EL-SUR

Viernes 26 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Plumas acapulqueñas XXXVII

Anituy Rebolledo Ayerdi

Agosto 17, 2017

Referencias urbanas

No obstante haber desaparecido hace más de medio siglo, el cine Río, en la avenida Cuauhtémoc, continúa siendo hoy punto de referencia urbana, lo mismo que, en la misma vía, la ferretería La Balanza y la tienda de ropa El Vaquero Norteño. Fallas históricas en la nomenclatura, sin duda, pero más que nada una vieja costumbre pueblerina de guiarnos por señas e indicios.
Cuando los acapulqueños se enteran de que al otro lado del río del Camarón se construye una sala de cine que, además, le robará identidad al arroyo, no le deparan buenos augurios. “Ni crean que voy a dejar ir a mis niñas tan “lejisísimos”, capaz que me las asaltan, advertían muchas matronas. Y era que la mancha urbana de la ciudad se agotaba en los inmensos palmares localizados donde hoy se levanta el IMSS. Tan marginal que por allí se levantaba la pecaminosa “zona roja”, con su Foco Rojo, el congal estrella en plena calle Humboldt. Lejanía que aprovecharán los transportistas para crear sus varias líneas y entre ellas la del Cine Río-La Base, hoy fantasmalmente vigente.
Los empresarios hispanos Gabino Fernández y Francisco Peláez construyen en 1947 el cine Río, en la entonces avenida Álvaro Obregón. (Cuauhtémoc, cuando se descubran sus restos en Ixcateopan), como el más moderno de Acapulco. Lunetario espacioso, balcón alto y el novedosísimo “clima artificial” (no faltaron las damas abrigadas como si fueran al polo). Butacas acojinadas y la pantalla grandísima con “cinemascope”, el último grito en materia de exhibición. Múltiples serán sus usos: foro teatral, escenario para variedades artísticas, clausuras escolares, centro de reuniones políticas y sede de los informes de los alcaldes de Acapulco.
Tanto el público local como el llegado de ambas costas se identificarán enseguida con los personajes de la pantalla. El primero, Pedrito Infante, cantando Amorcito corazón a su “chorreada” Blanca Estela Pavón, con silbido y toda la cosa. Serán noches de estremecimientos lacrimógenos y recuerdos imborrables.
¡Pie de la Cuesta!, identificará el público el escenario de la cinta La Perla, con Pedro Armendáriz y María Elena Marqués. La señora Marqués obtendrá por esa cinta el galardón como mejor actriz en el festival cinematográfico de Venecia.
Flores de piedra fue el título de la primera película de manufactura ¡rusa!, exhibida en un extraño programa cuádruple, de las once de la mañana a la medianoche.

Gina Lollobrígida

Una de las primeras cintas europeas proyectadas en la pantalla del cine Río fue Sun Serenade Valley, estelarizada por la noruega Sonja Henie, campeona olímpica de patinaje sobre hielo y diez veces campeona mundial de la especialidad. Gina Lollobrigida fue en su momento ¨la mujer más bella del mundo” y lo corroboraba Vida de perros, exhibida en la sala manejada más tarde por la Operadora de Teatros. La actriz italiana estará en Acapulco en ocasión de la Reseña de Cine.
La cubana Ninón Sevilla fue responsable de los sueños húmedos de toda una generación. Su Aventurera, con Tito Junco y Andrea Palma, será memorable. Versión teatral y musical con el mismo título que le ha dado millones a Carmen Salinas quien hoy, diputada federal, lanza sus “chingaos y putasmadres” desde la más alta tribuna de la Nación. Sara Montiel era otra de las estrellas que llenaba el Río, esta con su almibarado repertorio de cuplés, coplas y tangos. Aquella pantalla proyectó por vez primera títulos como El rey del barrio, Calabacitas tiernas, Esquina bajan, Una familia de tantas y Río Escondido.

Aficionados

Junto con la exhibición de La Hacienda de la Flor, con Pedro Armendariz y Miroslava –continuación de la taquillera Juan Charrasqueado–, en el foro del cine Río tuvo lugar la final de un concurso de aficionados. Lo convocó la XEKJ de don Ramón Ortega, a finales de los 40s. Entre los participantes estuvieron Irma Flores Flores –madre de Juan Sebastián Solís, reportero de Televisa–, Ricardo Richard Pintos y el que esto escribe. Este último, o sea yo, resultó favorecido con el primer lugar con la interpretación del chotis Madrid, de Lara. Luis Aguilar, el Gallo Giro, hizo la entrega de los quinientos pesos del premio, agotados totalmente durante el festejo.

Nacho Arcos

Don Luis González recibía los boletos en el moderno cinematógrafo gozando de una bien ganada fama de inflexible. Don Guicho nunca permitió la entrada a menores de edad a funciones “solo para adultos”. Fue histórica su habilidad para detectar bigotes postizos sobre rostros virginales o cartillas del SMN con fotografías superpuestas. Don Ignacio Arcos Guevara, fallecido recientemente, ya era entonces líder del STIC, el único líder honesto de Acapulco, según afirmación de los propios trabajadores (lo que causaba entripados del dirigente estatal Filiberto Vigueras), y don Arturo Castrejón, operador a quien nunca nadie gritó: “¡cácaro, deja la botella!”.

Nocturnales

Los centros nocturnos de la época (“cabareces”, al decir de algunos porteños) presentaban las mejores variedades de México y las respuestas entusiastas por parte de acapulqueños y turistas no se hacían esperar. El Rancho Grande era un sitio de ambiente mexicano; allí empezó a cantar una bella jovencita llamada Olivia de Montenegro, hoy mismo vigente en diversos escenarios locales. El Varadero presentó un concepto novedoso para la época; el “Bungas Bunga”, en la Costera, una palapa que, como muchas, acabó siendo pasto de las llamas, y el Tobago.
El Ave de Tahití, un barco habilitado como cabaret, fue el primero en su género operado por Beto Barney. La nave era propiedad del político calentano Ezequiel Padilla Peñaloza, quien le había disputado la presidencia de la República al general Avila Camacho. Se lo alquilaba a Barney aunque, al decir de este, nunca le cobró un centavo. Pasados dos años, un hermano de Padilla vino por el barco y nunca lo regresó. A bordo del Tajiti, Ana María González estrenó aquí el chotís Madrid, de Agustín Lara.
Años más tarde se pondrá de moda el Flamingos con una original y espectacular variedad. Cantantes y bailarines arribaban al sitio playero a bordo de canoas y en medio de una parafernalia de tambores y antorchas. Entraban al escenario bailando y cantando Cristina y Martín (Lagos); Francia Maldonado, una morena majestuosa; Mary Esquivel, cubana traída a México por el cineasta Juan Orol, formando pareja de baile con Tony Lamar (éste se queda aquí atendiendo su propio restaurante de especialidades cubanas. Finalmente, Humberto Cañas, El Criollo quien, sin ningún respeto para Miguelito Valdez, ofrecía una interpretación memorable de Babalú Ayé,

El Bum Bum

Cuando el Bum Bum de Beto Barney estaba en todo su apogeo y su fama había traspasado fronteras, Acapulco también estaba en boca de todos. La tibieza de sus aguas, sus playas limpísimas, la belleza de sus atardeceres y la cordialidad de su gente lo hacían imán de las luminarias de Jólibut. Aquí se paseaban como “Pedro por su casa”, sin ser molestados por nadie y ellos lo agradecían.
El cabaret junto a la playa de Caleta ofrecía los mejores espectáculos y en su marquesina los hubo con largas permanencias. Entre estos últimos Los Doce Hermanos Zavala, Los Hermanos Reyes, con Teresita, Avelina Landín con su santo y seña: Amor perdido y Evangelina Elizondo imitando el “bibidibabidibú” de La Cenicienta de Walt Disney, a la que había prestado su voz.
Y qué decir de Amparo Montes, la bolerista non de México, acompañada por el piano del cubano Juan Bruno Tarraza; las canciones de este Como el besar y Alma Libre. También triunfadora del Bum Bum, la bailarina de flamenco Kitty Aguirre, acapulqueña domiciliada en los altos de una casa frente al diario Trópico (por cierto hoy mismo en proceso de demolición). Las Hermanas Julián pasaron largas temporadas aquí con la asistencia diaria de Germán Valdez Tin Tan, vecino de Ramiro Reyna, Sevavep, en la colonia Progreso. Tanto amor que hará su esposa a Rosalía para dar vida a Rosalía Valdez Julián, hoy actriz y cantante.

La Zonaja

Alfonso Aznar, por mucho tiempo gerente de la distribuidora Dodge de Acapulco, encabezaba a un grupo de matrimonios asiduos asistentes a los estrenos en la “Zona de Tolerancia”, “Zona Roja” o simplemente “Zonaja”. (El segundo, título de una película del Indio Fernández, filmada aquí mismo). Empezaban en el cabaret Río Rita donde se presentaba el mejor chow del puerto con la sensacional Talúa y sus bailes sicalípticos; el fonomímico chileno Hugo Goodman y la excelente cantante vernácula Manolita Arriola (Goodman, a propósito, vuelve a Chile para festejar la llegada de Pinochet y a la tercera noche en su patria es acribillado a tiros por no obedecer el alto en un retén militar). ¡Ay, Acapulco!

Las noches de ayer… y mucho más. Arturo Escobar García. Acapulco, 2007