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Guerrero, México

Opinión

AGENDA CIUDADANA

Política: crimen por otros medios

Lorenzo Meyer

Febrero 23, 2017

Como sociedad, es suicida mantener el rumbo que llevamos. El alto grado de corrupción ya hace inefectivo a México como país con un Estado moderno y lo degrada a uno de régimen extractivo y depredador.

“La política en México no era [es] otra cosa que la continuación del crimen por otros medios”. Esta definición, inspirada en Carl von Clausewitz, es la que, como resultado de su brutal experiencia, nos lanza Javier Sicilia en su último libro, El deshabitado, (Grijalbo, 2016, p. 63). Se trata de una definición parcial, pero no falsa. El reto no es desmentirla sino actuar para hacerla obsoleta.
Hoy, en nuestro país, la corrupción alcanza niveles para los que los conceptos como “escandalosos” o “desenfrenados” se quedan cortos. La tolerancia y la complicidad de la red de instituciones que teóricamente debería frenar y castigar a los responsables –desde la Procuraduría General de la República, la Secretaría de la Función Pública y el Poder Judicial hasta los legisladores y sus partidos– es, en realidad, un sistema armado a lo largo del tiempo para impedir llamar a cuentas a los grandes corruptos y corruptores. Obviamente esos corruptos no se encuentran sólo en el espacio gubernamental, actúan en todos los ámbitos de la sociedad.
El caso más reciente y notable de corrupción sistémica y de su encubrimiento, es el de Javier Duarte, ex gobernador de Veracruz y que hoy se esconde no de una justicia que en realidad lo solapó siempre, sino apenas de la mirada pública. El hartazgo y la ira de esa mirada no se dirige sólo contra Duarte y los suyos en Veracruz, sino contra toda la estructura de autoridad y poder del país. La Auditoría Superior de la Federación (ASF) presentó 85 denuncias penales por actos de simulación en 15 gobiernos estatales. Esa simulación consiste en esconder desvíos en el manejo del presupuesto, moviendo temporalmente recursos de una partida para tapar faltantes en otra, al punto que administrar lo público es saber hacer un hoyo presupuestal para tapar otro en un juego sin fin.
La revisión de las cuentas de los gobiernos salientes de Veracruz, Chihuahua y Quintana Roo, resulta muy reveladora de la naturaleza de ese juego de simulaciones al mostrar, finalmente, faltantes por 97 mil millones de pesos (Reforma, 14 de noviembre, 2016). El responsable de la ASF, Juan Manuel Portal, ya ha calificado de “histórico” el monto de las anomalías en las cuentas dejadas en Veracruz por un Duarte que al inicio fue reputado por el presidente Enrique Peña Nieto como ejemplo del “nuevo PRI”. Un informe del auditor local veracruzano da la dimensión de lo “histórico” del personaje: el monto por “solventar” de su gobierno asciende a 55 mil millones de pesos (El Universal, 16 de febrero).
La gran empresa constructora brasileña Odebrecht, fundada hace más de setenta años y que tiene contratos en toda América Latina, Estados Unidos, Europa, África y Asia, es otro caso paradigmático. Sus representantes confesaron durante un juicio que tuvo lugar en Nueva York en diciembre pasado, que su empresa había montado una oficina especializada en ofrecer y manejar sobornos para conseguir contratos. Un soborno relativamente pequeño –10.5 millones de dólares en un contrato de 39 millones de dólares–, fue dado a funcionarios de Pemex en México. Sin embargo, se sabe qué desde 2010, Odebrecht firmó todo un rosario de contratos con la petrolera mexicana hasta sumar 5 mil 200 millones de dólares. Muchos de estos convenios se hicieron sin licitación y no obstante que Pemex ya había sido advertida de las prácticas irregulares de la empresa brasileña que, sobre la marcha, aumentaba el costo de las obras de manera notable –un contrato en Minatitlán, por ejemplo, se pactó inicialmente en 635 millones de dólares, pero luego le agregaron 420 millones más, es decir un aumento del 66%– y que, además, incumplía con los plazos de su entrega. Todo indica que Pemex asumió esos incumplimientos sin chistar, (Raúl Olmos y Daniel Lizárraga / Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad, en Aristegui Noticias, 15 de febrero).
Si el único soborno a Pemex admitido hasta ahora en Estados Unidos por Oderbrecht fue el ya mencionado (10.5 millones de dólares en un contrato de 39 millones), es válido preguntarse ¿cuál podrá haber sido el total de sobornos requerido para lograr contratos por 5 mil 200 millones de dólares? De mantenerse la proporción del único que se conoce –27%–entonces la cifra rondaría en los ¡mil 404 millones de dólares!
Quienes han controlado al Estado mexicano contemporáneo, le han convertido en una estructura muy eficiente para extraer recursos a la sociedad vía la corrupción. En tales condiciones, ningún auténtico proyecto nacional puede florecer, incluso si se tratase de uno de derecha. Así pues, el desastre del gobierno del “nuevo PRI” en Veracruz (“sí merezco abundancia” escribió repetidamente la esposa del gobernador Duarte) o el de Pemex –un país petrolero que debe importar la mitad de su gasolina porque sus seis refinerías simplemente no fueron puestas al día y el crimen organizado perfora sus ductos y robo a combustible a voluntad– son sólo dos entre un enorme abanico de ejemplos disponibles.
La corrupción está haciendo a México inviable, por inefectivo, como Estado moderno de derecho y, además, lo ha debilitado frente a un gobierno norteamericano que le trata como el indeseable de la América del Norte.
Sería socialmente suicida tolerar que la política siga siendo lo que asegura Sicilia que es: la continuación del crimen por otros medios.
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