Arturo Martínez Núñez
Junio 15, 2021
El Plan Estatal de Desarrollo y los respectivos programas regionales y municipales, así como los programas prioritarios y especiales deberán de ser la hoja de ruta, la biblia, la gran guía que oriente el desarrollo de Guerrero para las próximas dos generaciones, es decir para los próximos 30 años.
No debe de ser únicamente un bonito documento para adornar las oficinas de los funcionarios en turno, sino un trabajo colectivo y a ras de tierra que combine el Big Data, la estadística y el amplio conocimiento técnico de los servidores públicos de carrera, tanto estatales como federales, con el conocimiento en tierra y las particularidades de cada uno de nuestras regiones y micro-regiones.
Dicen los expertos que lo que no puede medirse no puede evaluarse, pero la realidad es que los Planes Estatales de Desarrollo únicamente han servido para la simulación y la realización de supuestos foros temáticos y regionales que en realidad se convierten en ejercicios fatuos de recepción de solicitudes y no en un verdadero proceso de participación democrática.
Para hacer un verdadero ejercicio de participación democrática y de participación ciudadana, debemos de seguir la ruta que nunca quieren seguir los burócratas y los funcionarios de escritorio: la realización de cientos de asambleas comunitarias en donde el gobierno electo escuche más de lo que hable y aprenda del conocimiento y de los proyectos que ya tienen o que ya han pensado las distintas comunidades. Las asambleas comunitarias por definición son democráticas y participativas, en ellas se elige una mesa y el gobierno es un participante más, pero no necesariamente es el actor dominante.
Guerrero tiene una capacidad importante de contraer deuda que se utilice para el desarrollo productivo. Con un presupuesto de alrededor de 60 mil millones de pesos, la deuda del estado es de alrededor de 3 mil 500 millones de pesos. Por lo tanto, el nuevo gobierno tiene un amplio margen para contratar deuda siempre que esto sea aprobado en asambleas populares y por el Congreso del Estado. Dicha deuda debiera emplearse para generar los grandes proyectos y no para dilapidarla en obras de relumbrón. En la historia reciente del país tenemos los ejemplos de Puebla, de Morelos, que contrataron deuda que compromete a las finanzas estatales por los próximos 20 a 30 años. Es cierto que Puebla se transformó, por ejemplo, con obras de alto impacto, pero muchas de ellas estuvieron pensadas más en el lucimiento personal, que en el desarrollo de la mayoría de los poblanos. Igualmente, en Morelos, con un presupuesto de unos 25 mil millones de pesos, se contrató deuda por el orden de los 20 mil millones de pesos; esto se reflejó en obras muy importantes como el nuevo Congreso, carreteras, museos, ampliaciones y mejoras importantes a reclusorios, así como un C-5 único en el país que le permitió a ese estado contener y disminuir la ola delictiva que lo azotó.
La deuda en sí misma no es mala y no la debemos de satanizar; las finanzas públicas no son muy distintas a las finanzas personales y los instrumentos de deuda que utilizamos en nuestros hogares tampoco son muy diferentes de los instrumentos de financiamiento a los que puede acceder una entidad federativa. Así, si el ingreso de una familia es de 10 mil pesos al mes, combinando los sueldos o los ingresos de los jefes de familia y de todos aquellos que aporten a la economía familiar, con estos 10 mil pesos sería un camino muy largo hacerse con una pequeña casa o un patrimonio para la familia. Por eso contratar un crédito del Infonavit o del Fovissste –o combinarlos como ahora es posible–, y sumarlos a un crédito bancario o a un crédito comercial, son vías para poder comprar una casa y que el costo del servicio de esta deuda permanezca en los límites de la salud financiera –alrededor del 30 por ciento del ingreso. Guerrero tiene mucha capacidad crediticia, de las pocas cosas en las que no estamos en los últimos lugares es en nuestra capacidad financiera. Este gran bono debemos de utilizarlo con inteligencia, con responsabilidad, y de manera abierta y democrática.
¿Cuáles son esas grandes obras y esos grandes objetivos que tenemos que trazarnos y en los que podemos utilizar financiamiento público e incluso financiamiento privado? Eso solo lo podemos saber, no a partir de un gobernante que sea iluminado o de una gobernadora que crea saberlo todo, sino a partir de un ejercicio de amplia participación ciudadana, en donde tratemos de llegar a acuerdos y a pactos estatales en los que fijemos obras estratégicas para los próximos 20 o 30 años que no puedan cambiarse solamente por el capricho de un nuevo gobernante o de un nuevo partido en el poder.
Este gran plan debe de hacerse en el periodo que hay entre la elección, primer domingo de junio y la toma de posesión, el 15 de octubre. Es fundamental contar con una contraloría ciudadana que más allá de las entidades encargadas de darle seguimiento a la ejecución correcta del gasto, puedan desde la sociedad y desde la asamblea, llamar a corregir errores, desviaciones, fallas, carencias o malas prácticas en la ejecución de las obras públicas. Lo más sano es que ésta contraloría social y ciudadana quede en manos de personas sin militancia política, siempre con la idea de ser absolutamente escrupulosos en el ejercicio del recurso del pueblo, que es sagrado, y debe de ejercerse con absoluta eficiencia, eficacia y honestidad.
Decía Séneca que “no existe viento favorable para marinero sin rumbo”. Esto es, si no tenemos claros los objetivos de hacia dónde queremos ir y cuáles son las metas que nos queremos fijar para octubre de 2027, para octubre de 2033 y para octubre de 2040, seguiremos dando tumbos y palos de ciego, estirando la mano, como limosneros, rogándole a la federación que voltee a ver a Guerrero y que pague su deuda histórica con esta entidad. Lo que no hagamos los guerrerenses por nosotros mismos, no va a venir del centro, no va a venir de la federación. Tenemos que desarrollar el potencial propio, con nuestros propios recursos y nuestra propia capacidad lograr los objetivos que nos tracemos.