EL-SUR

Jueves 02 de Mayo de 2024

Guerrero, México

Opinión

Plaza muerta

Andrés Juárez

Noviembre 10, 2017

Una vez terminadas las celebraciones del Día de Muertos –y Muertas, para que las feministas no me linchen–, los mercados oaxaqueños palidecen. El número de personas que asisten a comprar y a vender se reduce significativamente. Este mercado diluido es conocido por los lugareños como “plaza muerta”. Unos cuantos vendedores de barbacoa de chivo, típico del mercado de Ocotlán, algunos puestos de frutas y apenas las más persistentes de las vendedoras de tortillas hechas a mano, configuran este mercado que parece cansado, triste y en decadencia el viernes siguiente al Día de Todos los Santos. No obstante, para quienes conocieron el mercado de Ocotlán de hace 30 años, el actual es apenas su espíritu agonizante, las reliquias del floreciente y caleidoscópico mercado que llenó los ojos de Rodolfo Morales de una fiesta multicolor y lo elevó al rango del pintor de la alegría de vivir, con sus cuadros festivos y gozosos. Para quienes estuvieron en aquel mercado de Ocotlán e inflaron las cavidades nasales para absorber la mezcla enervante de frutas de la sierra, especias de lugares insospechados, flores de Santiago Apóstol, carnes del valle entero, el mercado actual es si no una plaza muerta, sí un mercado regional en agonía.
Pese a las mujeres resistentes que no sueltan el rebozo, el chiquihuite, el trenzado de sus cabellos; pese a hombres y mujeres que insisten en asistir a intercambiar algunos animales menores o algunos de sus productos de traspatio, el mercado de Ocotlán va perdiendo la batalla contra la fruta que llega de la gran central de abastos, la cual viene de los mismos canales de comercio que la fruta de cualquier cadena de supermercados; va perdiendo la batalla contra los puestos de fayuca, artículos y abarrotes de las grandes transnacionales que se encargaron de meterse hasta en estos rincones.
Mientras en países como Italia, Alemania y Francia existen programas de gobiernos locales (municipales) para rescatar los mercados antiguos como espacios de intercambio de productos locales, los mexicanos facilitan la llegada de supermercados trasnacionales y de mercancías industriales que desplazan el pequeño excedente de la producción de subsistencia. Por ejemplo, el rescate que se hizo del mercato di Porta Palazzo en Turín, Italia, permitió la integración de diversas culturas, etnias, fuente de ingresos para granjeros locales y un punto obligado para el turismo en la ciudad, además de ingresos para la municipalidad; en cambio, en Oaxaca las dos principales plazas tradicionales –Zimatlán y Ocotlán– se extravían entre el tío Sam’s y la mamá Lucha.
Así, mientras en Ciudad de México se emite un decreto para que los mercados públicos sean Patrimonio Intangible de la humanidad, en Oaxaca, Guerrero y Chiapas los mercados públicos se encuentran en el abandono, sin directrices de uso y expendio de productos, sin limpieza ni orden que permita conservar y mejorar el servicio, aumentar la calidad de la experiencia de los visitantes, locatarios y mercaderes, ni estrategia para integrar los mercados como parte del desarrollo urbano o rural de las áreas donde se encuentran.
En un contexto en el que recursos naturales, cultura y tradición del medio rural están siendo expoliados, los mercados locales pueden ser una pinza de ajuste de procesos de reencuentro, intercambio y, por qué no, de combate a procesos de degradación ambiental regional y global.
Los municipios tienen en sus manos la gran oportunidad de revitalizar los mercados públicos locales con la inclusión de nuevos locatarios, jóvenes preferentemente, que encuentren en estos espacios un lugar barato para expender creaciones, alimentos y producción local, enriqueciendo con creatividad la antigua tradición del trueque y el comercio para beneficio de la población rural. No se trata de aferrarse al pasado sino de compaginarlo con el presente, de amalgamar lo viejo con lo actual. Solamente así se concibe una verdadera modernidad incluyente. Con sangre joven y la experiencia antigua se podría detener la agonía del mercado tradicional como espacio público, antes de que irremediablemente sea vuelva realidad la plaza muerta.

La caminera

En el escenario de crisis actual por el sismo, una plataforma creativa y comunal en Oaxaca llegó a refrescar los esquemas de cooperación y solidaridad. Se trata de la iniciativa del Comité Melendre que busca reintegrar a las familias damnificadas al mercado productivo vendiendo canastos con productos istmeños. Lo que sorprende es que, en los propios mercados del valle de Oaxaca, los productos istmeños no estén al frente de la oferta como símbolo de solidaridad.