EL-SUR

Martes 23 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Poesía y poema

Florencio Salazar

Noviembre 25, 2021

 

El verso cae al alma como al pasto el rocío. Pablo Neruda.

Fui a Tizayuca a leer en el Festival Internacional de Poesía, invitado por su organizador Jorge Contreras Hernández. Coincidí en la mesa con el reconocido poeta Pedro Serrano. Leí textos de Vientos de distintos lados y ¿Dónde está el perfume del árbol más reciente?, este libro más de Leticia Zubillaga, que mío; lo ilustró y lo hizo posible.
La primera lectura fue en la plaza pública. Ahí nos reunimos con poetas procedentes de varios estados de la República y de América Latina. A las seis de la tarde empieza a palidecer la luz y el viento a hacer de la suyas. Un frío ligero y grato se fue convirtiendo en cuchilladas heladas. Aparecieron gruesas chamarras, capas y bufandas. Los hidalguenses se mantuvieron sin mayor cuidado.
De toda la creación literaria la poesía es un misterio. De una idea, un sueño, una imagen, puede surgir una palabra, de la palabra un verso, del verso un poema. Lo notable es que del poema surja la poesía. El poema es la estructura, la técnica de la escritura, desde el clásico soneto hasta las diferentes formas poéticas.
Las formas tradicionales de la poesía van de bajada. Con excepción del soneto –prototipo de la poesía clásica– las décimas, octavillas, etc., son obsoletas. El verso libre parece abrir la puerta a cualquier poseedor de un lápiz o una tecla, como si tratara de escribir líneas y líneas, de diferentes extensiones, unas debajo de otras, olvidando la acentuación silábica, sin la cual no hay ritmo posible. Carlos Pellicer otorga la clave: “El ritmo camino del poema / se adhiere a la intacta sospecha de una yema” (Discurso por las flores).
Dos son los elementos imprescindibles en la escritura poética: la metáfora y el ritmo, con el fin de que haya resonancia verbal e imaginativa y transmita emoción. El poeta debe leer y escribir constantemente, para unir el conocimiento a la experiencia, esa invaluable información que almacena la memoria. Gabriel Zaid señala: “Tiene que aprender a desarrollar una idea en vez de soltar un aforismo”, pues en poesía el centro de atención está palabra por palabra y “un descuido se nota más y daña más en un poema”. (Leer poesía).
Afirmar que es más importante leer que escribir, es el modo que emplea Jorge Luis Borges para decir que sin lectura no hay escritura posible. La lectura amplía el lenguaje y estimula la imaginación. Hay que sujetarse de esa soga para pasar de un árbol a otro, de la belleza reverdecida con la luz matinal a la oscuridad que refleja nuestros peores temores. La misma imagen con diferente luz, en distintos momentos, remite a distintos paisajes. La poesía configura lo impensable, es decir, la sustancia gramatical, estética, emocional y filosófica, que produce imágenes, emociones, con el deseo de procesarlas en la imaginación.
Seguramente hay muchos poemas observables respecto a su construcción, y a pesar de ello tienen poesía, como lo demuestra el mismo Borges al analizar el soneto de Quevedo al Duque de Osuna: “Lloraron sus envidias una a una/ con las propias naciones las extrañas”, indicando que estos dos versos no tienen mayor resonancia poética y obedecen “a la necesidad de elaborar un soneto”, pero todo lo demás es poético.
Aún cuando asumimos poema y poesía como sinónimos, no lo creo así. Me ha llevado años comprenderlo. Poema es la estructura que contiene la composición en verso. La poesía es la belleza, el sentimiento, la imaginación que puede suscitar el poema. El poema no necesariamente contiene poesía. La poesía puede ocupar el poema; sin embargo, siempre habrá poesía fuera del poema.
La poesía es anterior al lenguaje. Hasta nuestros días es explicable pero indefinible. Hay tantas definiciones de poesía como poetas, pero ninguna universalmente aceptada. En la estética de la recepción, ¿cómo podría el autor transmitir al lector la belleza de un ocaso, la sensación de una caricia o el olor de un perfume? Puede, sí, dar su versión: el sol se oculta en el horizonte, tocamiento delicado al cuerpo y aroma grato que se percibe a través del olfato.
Pero las anteriores definiciones no trasmiten la belleza de lo que vemos, sentimos, percibimos, puesto que el diccionario no es un libro de poesía. La mejor descripción siempre será insuficiente respecto a lo que registren nuestros sentidos. Antes de que un ser humano se comunicara verbalmente con otro contemplaba el cielo, las estrellas, la selva, el de-sierto, la lluvia, la tormenta, el fuego volcánico. Todo es belleza, incluyendo lo que no parece; Umberto Eco lo tiene consignado en La belleza de lo feo. “La primera –dice Paul Valéry– y más significativa de las creaciones poéticas es el lenguaje”. (De Poe a Mallarmé).
Mallarmé ha dicho que el primer verso lo dicta Dios y los demás son responsabilidad del poeta. Ese primer verso es el que inspira, del cual habrá que sujetarse para escribir el poema con poesía. Hay que leer y escuchar con atención la lectura del poema para que no falle al oído, como diría José Gómez Sandoval. (El poeta nadaísta Jaime Jaramillo Escobar afirma que el poeta que no sabe bailar no tiene sentido del ritmo).
La poesía seguirá siendo un misterio que cada poeta debe desentrañar. Ella toca de distintas formas a la puerta del autor, y a veces pasa sin tocar. Caso notable la composición de La Marsellesa del capitán Rouget de Lisle, en 1792. Relata Stefan Zweig en El genio de una noche: el capitán se encontraba en la taberna cuando escuchó la proclama para componer un himno a la Revolución Francesa. Rouget de Lisle se retira a su buhardilla y ahí escribe el himno glorioso. Esa fue la única composición de toda su vida (Momentos estelares de la humanidad).
Del verso la duda, la ambigüedad. Desde el acantilado arrojarse a las profundidades.