EL-SUR

Viernes 19 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

¿Podrá regresar al poder el Movimiento Al Socialismo en Bolivia?

Gaspard Estrada

Septiembre 23, 2020

Para mi padre Oscar Estrada (1955-2020).

La semana pasada una encuesta de opinión realizada por un consorcio de universidades y medios de comunicación suscitó una avalancha de reacciones políticas en Bolivia: por primera vez desde el principio de la campaña presidencial, el candidato del partido Movimiento Al Socialismo, Luis Arce, está en posibilidad de ganar la Presidencia de la Republica ya en la primera vuelta, sin tener que enfrentar un balotaje frente al candidato de la derecha. En efecto, la ley electoral boliviana estipula que para que un candidato pueda ser electo desde la primera vuelta es necesario que el candidato puntero obtenga más de 40 por ciento de los votos, y que la diferencia entre el primer y el segundo lugar sea de más de 10 por ciento de los votos. Y justamente, fue el llegar al límite inferior de estos requisitos por parte de Evo Morales, lo que provocó la crisis postelectoral que vivió Bolivia en octubre pasado.
En efecto, la candidatura a la reelección del entonces presidente Morales había suscitado numerosas críticas. El rechazo de Morales de aceptar el resultado del referéndum de 2016 que buscaba cambiar la Constitución –que él mismo promulgó en 2009– con el objetivo de permitir la reelección indefinida (incluida la suya), provocó un distanciamiento de un sector considerable de las clases medias urbanas, que fueron –junto con el sector más pobre de la población– los mayores beneficiarios de los gobiernos del MAS. De manera que durante la elección presidencial pasada, Evo Morales difícilmente superó la marca del 40 por ciento, indispensables para evitar una segunda vuelta. Todos los sondeos realizados en aquel entonces mostraban que Carlos Mesa, ex presidente de Bolivia (2002-2005) y candidato de una coalición de centro-derecha, se impondría frente al antiguo dirigente cocalero. Por ende, la estrechez del resultado la noche de la primera vuelta, el 24 de octubre, generó una crisis política mayúscula. Y la Organización de los Estados Americanos (OEA), que llevaba a cabo una misión de observación electoral, contribuyó a profundizar la polarización política, tomando partido a favor de la oposición de derecha. Para ello, no tuvo problema en presentar un informe electoral con informaciones mentirosas, que alimentaron la narrativa de los candidatos de la derecha, como Carlos Mesa y Fernando Camacho, en contra del gobierno de Evo Morales, lo que contribuyó de manera decisiva al deterioro progresivo de la gobernabilidad del país. Las marchas, pacíficas y violentas, impulsadas por ambos bandos, aumentaron la polarización política de Bolivia, que desembocó finalmente en la renuncia del presidente Evo Morales tras la abierta presión del ejército y de la policía para que lo hiciera.
La paradoja del momento boliviano actual es que, a pesar de todo, del exilio forzado del ex presidente Evo Morales y de buena parte de su gabinete, las encuestas de opinión dan muestra de la estabilidad del cuadro electoral en Bolivia. La fuerza político-electoral del partido de Evo Morales se ha mantenido intacta, en parte por su enraizamiento popular (y la existencia de movimientos sociales poderosos), y también por los malos resultados del gobierno encabezado por Jeanine Añez. Esta última, al faltar a su compromiso de no usar su cargo como presidenta para mantenerse en el poder al presentar su candidatura presidencial, vio disminuir su respaldo dentro de la clase media. También, al llevar a cabo actos autoritarios en contra del MAS y de los periodistas críticos a su gestión, perdió buena parte de su discurso político. Finalmente, su mala gestión de la pandemia –Bolivia es uno de los países latinoamericanos más afectados por el Covid-19– agravó la crisis sanitaria, económica, social y política que vive el país. Fue ante este verdadero desastre que Añez decidió bajarse de la contienda electoral, para evitar que el voto de la derecha (y de la extrema derecha) se divida y permita que el ex ministro de economía de Evo Morales, Luis Arce, venza en primera vuelta. El problema para la derecha boliviana es que, contrariamente al año pasado, será mucho más difícil que los votantes se sumen a la candidatura de Carlos Mesa. Pero la partida tampoco está ganada de antemano para el MAS: Arce tendrá que ir más allá del 40 por ciento para que su victoria sea inobjetable. En el caso contrario, es posible que la polarización política en Bolivia se agudice después de la primera vuelta electoral.

* Director Ejecutivo del Observatorio Político de América Latina y el Caribe (OPALC), con sede en París.

Twitter: @Gaspard_Estrada