EL-SUR

Lunes 02 de Diciembre de 2024

Guerrero, México

Opinión

AGENDA CIUDADANA

Piezas para armar el modelo

Lorenzo Meyer

Julio 15, 2019

AGENDA CIUDADANA

 

 

A Carlos Echarri, solidario hasta el final.

A Franklin Roosevelt le tomó casi todo su primer período (1933-1937) articular su New Deal y más tiempo superar los estragos del desastre que heredó tras la Gran Depresión de 1929. En México, el nuevo gobierno no puede darse un lujo parecido, el tiempo apremia y la fórmula que sustituirá al neoliberalismo debe definirse más rápido.
El jefe del actual gobierno mexicano ha enumerado sus razones para rechazar el modelo heredado –un crecimiento del ingreso per cápita en los últimos 36 años menor al 1% anual y una concentración de la riqueza, según el Inegi, donde el 30% de los hogares de mayor ingreso se queda con el 63.3% del total mientras los del 30% del fondo captó sólo el 9%. Ahora lo que falta es dar forma clara a nuestro post neoliberalismo.
José Antonio Romero y Julen Berasaluce acaban de publicar Estado desarrollador. Casos exitosos y lecciones para México, (El Colegio de México). Se trata de seis ensayos sobre experiencias útiles para nosotros, cuatro asiáticas –Japón, China, Corea y Vietnam– y dos europeas –Alemania y Finlandia– que entre el siglo XIX y la actualidad, a marchas forzadas y con una decidida voluntad estatal, pasaron de una economía sin energía a otra con gran energía.
Los ensayos tienen como punto de partida el concepto de “Estado desarrollador”, es decir, aquel que “coordina los esfuerzos para la consecución de una transformación deseada y planificada”. Se trata de intervenciones del poder político para focalizar el esfuerzo nacional vía políticas monetaria, fiscal, financiera, comercial, tecnológica y educativa sin esperar que “fuerzas impersonales del mercado” hicieran la tarea. Revisémoslos someramente.
En la Alemania del último tercio del siglo XIX el “capitalismo organizado” de raíz prusiana hizo de una serie de entidades regionales una nación. Y para explicar su éxito industrial, Romero pone en juego dos elementos centrales: el nacionalismo como pegamento para un tejido social clasista y una estructura burocrática eficiente –el modelo de Max Weber– comprometida con el proyecto nacional. Para el caso de Japón, Francisco Suárez-Dávila subraya el papel de esa misma burocracia profesional en un superministerio –el MITI– que primero coordinó el esfuerzo bélico y luego el de la reconstrucción e industrialización con un sector privado que aceptó los objetivos de largo plazo diseñados y supervisados por el Estado.
En el caso de Corea, Beresaluce destaca un aspecto previo al despegue: el sistema educativo, la reforma agraria y, de nuevo, una burocracia meritocrática. Ahí se optó por alentar a ciertos sectores económicos considerados estratégicos y un sistema financiero usado como instrumento para promover un crecimiento acelerado.
China es un caso espectacular y donde el Estado bajo el control del Partido Comunista tomó elementos de las experiencias de Alemania, Corea, Japón, Taiwán e incluso la norteamericana, para dar forma a un “socialismo de mercado”. En su análisis, Arturo Oropeza asigna gran peso a un elemento cultural: el confucianismo que refrenda una meritocracia administrativa y una concentración del poder que busca conjurar el caos del pasado.
Mauricio de Maria y Campos destaca la voluntad del gobierno vietnamita de no volver a depender de una fuerza externa, sustituir importaciones, poner énfasis en el mercado interno, disminuir la desigualdad, invertir en educación, recrear la infraestructura y desarrollar una industria estatal y otra, ligera, de exportación a mercados diversificados y donde destaca el capital externo y un sistema fiscal descentralizado. Finlandia, examinada por Lari Arthur Viianto, resalta por su Estado de bienestar, el énfasis en la inversión educativa para la creación de capital humano, sus empresas públicas, los límites a la inversión externa y la diversificación de sus mercados externos.
Tras el fracaso del “socialismo real” y del pobre resultado de su némesis, el neoliberalismo del “fin de la historia”, es claro que no hay recetas universales para ganarle tiempo al tiempo en el afán de superar el atraso económico. Cada país tiene que armar su modelo. En la obra comentada hay un buen número de piezas –especialmente el “Estado desarrollador”–, que pueden ser útiles en el armado del nuevo modelo económico mexicano.