EL-SUR

Jueves 25 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Polvos de abril

Andrés Juárez

Mayo 09, 2020

En este caso tiene razón, si bien con un discurso limitado: desde el momento en que las cifras oficiales dejaban claro que el país había dejado de crecer, que pasó por estancamiento y que entraba en recesión, el presidente de la República ha repetido que ha llegado el momento de cambiar la narrativa y las expectativas respecto al crecimiento. “Es tiempo de dejar de hablar de crecimiento y hablar de desarrollo, de bienestar”; es tiempo de dejar de expresar el bienestar del país en términos de Producto Interno Bruto, ha dicho Andrés Manuel López Obrador y en eso tiene razón. Aunque la alternativa que propone sea insuficiente.
La Covid-19 desató “tornados” a nivel global que han obligado a mantener una larga cuarentena a unos 4 mil millones de personas. En términos de movilidad, de turismo, de consumo de alimentos y de desecho de materiales, el mundo ha podido disfrutar, por ello, de un brevísimo respiro. Con mayor frecuencia hemos leído reportes de ciudades con aire y agua descontaminados, reportes gráficos de fauna silvestre reclamando playas y avenidas. El precio del petróleo se fue a niveles negativos, algo sin precedente. Entrecomillo tornados porque no encuentro un fenómeno de la naturaleza que se asemeje mejor a lo que hemos vivido. Ha sido repentino, seco y la única salida es guardarse en el sótano y salir sólo hasta que haya pasado para ver el desastre que dejó atrás. Volveremos a salir a observar de lejos los polvos de abril.
En paralelo a la consolidación de lo que se ha llamado periodo neoliberal se han ido consolidando también ideas de postdesarrollo, buen vivir y decrecimiento. Tres contrafuertes para intentar detener las aguas poderosas del crecimiento económico sin límites en un mundo con recursos finitos. Y es ahí donde encuentro insuficiente que el presidente incluya “desarrollo” y “bienestar” en su lenguaje, porque esos dos conceptos son únicamente paliativos a los efectos del mismo sistema neoliberal que pretende derruir. Se trata de pensar más allá del desarrollo, de replantear el significado de vivir bien y de encontrar la prosperidad sin crecimiento. El freno de emergencia que trajeron los “tornados” de la Covid sólo podría tener sobre el medio ambiente un efecto indeseado de rebote: mientras desde los gobiernos y desde las personas no se entre a discutir esa sutil diferencia conceptual, saldremos a doblar el consumo en todos los sentidos con las peores consecuencias ambientales.
En el ambientalismo se espera una ralentización de la economía, sí, pero no de golpe ni de manera forzada por las circunstancias sino de manera profunda en todos los niveles de la existencia. Es decir, en vez de acumular sueños, planes, energía y dinero para salir del confinamiento a viajar por el mundo o a las compras compulsivas, es deseable para el bien común pensar cómo nos reconectaremos con el barrio, con la comunidad, con el consumo local y con los espacios naturales de una forma distinta. Aquí, la toma de posición presidencial adquiere una relevancia mayor. El poder que ejerce todos los días con su comunicación no debe ser pasivo y quedarse en el discurso que nació con la Segunda Guerra Mundial sobre el subdesarrollo y el crecimiento, sino encaminarse a configurar activamente una respuesta colectiva, a tener influencia sobre el actuar común y el mutuo entendimiento, a establecer intereses y valores. En este sentido, le vendría muy bien una desempolvada al discurso presidencial y también repensar la estrategia de bienestar (seguridad social y fortalecimiento comunitario en lugar de subsidios al individualismo).
López Obrador tiene razón en que el crecimiento del PIB, de las reservas, de las ciudades y de la población no puede seguir siendo aspiración ni parámetro; una pandemia como la que experimentamos nos ha develado la imposibilidad del modelo. Pero yerra al limitarse en proponer desarrollo y bienestar, ya que el neoliberalismo tiene su propia idea de desarrollo y de desarrollismo progresista. De nada sirve hablar de bienestar por transferencias de recursos a los más pobres, si ellos se van a gastar esos recursos en comida chatarra, muchas veces hasta en las tiendas del Segalmex.
Se trata de pensar más allá del desarrollo, de abrir espacios en el discurso y en la práctica para crear nuevas formas de existir, y de dejar flotar a las alternativas que se han mantenido ocultas, entre otras razones, porque fallan en alimentar el sistema de mercados. Espacios “donde las posiciones de postdesarrollo aglutinan una diversidad de corrientes con ambiciones descolonizantes, apuntando al desmantelamiento y la desactivación de los aparatos de poder, mitos e imaginarios que están en la base del actual modelo de desarrollo” (Arturo Escobar, antropólogo colombiano considerado padre del postdesarrollo).
Las refinerías traerán desarrollo, dice el presidente. El tren maya traerá desarrollo. Hoteles en las costas, minerías a cielo abierto con sus inversiones millonarias, agroindustria rapaz, todo traerá desarrollo. Así, se desprotegen territorios, se obligan las migraciones forzadas, se gentrifican barrios urbanos con desplazamiento de grupos vulnerables.
Cuando terminemos la cuarentena nos toparemos con un mundo que tomó un respiro y nos confrontaremos con nuestra propia hambre de comérnoslo. Mientras que el modelo de desarrollo actual habrá encontrado nuevos bríos en viejos gobernantes. Es momento de que desde lo local y comunitario se ponga al frente el buen vivir y la prosperidad sin crecimiento, conseguir ese entorno en el que cada persona pueda florecer sin darle sombra a los demás, si no queremos volver a padecer los mismos polvos de abril.

La caminera

A un año y medio del inicio del sexenio, el paisaje alimentario de las comunidades rurales sigue siendo violentado desde la misma infraestructura del Estado. Las tiendas Segalmex continúan distribuyendo alimentos ultraprocesados y la chatarra de siempre. ¿Y la seguridad y autosuficiencia alimentaria?

@feozem