EL-SUR

Martes 23 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Plumas acapulqueñas (XXXV)

Anituy Rebolledo Ayerdi

Agosto 03, 2017

En la memoria de mi infancia.

Arquitecto Ramón Fares del Río

“En este momento me siento como el coronel Aureliano Buendía frente al pelotón de fusilamiento, a quien en un suspiro de vida se le proyecta mentalmente la historia de los personajes del realismo mágico de Macondo. Alma gemela de San Jerónimo El Grande, donde nací. Y de esas memorias de mi infancia, las nostalgias se amontonan y se amotinan surgiendo los recuerdos que aquí les cuento”.

La Costera

“El 28 de febrero de 1949 llega al puerto el presidente Miguel Alemán y lo hace por la calle Escudero. Viene del aeropuerto de Pie de la Cuesta, escoltado por una impresionante multitud. Entra a la plaza Álvarez y desde la terraza del Casino de Acapulco, en el edificio Pintos, dirige unas palabras a los acapulqueños. Luego sube un switch iluminando el zócalo, el malecón y el Paseo Costero (todavía no bautizado con su nombre)”.
“El mandatario veracruzano aborda enseguida un Cadillac convertible para acompañar a la reina del carnaval del puerto, Esther Galeana, para recorrer juntos la reluciente Costera entre vítores, porras, serpentinas y confetis. ¡Acapulco vivía su gran fiesta!
“Recuerdo que mi tío Chucho Fares propuso a la familia subir al hotel “Del Monte” y hacía allá nos fuimos. Desde su amplia terraza contemplé una imagen que se me grabó para toda la vida: la bahía de Acapulco, iluminada, semejante a un collar de perlas. Todo era realismo maravilloso, realismo mágico. Fue en aquella ocasión, en medio de aquél fervor acapulqueño, cuando mi mamá Pachita exclamó con su sensibilidad costeña: “Acapulco es fantástico, espectacular, urge que alguien le escriba su poema, su canción, su historia”.

José Agustín y Fernando Rosas

“Poco tiempo después, en 1951, los Fares recibieron el obsequio de un álbum musical editado por el gobierno del licenciado Alejandro Gómez Maganda. Ilustraba la portada del vinil un sombrero y jorongo calentanos con una guitarra sobre el mapa de Guerrero. Contenía la música de José Agustín Ramírez en la voz de mi paisano Fernando Rosas. La casa se impregnó con aquellas melodías exaltando la belleza de la acapulqueña ‘esbelta, cálida y sensual’; de Caleta, la playa ‘siempre vestida de azul y verde’. Melodías que nos llevaban por los caminos del sur hasta las ‘palmas cuatas’ de San Jerónimo. ‘¡Ajúmala, calentano!’ (el grito de guerra de Rosas)”.
“Agustín Lara, por su parte, recordaba a nuestra ‘María Bonita’ mientras que Rubén Mora nos emocionaba en su elogio a la ‘mujer de cintura angosta y ardiente carne trigueña’ y a ‘Acapulco engalanando con líricos ribetes las perlas de su Bocana’.

La historia

“Los escritores comenzaron a contar la historia. Alejandro Gómez Maganda, Rosendo Pintos, Lupita Joseph, Alejandro Martínez, Carlos Adame, Paco Escudero, Ernesto García Moraga, Enrique Díaz Clavel, Anituy Rebolledo”.
“El arte textil de principios de los cincuenta estampa en telares la imagen de la bahía de Acapulco, junto con los edificios que empiezan a proyectar su fisonomía e identidad. El Palacio Federal con su estilo neocolonial y art-decó (JFMM); el hotel La Marina con sus fundamentos de racionalismo-funcionalismo con los que el puerto entraba a la modalidad arquitectónica del brillante Carlos Lazo. El hotel Casablanca, como un trasatlántico montado sobre la cresta del cerro de La Pinzona, al puro estilo art-decó de los arquitectos suizos Max Loer y Max Weber. El Club de Pesca con su silueta ‘arco y flecha’, concebido por el arquitecto Carlos Reygadas y, finalmente, el Hotel Papagayo en la playa de Hornos, proyectado por el arquitecto Francisco Serrano”.

Las faldas de mamá Pachita

“La creatividad de seres especiales diseñó una moda genuinamente acapulqueña. Con gran talento y originalidad, mamá Pachita borda con chaquira y lentejuelas la imagen de aquel prodigio sobre faldas femeninas de doble vuelo. Las lucían mujeres hermosas acompañadas con blusas strapless a la mitad de los hombros. Derroche de alegría y sensualidad en una fiesta acapulqueña de autenticidad mágica. Y a este ‘paraíso perdido’ arriban:

Los pioneros arquitectónicos

“En 1940 llega Pedro Pellandini Cusi, arquitecto de gran disciplina, investigador de la radiestesia quien, guiado por una “horqueta” y mucha concentración, localizaba agua a profundidad. Estudioso de los movimientos telúricos operaba desde su casa el sismógrafo de la UNAM. Su arquitectura racionalizada respetaba las características del sitio y entre obras están los hoteles La Riviera, Acapulco y Condesa así como la residencia del ex presidente de la República, Emilio Portes Gil, en La Langosta.
“Jorge Madrigal Solchaga fue un ser de gran sensibilidad. Autor del concepto de la ‘Casa Acapulco’, concebido con la idea del espacio abierto integrando los espacios interiores con la naturaleza exterior. Ahí están el fraccionamiento Las Brisas y sus primeras ‘residencias de verano’; el propio hotel Las Brisas, único en su tiempo; la Flor de Acapulco y, junto con Fray Gabriel Chávez de la Mora, La Capilla de la Paz, que es un hito urbano en la ciudad.
“Joaquín Medina Romo, gran habilidad, el arte de la composición de espacio y volúmenes fue el que le dio identidad al art-decó en la arquitectura de Acapulco. Suyos el Hotel Bahía, los edificios Soberanis y Gómez Quevedo y la casa de Maximino Ávila Camacho, en el islote de Caleta.
“José Carlos Pedroza Aguayo, con su formación funcionalista poseía el arte de construir y hay en sus soluciones alardes técnico-estructurales. Autor de la casa de don Santiago Navarrete, bodegas industriales y la iglesia de Cruz Grande.
“Todos ellos nos legaron una gran herencia arquitectónica y el ejemplo de honestidad y ética profesional. También se proyectan en mi mente las imágenes de las iglesias de San Cristóbal, en la colonia Progreso y la de La Garita. Espacios religiosos muy originales, con una nueva concepción y volúmenes. Cubiertas de bóvedas de ‘cascarón’ con paraboloides hiperbólicos que son puntos de referencia urbana en la zona donde se encuentran. Obras egregias del ingeniero Temístocles García, por las cuales recibió el reconocimiento de la Academia Nacional de Arquitectura, capítulo Acapulco.
“A mediados de los cincuentas llega como oleaje fresco una generación dueña de una voluntad creativa, que reinterpreta las realizaciones de los pioneros de la arquitectura acapulqueña. Lo hacen con originalidad utilizando materiales regionales como las cubiertas de palapas a escala monumental. Combinan las nuevas tecnologías, los acabados tanto en muros como en pisos y lo hacen con diseños especiales. Integran los cuerpos de agua (albercas) y la naturaleza a los espacios residenciales. En Acapulco se crea lo que luego se denominará:

La arquitectura del Pacífico

“Miembros de la Academia como Ricardo Rojas, Jaime Crofton, Jorge Madrigal, Rubén Ramos, Juan Farill, José de la Borbolla, Horacio García, Paco Cabrera, Aurelio Muñoz Castillo, Federico Zagal, Enrique Gómez Vázquez, Rafael Trani, Guillermo Torres, Ives Stoopen, Humberto Díaz Añorve, Jorge Coronel, Blanca Estela López Ruiz, Ramón Sotres y Humberto Díaz. Todos ellos, con sensibilidad y alta responsabilidad, estarán creando la imagen del Acapulco del siglo XXI”.
“Yo insisto: es el momento de rescatar al Acapulco que muchos recordamos en la memoria, a ese “amor perdido” que late en nuestros corazones. Rescatarlo de los especuladores y de los “atilas” del urbanismo cuyos intereses mezquinos han deteriorado y desarticulando todo lo urbano. Lo han hecho cambiando al antojo los usos del suelo y superficies de construcción, sin ningún respeto para el plan director y tampoco para el reglamento de construcción.
“Acapulco necesita de un proyecto integral de desarrollo urbano, definiendo el concepto de ciudad y los objetivos para cumplir con su destino. Todo con el apoyo de programas de vialidad, equipamiento e infraestructura urbanas destinado a la forja del Acapulco que habremos de heredar a las nuevas generaciones. Esto es, el Acapulco del futuro (13 de julio de 2007).

Los Clavados.
Jorge Mónico Ramírez

Corren los años treinta y un grupo de muchachillos nadan, bucean y pescan en el canal de la Quebrada (cuatro metros de profundidad con la marea alta). Uno de ellos lanza un reto: “cuiteperro el que no se tire desde allá arriba”, iniciándose así una sana y valiente competencia entre aquella palomilla: El Clavado. Mantenida la rivalidad, los nóveles clavadistas tendrán como primer público a sus familiares, amigos y más tarde a los huéspedes de los bungalows “El Mirador”, construidos en 1933 por el tamaulipeco Carlos Barnad.
Hay consenso de que fue Rigoberto Apac el primer acapulqueño que se lanzó de la parte más alta del peñasco de La Quebrada, sufriendo por cierto la dislocación de ambos brazos. La hazaña será repetida más tarde por Lucio Rodríguez, La Gaviota; Aurelio Herrera; Chimino Flores, Pedro Arciniega, Fernando y Emilio Ramírez (El Macho Prieto) y Filiberto Suástegui Molina, El Chocolate, un líder auténtico.
El espectáculo de los clavadistas de La Quebrada se iniciará con la integración formal del Club de Clavadista y Salvavidas de Acapulco, AC, el 12 de octubre de 1934 (transformado en Unión durante los 80s). Años más tarde, en 1942, el capitán de Puerto, José Ramón Alfaro, distribuye horarios para dar continuidad al espectáculo. La nueva directiva del club, encabezada por Alfonso Apac Ríos, organiza en 1947 la primera competencia interna.
Teddy Stauffer, creador del cabaret La Perla del hotel El Mirador, promueve en 1954 la participación de los acapulqueños en el campeonato mundial de clavados de altura de Panamá. Participan Alfonso Apac Ríos, Juvencio Marín Neri y Luis Sotelo Fajardo, provocando sus estilos singulares admiración y aplausos. Al año siguiente, ellos mismos conseguirán un tercer sitio en el mundial de Los Angeles, California.
El primer campeonato mundial de clavados de La Quebrada (1967), difundido a nivel internacional, fue organizado por el pionero Raúl Chupetas García Bravo. Lo gana Ricardo Vega Moreno, refrendándolo en dos ocasiones más (1968 y 1980). Otros campeones acapulqueños: Ignacio Sánchez Castañeda (tricampeón, 1969, 1972 y 1973); Juan B. Obregón Galeana (bicampeón, 1981-1983). Rey David Balanzar Benítez (1989), Ricardo Flores Balboa (1991) y Genaro Santillán Soria (1996).
Campeones mundiales de clavados sincronizados: Martín Sánchez Montes y Víctor Hugo Lorenzo (2003); Jorge Villanueva Diego y Víctor Hugo Lorenzo (2006). Y bicampeones por parejas Juan Pablo Meza Vargas y Francisco Gómez López (2007 y 2008).
(Agradecemos a Jorge Mónico, vicepresidente de la Unión de clavadistas de la Quebrada, ésta su colaboración).