EL-SUR

Viernes 26 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Peter Handke y el uso práctico de la poesía

Adán Ramírez Serret

Marzo 13, 2020

 

En estos días –que últimamente han abundado más de lo usual– en los cuales se tiene la sensación, angustiosamente tangible, de que el mundo se va a acabar; pienso mucho en la importancia de la literatura; en su valor intrínseco. Si acaso todo este plancton de conocimiento, sensibilidad y talento –este cardumen conocido como la literatura– sirve para algo.
Si acaso Montaigne, Cervantes o Shakespeare, pueden ofrecer alguna ayuda en momentos tan oscuros –como los que ellos vivieron, por cierto–, en estos días en los que se tiene la paranoia del apocalipsis.
Me preocupa la importancia de la literatura, pues, como bien decía el genial Jorge Ibargüengoitia, ningún libro ha salvado a nadie nunca de morirse ahogado, o abrazado por el fuego o infectado por una pandemia.
Es claro que los libros, y sus palabras que se mantienen en nuestros cerebros, en esos momentos, son absolutamente inútiles. Los versos más hermosos o las páginas de las novelas más bellas, de poco sirven en tiempos de sangre y miseria.
Lo que sí hacen las novelas y los cuentos, es abrir una ventana a otras vidas, a otros mundos, lo que nos da una perspectiva desde la cual la realidad adquiere otra perspectiva, y aunque el mundo esté ardiendo y nadie esté de acuerdo en nada, se puede dimensionar el amor y el odio de los seres humanos.
Por su parte, la poesía, su labor, o una de sus muchas funciones, es captar –aunque tenga que morir en el intento–, el instante presente, en el momento preciso mientras dialoga con el pasado y con el futuro.
Para explicar esto tan confuso, sólo hace falta leer al dramaturgo, narrador, periodista y poeta, Peter Handke (Austria, 1942) Premio Nobel de Literatura 2019, en uno de sus libros, breve pero profundo, Poema a la duración.
Escribe Handke, “ya hace tiempo que quiero escribir sobre la duración;/ no un artículo ni una obra de teatro ni una historia/ la duración pide insistentemente un poema”.
Handke, según avanza el texto, demuestra que reflexionar sobre la duración no es otra cosa que sopesar el sentido de la existencia. Se pregunta, si acaso son más importantes, más perdurables, los momentos desgraciados, las tragedias; o si, quizá, lo que se mantiene, son los momentos agradables, aquellos chispazos de felicidad.
Así la define, “la duración era un sentimiento, / el más efímero de todos los sentimientos; / a menudo pasaba más rápido que un instante, / imprevisible, ingobernable”.
Handke tiene un extraño talento, pues mediante imágenes y atmósferas, sumerge al lector en un excepcional estado de ánimo, mediante el cual es posible apreciar al ser humano como si fuera una especie aparte, y ver el mundo, como si acabáramos de aterrizar de otra galaxia y descubriéramos la exótica belleza de la luz y el sonido.
Es entonces, cuando se transforma la poesía, y cambia esa idea que en tiempos duros, hablar del instante, de lo inasible, el acto poético, es algo frívolo por no decir impertinente. No, es lo opuesto: cuando se lee a Handke se descubre que su escritura viene de la oscuridad y por eso busca la luz, la vida.
Quizá sea esta una de las razones porque los libros más hermosos hayan sido escritos durante los momentos más terribles. Es entonces, cuando el secreto del mundo, el consuelo único, viene de los sentimientos más frágiles, de la imaginación más humilde. De certezas como esta, “seguir siendo amigo de ti mismo, a lo largo de los años/ es algo que también puede darte la duración”.
Siempre que leo a Peter Handke pienso en Win Wenders y viceversa, pienso en los ángeles que observan al mundo, y que lo protegen con palabras y con versos, con poesía.
(Peter Handke, Poema a la duración, Ciudad de México, Penguin Random House, 2019. 78 páginas).