Marcial Rodríguez Saldaña
Julio 13, 2023
Conocí personalmente a Porfirio Muñoz Ledo en esporádicas ocasiones en el movimiento popular electoral de 1988, en la sucesión presidencial.
Junto con Cuauhtémoc Cárdenas, Ifigenia Martínez y otros dirigentes del PRI, habían formado la Corriente Democrática para demandar al interior de ese partido un proceso democrático de selección de su candidato presidencial, para terminar con la práctica autoritaria de designación unipersonal del Presidente en turno.
No fueron escuchados, fueron minimizados, satanizados y optaron por romper con el PRI, postulando a Cuauhtémoc Cárdenas como candidato a Presidente de la República por el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM), por el Partido del Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional (PFCRN), por el Partido Popular Socialista (PPS), que en elecciones anteriores habían apoyado al candidato presidencial del PRI.
Una parte de la izquierda que ya en ese periodo era proclive a participar en las elecciones, que provenía del Partido Comunista, ya conformada en partido político en ese entonces como Partido Mexicano Socialista (PMS), había postulado a un destacado luchador como Heberto Castillo Martínez, quien consciente de la dificultad de ganar y derrotar al PRI, decidió unirse a Cuauhtémoc Cárdenas.
Otra parte de la izquierda, afín a la Revolución Cubana, a Fidel Castro, a Ernesto Che Guevara, a movimientos revolucionarios de América Latina, a las guerrillas de Genaro Vázquez y Lucio Cabañas, al movimiento estudiantil de 1968, a los movimientos sociales y populares, se habían expresado en contra de las elecciones, por considerar que eran fraudulentas y que sólo servían para legitimar al régimen. Pero en el contexto de esa elección presidencial, la mayoría de estos grupos decidieron participar en las elecciones, unos apoyando a Cuauhtémoc Cárdenas y otros a Rosario Ibarra de Piedra, postulada por el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT).
Muñoz Ledo, fue uno de los principales promotores de la ruptura con el PRI y de la formación de una amplio frente popular electoral en 1988, que puso en jaque al sistema de partido hegemónico. La elección resultó un gran fraude electoral y vino la imposición de Carlos Salinas de Gortari, candidato del PRI como presidente.
Cárdenas, Muñoz Ledo, Ifigenia Martínez, Heberto Castillo y los dirigentes de ese movimiento popular electoral se abocaron a la formación de un nuevo partido, de ahí nació el Partido de la Revolución Democrática (PRD), para oponerse al régimen autoritario, al modelo neoliberal.
El primer presidente del PRD fue Cuauhtémoc Cárdenas, luego Muñoz Ledo, quien se convirtió en un férreo impulsor de la democracia en nuestro país, mediante un proyecto que lo mantuvo a lo largo de su vida que fue la Reforma del Estado. Fue presentando y logrando que se aprobaran iniciativas políticas para destruir las prácticas y normas del régimen autoritario, para dar paso de manera progresiva a nuevas reglas de un sistema político democrático. Para ello, desde al ámbito académico o parlamentario organizó múltiples eventos de debate, que culminaban en proyectos democráticos innovadores como la propuesta de nuevas constituciones de los estados -las cuales se materializaron como la de Guerrero, que elaboramos juntos, y de la Ciudad de México- y una nueva Constitución Política de la República, aprobada por un Congreso Constituyente.
Uno de los momentos relevantes de la transición democrática en México, fue la conformación de la Cámara Federal de Diputados en 1997, en el cual Porfirio desempeño un papel relevante para integrar un frente parlamentario opositor y lograr así que por primera vez en la historia, el PRI perdiera la mayoría en ese órgano legislativo.
Porfirio tenía una sólida formación académica, había estudiado en la Facultad de Derecho de la UNAM y luego Ciencia Política en la Universidad Sorbona de París, en el Centro de Análisis de Sistemas Políticos Comparados, al lado de maestros como Maurice Duverger. Por consejo de él, años después tuve la oportunidad de realizar también ahí mis estudios. Pero además de los estudios formales, Porfirio era un lector apasionado, que devoraba los libros, por ello, era un hombre extraordinariamente culto; sus ideas fluían de manera incesante, sus conversaciones, siempre tan amenas, eran todo el tiempo una cátedra de política y de cultura.
Porfirio desplegó su talento en múltiples facetas de su vida pública: fue un excepcional orador, elocuente, profundo, audaz, ingenioso, conmovedor de masas populares y de todo tipo de auditorios; como dirigente político, fue presidente del PRI y del PRD; como parlamentario, fue varias veces diputado y senador; como servidor público fue secretario del Trabajo y de Educación; como diplomático, fue embajador de México en la ONU y en la Unión Europea. Su visión y proyección internacional lo llevó a entablar relaciones de amistad con líderes políticos de muchas partes del mundo, especialmente de Europa y América Latina, en donde también participó activamente en el impulso a los procesos de transición democrática.
Muñoz Ledo, fue un activo promotor del Movimiento de la Cuarta Transformación de México. En la primera campaña presidencial de AMLO en 2006, le tocó presidir el Consejo Consultivo del Proyecto Alternativo de Nación –en el cual participé– que fue el documento base de esa y las demás campañas de AMLO.
Después de haber desempeñado el encargo de Presidente de la Cámara Federal de Diputados en el 2018, en donde le correspondió colocarle la banda presidencial a AMLO, Porfirio al terminar su periodo como legislador comenzó a expresar discrepancias con el Presidente AMLO, lo cual lo alejó de la 4T.
Cuando tuve la honrosa distinción de ser rector de la Universidad Autónoma de Guerrero, en mi primer informe de labores en 1991, invité a Porfirio Muñoz Ledo, quien era en ese periodo el Presidente del Comité Ejecutivo Nacional del PRD. A partir de entonces, se fue construyendo una larga y profunda amistad.
Fue así que me correspondió participar a su lado en muchas iniciativas académicas y políticas sobre la Reforma del Estado. Aunque nunca formé parte de su equipo laboral, en múltiples ocasiones dialogábamos y hacía consultas sobre diversos proyectos, incluidas iniciativas de reformas políticas, legales y constitucionales.
En los últimos años nuestra relación se hizo cada vez más frecuente: de hablar, de comer o cenar juntos, para conversar especialmente de política. Lo acompañé a la Universidad de Guadalajara, que junto con Cuauhtémoc Cárdenas e Ifigenia Martínez, les otorgó el Doctorado Honoris Causa, por su destacada contribución a la democracia, y luego promoví que también la UAGro se los otorgara por la misma razón.
Logró realizar uno de sus últimos proyectos que fue la Fundación Porfirio Muñoz Ledo a la cual me invitó. En una de nuestras últimas platicas, le expuse la conveniencia de reconciliarse con el Presidente AMLO.
Siempre que Porfirio venía a Guerrero, particularmente a Acapulco, me tocaba recibirlo. Hace unos tres meses, cenamos y me dijo: Marcial, ya me voy a morir ¿Tu que harías en los últimos tres años de tu vida? Disfrutar la vida, le contesté de inmediato.
Porfirio vivió y disfrutó de la vida pública, deja un gran legado político, fue un ideólogo, fue en plenitud –como decía Aristóteles– un Zoon Politikon, fue un verdadero Hombre de Estado. Muchas gracias Porfirio, por tu amistad.
Farcebook: Marcial Rodriguez Saldaña