Arturo Martínez Núñez
Abril 05, 2022
El el histórico proceso de revocación de mandato que tendrá lugar el próximo domingo diez de abril marcará la historia de México porque a partir de ahora ningún gobernante podrá sentirse intocable e inamovible de su cargo. Por el contrario: a partir de ahora, todos los funcionarios electos habrán de someterse a un proceso de ratificación a la mitad de su periodo para que sea el pueblo el que determine si se quedan o se van.
La oposición, que sigue perdida y desarticulada, que sigue apostando al fracaso de Andrés Manuel López Obrador como único recurso para venderse como una opción viable, se lanza en contra de este ejercicio democrático de manera inexplicable y hasta cierto punto ingenua. Algunos analistas dicen que la oposición cayó en la trampa y mordió el anzuelo y que sea cual sea el resultado de la consulta, esta será un éxito para el presidente de la República.
Yo estoy convencido de que cualquier forma de democracia libre, secreta y universal, es un gran logro. No necesitamos menos sino más democracia; necesitamos que la democracia se vuelva parte de nuestra vida y que nos acostumbremos a elegir no solamente a los poderes Ejecutivo y Legislativo, sino a los fiscales y ministerios públicos como ocurre en varios países del mundo y a otras autoridades como los supervisores escolares, etcétera.
Los que creen que se ataca al INE no se dan cuenta o pretenden ignorar que el INE surgió precisamente como una demanda de la izquierda ante el fraude electoral que practicaban de manera cotidiana los que hoy se rasgan las vestiduras y se visten con piel de cordero. El INE se fue convirtiendo en un monstruo burocrático que hoy nos tratan de vender como ciudadano. Y si bien es cierto que son los ciudadanos los que organizamos las elecciones, a los consejeros y estructuras burocráticas millonarias, los escogen y se los reparten como botín entre los partidos políticos, así que de ciudadanos nada.
El INE, que nos cuesta miles de millones de pesos, se ha convertido en un paquidermo artrítico. El INE fue una solución para quitarle al Ejecutivo antidemocrático y antipopular el control de las elecciones. Por culpa de sus mapaches, se tuvieron que inventar la credencial para votar con fotografía y un sistema electoral lleno de candados que de todos modos no evitan prácticas como la coacción la amenaza o la compra del voto.
En la nueva sociedad democrática que México merece, no debería de ser necesario que exista un Instituto dedicado únicamente a organizar elecciones. Tampoco tribunales especializados que también son especialistas en buscarle cinco pies al gato y resolver de acuerdo con el tamaño de la gratificación que les ofrece el cabildero en turno.
Debemos comenzar a confiar en los ciudadanos, debemos ir al ejercicio ciudadano del diez de abril.
Más allá de cuotas o de metas, incluso más allá de que se esté o no de acuerdo con Andrés Manuel López Obrador, debemos celebrar que hoy tengamos la posibilidad de ser tomados en cuenta y de que se le pregunte directamente a la ciudadanía si quiere que su presidente de la República continúe o no en su encargo.
Bajo el argumento de no contar con los recursos suficientes, el INE, paladín de la democracia, ha dejado, por poner sólo un ejemplo, a toda la Sierra cafetalera de Atoyac, con una sola casilla, ubicada en El Paraíso, a dónde habremos de votar todos los que estamos empadronados en las comunidades de la Sierra. Así, habrá gente que tenga que desplazarse durante varias horas por caminos agrestes para llegar a un centro de votación. Sin embargo, estoy convencido de que esto no será pretexto y la gente se habrá de volcar en las urnas a pesar de las trampas urdidas por los responsables de la contienda electoral.
El diez de abril, todos a votar. Que viva la democracia.