EL-SUR

Martes 23 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Por una reforma monetaria

Aurelio Pelaez

Mayo 16, 2006

 

–No señor, este billete está roto –te dice el taxista.
–¿Roto, de dónde? –y el usuario revisa el billete de 20 pesos y le ve un hoyito por ahí, huellas de alguna grapa mal puesta, algún pellizco de una caja registradora, o simplemente está gastado.
Entonces a sufrir. A buscar monedas en el bolso, donde no las hay. A pedir prestado en la oficina o a llamar a gritos a tu casa para que busquen las monedas de a peso que dejaste en el cenicero.
Mala idea esta la de poner a circular billetes de plástico. Seguramente, digamos, de Guillermo Ortiz, el presidente del Banco de México, o de Francisco Gil, el secretario de Hacienda. Ambos, que en su vida le han hecho la parada a un taxi, salvo en París o en Nueva York, cuando acuden a las cumbres internacionales bancarias y el chofer se les perdió en alguna calle o lo deportaron por ser mexicano.
Porque si uno se fija bien, todos los billetes de veinte pesos traen algún defecto, empezando porque son más chicos que los normales, de papel, y se extravían en las carteras. Luego, al sacarlos, por alguna razón se doblan y crujen, ya están rotos aunque sea un milímetro, suficiente para que la cajera de Oxxo te los devuelva.
Ya en tu caja de regreso, retiras el billete de 20 pesos de la cartera, resignado porque si ya no pasó en el taxi o en el Oxxo, ya está pelas. Con tantos billetes rebotados, ya se puede hacer una buena cortina, de suficiente tamaño como para colgarla como biombo.
A uno se le ocurre que una medida práctica para que los billetes de a 20 no salgan de circulación de improviso, que se les ponga fecha de caducidad. Digamos, ‘este papel es válido hasta el 1 de enero del 2007’, con lo cual te ahorrarías muchas broncas y desaguisados, como el de hace cinco años, cuando el propio Banco de México emitió una moneda de 20 pesos que después desconoció.
O por lo menos eso pasó en el imaginario colectivo. “Esta no vale”, te dijo el taxista por esos años. Y le ruegas, le suplicas que te la reciba, que es real. “No vale”, te contesta con indiferencia, y vas a la tienda y compras un par de cervezas para tener cambio y pagarle. Y la tendera no tiene cambio del billete de 500, le pides prestado y ahora ya tienes 40 pesos menos. Joder.
Los taxistas acuciosos y las vendedoras del Oxxo también tienen una técnica infalible para detectar billetes rayados. A la menor sospecha de algo escrito te regresan el billelle: “Es que ya no me lo reciben los clientes”. Y ahora tienes 200 pesos menos. Y si recuerdas, la culpa de que los regresen la tiene el PAN, cuando a finales de los años ochenta se dieron a la tarea de poner leyendas a favor de su partido en estos papeles de cambio, y entonces el Banco de México y Hacienda, con la mano en la cintura decretaron que los billetes con leyendas ya no tenían valor, y por consiguiente miles de mexicanos fueron 100 mil pesos (después les quitarían tres ceros) más pobres.
Lo jodido del asunto es andar con un billete de 20 pesos medio roto y con otro de 200 con unos rayones que nadie te recibe. Y en sábado y tus amigos te esperan en el bar. Qué país. Por eso urge el cambio.