EL-SUR

Jueves 18 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Plumas acapulqueñas (XXII)

Anituy Rebolledo Ayerdi

Mayo 04, 2017

Beto Delfín Fares se fastidió de bucear

Si alguien me pregunta quien es Beto Fares yo diría que fue un hombre curtido por los golpes de la vida sin perder su optimismo; amante de Acapulco, mirada de niño, corazón noble, risa franca, abrazos fraternos, amor que no escatima y dignidad indomable.
Descansa amigo mío, apártame una silla en el cielo para que, acompañados de una taza de café, continuemos riéndonos de las tragedias de la vida.
Con todo mi amor.

Javier Morlett Macho
Mesa de los jueves en Sanborns

Un hombre de mérito

Reconocimiento a don Alberto Fares del Río, El Delfín, por su apasionada entrega al buceo profesional en Acapulco. Agradecimiento por su afable amistad. Hasta siempre, querido Beto.

Abel San Román
Novedades de Acapulco

El mar azul

Hoy recordamos a Beto Fares, su amor por el mar azul. Fue un hombre de mil batallas, pero la más apasionada tuvo que ver con el uso y destino del barco de guerra canadiense Restigouche, por el que, me dijo en diciembre de 2000, pelearía hasta las últimas consecuencias, hasta que fue hundido a mediados de junio de 2001, a 70 metros de profundidad. Por ese hecho, me diría penosamente, “se me rodaron lágrimas de dolor”.
Cada viernes caminaba de su casa en Caleta hasta La Quebrada para comentar todos los temas que le hacían vivir como pez en el agua, sobre todo en las tareas de mantenimiento de La Virgen de los Mares. Todavía después de su operación a corazón abierto, la semana pasada, le llamé por teléfono a su casa y platicamos amenamente sobre esa intervención quirúrgica. Ayer por la noche, llanamente, falleció, pero su espíritu se encuentra entre nosotros, vivo e iluminado.
Dios lo guarde en su Gloria. Un tipazo en toda la extensión de la palabra. Se dijo ser “El Muñeco de Sololoy” y lo recordaré como un gran Caballero de los Mares.
Descanse en paz.

Manuel Zamudio Castañeda
Televisa Acapulco

Legado inmortal

Alberto Fares del Río murió pero dejó un legado inmortal: al Delfín Fares. Era el “Muñeco de Sololoy”. Admirador de Cousteau, el francés que recorrió y buceó todos los mares del mundo. Cronista del buceo porteño, devoto guadalupano, incansable promotor de Acapulco y ecologista del fondo marino.
Su legado como buzo y su obra está a la vista y no ha sido en vano. Evoco su nombre al escribir este lunes con profundo respeto a su invaluable contribución a la vida submarina y a su amistad sincera dentro y fuera de los mares.

Jorge Valdez Reycen
Periodista. Chilpancingo
Hermandad submarina

Beto Fares fue compañero de la primera compañía del Comando Submarino de la Base Naval de Acapulco, gran amigo del comandante Rafael Vilchis García, creador y fundador del mismo.
Era parte de esta hermandad de buceo acapulqueño y entre la amistad y el relajo compartimos con él grandes momentos que, sin duda, añoraremos.

Gustavo Torres Contreras, buzo naval
Mesa de los jueves en Sanborns

Buena mar y mejores vientos

Así se expresaba don Beto Delfín Fares de su mundo, de uno de sus amores, donde vivió, sirvió y los defendió hasta el final. Su vida fue este azul profundo, donde las olas rompen con las rocas, donde la brisa y la sal hacen que los hombres los amen como él.
Era Alberto Fares del Río, conocido por todos como Delfín Fares.
Estudió en la facultad de Medicina de la UNAM, le iba a los Pumas, pero su verdadera pasión y vocación siempre estuvo en el mar de Acapulco.
El islote de La Yerbabuena era uno de sus lugares preferidos, donde sirvió hasta donde pudo, limpiando y defendiendo a la Virgen de los Mares, pues era un ferviente devoto guadalupano.
Este miércoles por la tarde su corazón dejó de latir.
En Televisa Acapulco fue colaborador por casi 16 años en diferentes espacios, siempre hablando maravillas de Acapulco. Defendiendo siempre la ecología y siempre con voz firme contra la contaminación y la depredación de las especies.
En un diario local, durante muchos años tuvo un especio denominado Mar Azul, donde escribía las crónicas de las historias marinas.
Siempre, siempre fue vigilante del islote de La Yerbabuena, donde sirvió por 40 años, incluso a su funeral, doña Martha, su esposa, le llevó una pequeña estatua que siempre traía consigo.
A don Alberto Delfín Fares le sobreviven su esposa Doña Martha Quiroz Silva y sus tres hijos.
Dejó proyectos, los cuales no concretó porque se atravesó el inesperado destino.
A los hombres de mar, cuando se van, se les dice “Buena mar, mejores vientos”
Hasta pronto, Delfín.

Enrique Guzmán Morales
Televisa Acapulco

In memoriam Alberto Fares del Río

En estos momentos es cuando es más difícil escribir, pero se sabe que hay que hacerlo. En parte porque el amigo lo merece, en parte porque uno lo necesita. Me llama mi hermano Tito desde Los Cabos hace menos de una hora para avisarme que Beto se había ido. Hacía unas semanas que le habían intervenido del corazón y había salido bien, pero al parecer el relojito finalmente decidió detenerse. Curioso, siempre pensé que lo que más tenía Beto era corazón y es lo que fue a fallar. Sé que mi amigo ahora vagará feliz por nuevos, coloridos y submarinos lugares, consuelo para los buzos que creemos que la vida –y el buceo– no termina con la muerte. El lamento es más bien de carácter egoísta, ¿qué haremos ahora sin Beto Fares? El café de los jueves en Sanborns del centro recibe un duro golpe, justo ahí donde duele. Su lugar a la cabeza de la mesa y recargándose en el poste central del restaurante queda vacío. El saludo a gritos alegres y con bromas burlonas desde que se entra al restaurant calla de ahora en adelante. Los regalos para ayudarles a “levantar” el ánimo a sus amigos serán extrañados. Su sonrisa amplia y amistosa por encima de sus collares con colmillos de tiburones prehistóricos y coloridas camisas estampadas con animales marinos eran sus más preciadas posesiones, además de sus amigos a los que siempre ayudó y trató con esa varonil camaradería que nos hizo amarle en vida, y ahora lo sabemos, en su muerte. Por eso es que me vuelvo a preguntar, ¿qué haremos ahora sin Beto Fares? La tristeza me inunda de cabeza a pies, espesa, oscura.
Hace no mucho tiempo veía un video que circula por la red, en donde la hermandad de buzos de Acapulco se reunió para sumergir la nueva imagen de la Reina de los Mares que está en el islote de La Yerbabuena. Ahí aparece nuestro añorado buzo Mario Murrieta dirigiendo la maniobra, entre un montón de lanchas de fondo de cristal que no quisieron dejar de trabajar ni porque había buzos en el agua. En varias tomas aparece Beto, llevando las tuercas, ayudando a colocar la estatua y al final, al lado de la virgen submarina que siempre fue su adoración.
De hecho él, junto con el buzo Mario Treviño y el padre Juan Carlos Rivas, fueron los promotores principales de este proyecto de alta espiritualidad en el que no sólo consiguieron fundir y meter una nueva imagen de bronce de la virgen al mar sino que lograron que la bendijera personalmente el papa Juan Pablo II en uno de sus viajes a México, además de haber llevado la imagen por un recorrido por parte del estado de Guerrero, antes de depositarla en su fondeadero marino final. No olvidemos que la Reina de los Mares es una de los iconos más tradicionales y reconocidos de Acapulco, con un lugar irremplazable en la fe de los acapulqueños y los turistas que nos visitan.
Hay algo que hay que remarcar de Beto como persona: era un buzo que adoraba el mar y todo lo que tenía que ver con él. Largas conversaciones tuvimos comentando de cómo se había deteriorado y cómo recibía contaminación de la ciudad que vive de él. No era el mar que habíamos disfrutado en nuestra juventud y eso le pesaba e impulsaba en una lucha que termina con su partida, en la que platicaba a quien quisiera oírle las fantásticas historias que vivía en sus buceos por la bahía en compañía de amigos, famosos y jóvenes que seguían de manera ávida sus escritos en prensa local y en sus entrevistas semanales en la televisión del puerto, siempre en su particular estilo simpático y dicharachero que no le impedía sin embargo señalar con enojo las cosas que no le parecían correctas, siendo por esto un buen ciudadano. Aún recuerdo como denunció furioso un cementerio de tortugas y uno de peces vela que mostraban el uso abusivo de los recursos del mar.
Debido a esto y mucho más se le reconoce como un impulsor inapreciable del buceo deportivo en Acapulco, sin falsos protagonismos buscados para satisfacer vanidades y aspiraciones egoístas, pero que sin embargo le llevaba a protagonizar por derecho propio una lucha quijotesca por la protección del medio ambiente marino y la ventaja de conservarlo como un gran atractivo turístico. Por esto es que en un consenso a nivel ciudad es que llevaba –y con mucho orgullo–, el mote de El Delfín Fares.
Es de recordar también su honesta participación en el malogrado proyecto de arrecife artificial que fue el barco de guerra Restigouche de la marina canadiense, el cual pretendía revolucionar el buceo deportivo en el país mejorando por mil la oferta de buceo en naufragios que era posible conseguir en México al principios del año 2000. Se enfrentó de manera valiente y decidida a los intereses ocultos y convenencieros que se habían generado alrededor de este noble proyecto, que acabó siendo sacrificado al ser hundido en un lugar de difícil acceso, sepultando en el mismo evento largas y viejas amistades del puerto y varios prestigios personales duramente ganados también.
Viene a la memoria un proyecto –el último–, muy acariciado por El Delfín, en el que quería rebautizar varios de los puntos de buceo reconocidos de la bahía y de la isla de La Roqueta con los nombres de buzos famosos del puerto, en un reconocimiento y consideración de que muchos de ellos fueron pioneros en esta actividad a nivel nacional e internacional. En este grupo de manera amable nos había agregado a sus amigos buzos aunque ni con mucho tuviéramos tantos méritos. Esa era su manera gentil de incluir a sus amigos en su vida y en sus aventuras marinas.
Nuestro Beto Fares migra al fin en la jomada que todos hemos de emprender, y dentro de la tristeza que sus amigos sentimos quisiéramos decir que una parte de él queda para siempre en nuestro corazón. La verdad es que tarde nos damos cuenta que este simpático bribón se ha llevado una parte de nuestro corazón con él.
Adiós Beto-Delfín Fares, y al estilo muy marinero tus amigos buzos y de tierra firme te desean buena mar y mejores vientos.

Efrén E. García Villalvazo
La migración final del Delfín
Mesa de los jueves en Sanborns