EL-SUR

Viernes 26 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

¿Por qué no vino a Guerrero?

Abelardo Martín M.

Febrero 16, 2016

Todo jefe de estado, en el caso de México, hasta los más modestos presidentes municipales o funcionarios de quinto nivel, tienen un aparato de “logística” y “avanzada” para que cuando llegue el funcionario encuentre todo en orden y se autosatisfaga o sienta que todo va bien. El papa Francisco es proclive a rechazar todo maquillaje y prefiere, en vez del camionetón apantallante, el modesto Fiat.
Sin duda, Guerrero reúne todos los defectos para haber sido escogido por el Pontífice romano en su recorrido por México. El estado es violento, la pobreza ofende, la gobernabilidad brilla por su ausencia y los políticos tienen todos los defectos que ha señalado con insistencia el obispo de Roma: están tentados por el afán de riqueza, la vanidad y el orgullo. O sea que buscan, también como lo dijo con claridad, el dinero, la fama y el poder. Así, o más claro.
En Ecatepec, un ejemplo claro de improvisación, miseria y muchos otros agravantes de lo que el no desarrollo produce, el papa Francisco fue tajante: al diablo no se le habla, no se le contesta. Es decir, debiera tenerse lo que Giuliani, el alcalde neoyorquino que estableció tolerancia cero frente a la violación a la ley. Así con el demonio, no debe tolerársele, a riesgo de sucumbir convencido por sus ardides. Así sucumben los gobernantes frente a la tentación de la riqueza, la vanidad y el orgullo. Lo peor es que esa enseñanza, o mejor dicho, ese mal ejemplo cunde y hace escuela.
Sí no, veamos un ejemplo: Prácticamente desde el inicio del año, un paro organizado por los alumnos y trabajadores de un “sindicato independiente” tiene cerradas las instalaciones del Instituto Tecnológico Superior de la Montaña. El movimiento tuvo como origen el nombramiento del nuevo director del Instituto, a quien los inconformes se negaron a reconocer, y exigieron su destitución.
La lograron rápidamente, pero ello no dio fin al paro. Como ocurre con frecuencia en este tipo de situaciones, nuevas demandas se han ido agregando a la inicial. A la fecha van en que, a cambio de reconocer al funcionario que interinamente ha sido ahora designado para dirigir la escuela, los paristas exigen ser ellos quienes nombren a los titulares de las subdirecciones Administrativa y Académica.

La estrategia es muy simple: será la masa amorfa de alumnos y sindicalizados, pero en realidad sus líderes, quienes decidirán sobre presupuestos, contrataciones, planes de estudio y sobre el personal académico, quienes mandarán en una palabra, mientras que el director ahora sí aceptado por todos, no será más que una figura decorativa, que no podrá ni levantarle la voz a sus subalternos, menos decidir cualquier asunto de relevancia.
Está por verse que los paristas logren su (des)propósito. No sería extraño en una entidad en que las escuelas normales se manejan por asamblea de los estudiantes y, como en el caso de Ayotzinapa, se pasaron todo un año sin clases, aunque extrañamente todos los alumnos aprobaron sus inexistentes cursos, aceptaron nuevos estudiantes para el actual año lectivo, y por supuesto disfrutaron de los recursos oficiales completos e incluso incrementados, medida tomada sin duda desde los gobiernos federal y estatal para atemperar el conflicto de todos conocido.
Lo logren o no, por lo pronto no hay clases en el Tec de la Montaña, y ni los estudiantes en rebeldía, ni los maestros o trabajadores que los apoyan, ni la sociedad de la que forman parte, parecen darse cuenta del grave daño que recibe la institución educativa, que no fue instalada ahí por la ocurrencia de algún funcionario deschavetado, sino en la convicción de que el mejor instrumento a largo plazo para abatir la pobreza de una región, es que las nuevas generaciones tengan para empezar oportunidades educativas del más alto nivel, preferentemente en el conocimiento tecnológico que se ha vuelto indispensable para quien quiera desempeñarse actualmente en el mundo.
Dejar el gobierno de una institución educativa a la comunidad escolar pudiera verse como un sueño democrático para algunos activistas desorientados. Pero se trata de una idea perversa sobre cuyos resultados no es necesario elucubrar. Basta voltear de nuevo a la experiencia de las normales, las de Guerrero y las del resto del país, donde se han dado estos procesos de apropiación de las escuelas, y ver las atrocidades que produce la voluntad tumultuaria e inestable de un grupo de rijosos que habla en nombre de una mayoría a la que se imponen por su audacia, y cuando es necesario, por la violencia.
Es difícil predecir cuánto durará el cierre del Tecnológico de la Montaña. Un paro largo siempre amenaza la posibilidad de concluir adecuadamente el semestre. Y aunque ello se logre, la dinámica de aprendizaje se ha roto y difícilmente se recupera en el corto plazo, independientemente de las adecuaciones formales al calendario.
Pero más allá de la coyuntura, si los paristas persisten en el disparate de nombrar ellos a sus autoridades, lo de menos es cuando se reabran las puertas de la institución.
Porque cuando se reanuden las actividades en el esquema que pretenden los disconformes, se habrá cancelado toda pretensión de ofrecer una institución de calidad educativa que prepare a las nuevas generaciones de guerrerenses de la Montaña, y los incorpore con éxito al mercado de trabajo.
Y es eso, el futuro de los jóvenes de la Montaña, los más pobres en una entidad mayoritariamente pobre, a lo que se le da un golpe y se le cancela una esperanza.
¿En qué estarán pensando los paristas del Tecnológico? Evidentemente no en las palabras del papa Francisco, cuyas consecuencias irán penetrando poco a poco. El afán de imagen, de poder y de dinero, si los tres juntos, son el cáncer que invadió el servicio público, y por más que el pontífice romano lo diga y lo repita, para eso hay oídos sordos y ojos que no ven porque habría que renunciar no al puesto, sino a formas de conducta que son cada vez más escandalosas y dañinas, aunque los funcionarios no se den cuenta, aunque la visita haya sido fugaz, pues en 36 horas Francisco ya estará lejos, muy lejos y el deterioro de Guerrero y del país continuará como si nada hubiera pasado.
Afortunadamente sí pasó, y las consecuencias se irán produciendo poco a poco.