizan en debilidades profundas de la capacidad productiva nacional, amén de las grietas en la economía, la política, la seguridad pública y las anemias de la condición propia de los ganadores de los comicios. No digo que no lo puedan hacer, sólo que no está hecho.
El triunfo de Andrés Manuel López Obrador presupone una recuperación de los niveles de intervención del Estado, algo que emprendió China con especial acento a partir del 2012, el Brexit que se concretó en el 2017 tras la aprobación del Parlamento británico y Estados Unidos con el ascenso de Donald Trump a la presidencia en el mismo año. Los globalifílicos están que no caben, perplejos y atónitos, pues creían que el neoliberalismo era natural por naturaleza, una suerte de razón indiscutible que después de los desasosiegos del comunismo y el estatismo keynesiano, se hacía realidad con la acción de “la mano invisible” del mercado de Adam Smith para siempre. Y nada… llega la crisis del 2007-2008 y la fórmula hace agua. La estela de desequilibrios no deja retomar el vuelo a las potencias tradicionales, y las contradicciones y extravagancias de la globalización desvelan los estragos de la desigualdad y la segregación en los flujos de emigrantes.
Bienvenido el cambio, pero es preciso construir caminos ciertos que no están abiertos ni siquiera, mucho menos pavimentados. El nacionalismo y el realce de la participación del Estado no tienen una fórmula de actuación escrita en el mundo globalizado, aunque hay referentes en el mundo que habrá que tomar en cuenta. Empero, habrá que quitar piedras y aplanar los suelos, primeramente, pues, de lo contrario no habrá manera de transitar. Las expectativas sociales están por las nubes y los ánimos empresariales andan volando bajo. Hay esperanza y escepticismo. Las tasas de interés están en un incremento incesante, el dólar por los cielos, la guerra comercial se aleja de las meras amenazas y viene cobrando forma de realidad, el TLC configura una propuesta que reaviva y amplía unilateralmente las pretensiones norteamericanas mientras la Organización Mundial del Comercio (OMC) se disminuye como instituto y como realidad, etcétera.
La acción del Estado es muy relevante, en toda la extensión de la palabra. La expectativa social tiene que politizarse y los empresarios tienen que participar para cerrar la pinza. La tarea política del Estado es fundamental, pero no vuela sin idea económica y acción política. La técnica es chica y se achica. La realidad compleja y complicada se agiganta. No a más impuestos. Parece más frase de campaña que nueva política fiscal. Aumentos al salario mínimo. No es nueva política salarial cuando el salario mínimo no opera en el mercado de trabajo. Fomento a la pequeña industria es una frase muy escuchada sexenio tras sexenio, que por sí sola no pega en el centro del sistema industrial como eje del patrón de acumulación, crecimiento y desarrollo. Apoyo a los pequeños productores es una línea suelta si no está en el entramado de la economía agrícola y el uso no agrícola del suelo, etc., etc. Pero bueno, se acabó la campaña.
Desde el equipo de transición habrá que entrar a la renegociación del TLC. El Banco de México parece depender del Banco Internacional de Pagos que dirige Agustín Carstens, pero el señor Carlos Urzúa tendrá que hacer valer a la Secretaría de Hacienda de AMLO. La amnistía habrá de dar prueba de ser llave de la seguridad pública y apaciguamiento del crimen organizado. La paz es imprescindible para transitar. Pero lo más, más, importante, es traducir el voto en base política del régimen o no habrá posibilidad de cambio, porque se trata de contravenir inercias de política económica y amoldar intereses. Cosa dura y nada sencilla. Es tiempo inmediato de la política-política y de la economía política donde el sistema es, y la reproducción de los llamados factores de la producción, capital y trabajo, viene articulada en tanto la política se hace desde la aritmética de la correlación de fuerzas y no desde el conteo de votos. El mundo siempre ha sido redondo pero la globalización es de hoy, y nada se resuelve al margen.
Que no se olvide el compromiso de acceso irrestricto de todos los aspirantes a la universidad, el fortalecimiento de las normales rurales, el esclarecimiento de Ayotzinapa y la revolución del sistema de justicia. Bienvenido el cambio, y si no llega, lo volveremos a intentar.

eperezharo@comunidad.
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