EL-SUR

Martes 23 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Política en cinco actos

Héctor Manuel Popoca Boone

Enero 15, 2004

 

 

Acto uno. Un gobernante pretende una reforma al sistema de impuestos establecido Lo propone al poder legislativo respectivo y no se la aprueban. Él es tildado, por la crítica política, como un gobernante inepto, de no saber negociar e incapaz de construir consensos y acuerdos. Por su parte, los diputados, por no votar favorablemente la propuesta, son apostrofados de inútiles, incompetentes, rémoras paralizantes y saboteadores de la buena marcha de la nación.

Acto dos. Un gobernante presenta su propuesta anual de presupuesto de egresos de los recursos públicos al poder legislativo correspondiente y se la aprueban en lo esencial con pequeñas modificaciones. Inmediatamente la crítica política lo señala como un gobernante mañoso, artillero perverso, habilidoso para sobornar y cañonear a la mayoría de los diputados que votaron a favor de su propuesta. Estos a su vez, de lo menos que los etiquetan es de ser marionetas o subordinados acríticos y cohechados del gobernante.

Mensaje cultural en el intermedio de la obra: en el contexto de los análisis políticos a veces lo esquizoide se sobrepone a lo ecuánime y ponderado.

Acto tres. Los diputados entran en la escena y se presentan ante el público respetable. Son formalmente representantes populares, es decir, portavoces del sentir mayoritario de los ciudadanos que habitan su distrito electoral y por lo tanto, sus pronunciamientos y el sentido de su voto parlamentario debería ajustarse a dicho sentir. En los hechos, esta actuación no sucede así, porque en realidad son, antes que nada, comisionados oficiosos de sus partidos políticos y sus actuaciones se ciñen, casi indefectiblemente y en la mayoría de los casos, a las consignas que indiquen sus organizaciones políticas. Ay de aquel que no lo haga de esa manera, porque inmediatamente será denostado, anatematizado y casi expulsado de su partido. Estamos pues, ante la presencia omnímoda de la partidocracia y de la oligarquía de políticos que controlan dichos organismos políticos y a sus lastimeros diputados.

Acto cuatro. Desde el fondo del escenario, la mayoría de la clase política recita en coro que la democracia es el sistema político menos malo para la humanidad. Uno de ellos va al proscenio y declama estentóreamente que siempre debe prevalecer el sentir mayoritario de los ciudadanos, de los agremiados, de los militantes o de los representados según sea el ámbito y el espacio del ejercicio democrático. Además hace votos públicos porque la participación democrática se exprese en forma traslúcida, incluyente y de cara al populum.

Acto cuatro bis. Mientras tanto, tras bambalinas y en lo oscurito, las decisiones y las definiciones políticas las toman las cúpulas de los dirigentes, en conciliábulos de iluminados, dentro de la burbuja de los iniciados, en donde se imponen los designios de la cofradía de los jefes políticos reales de los partidos, corrientes, tribus etc. en un contexto donde lo menos que se toma en cuenta es el parecer y los intereses de las mayorías y lo más, los particulares de los grupos. Es lo que Lenin llamó el centralismo democrático. Estamos ante la presencia, en los hechos, de un paternalismo autocrático democratoide que siempre será la semilla perenne para que se desarrollen y florezcan los caciques, los caudillos, los redentores y los dictadores de toda ralea.

Acto cinco. Se abre el telón y aparece la egregia figura del filósofo de Güemes que con hilarante gesticulación dice que buena parte de los políticos se parecen a los bikinis: enseñan casi todo, menos lo fundamental. También a los embragues de los autos: porque primero meten la pata y luego hacen los cambios. O a las carretas: entre más vacíos más ruido hacen. O a los ombligos, porque están en medio de uno y no sirven para nada. O a los pericos, porque dicen lo que saben y no saben lo que dicen. O a los cocodrilos, hocicones, arrastrados y con una larga cola. O a las computadoras, porque no son capaces de pensar por sí mismos. O a los peces: mueven la boca pero no dicen nada. O a …, se cierra el telón intempestivamente sin que termine Güemes su perorata sobre los políticos.

Mensaje cultural al finalizar la obra: la democracia real no es al final de cuentas más que un baile y desfile de máscaras con retórica de carnaval. (Grandes, prolongados y efusivos aplausos del público asistente a la obra.)

 

PD1. Las cabezas autoritarias siempre quieren el acatamiento por decreto y rechazan la pedagogía de la razón y del convencimiento: Juan María Alponte.

PD2. Para algunos políticos, el arte y la destreza estriban en nadar de a muertito para que las olas crispadas de la política no los revuelque; teniendo siempre presente que el piélago no es como lo pintan.

PD3. Es cierto, no es correcto que uno o dos decidan en el PRI de Guerrero. Que sean tres. ¡Uff!