EL-SUR

Viernes 26 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Porteñas (VII)

Anituy Rebolledo Ayerdi

Diciembre 19, 2019

Las bicicletas

La oferta de varias administraciones municipales de crear ciclovías donde las acapulqueñas luzcan la perfección de sus chamorros núbiles, ha quedado en engaño vil. ¡Otro más, gallero! Alguna vez se inauguró una ciclovía en la Costera y, atenidos a las líneas marcadas sobre el piso, unos veinte ciclistas siguieron su ruta hasta darse un chapuzón en la bahía. El alcalde se encerró con su secretaria, entre otras cosas, para carcajearse del suceso.
La bicicleta habrá llegado a México en 1870 y fueron damas temerarias, con la oposición de madres y abuelas, por supuesto, las primeras que dominaron tan demoniaco instrumento. Ello no obstante las complicaciones del vestido de la época (blusa, camisón, casquilla, falda, zagalejo, delantal, jubón, manteleta, mantilla, saya, refajo, sobretodo, medias, zapatos, toca y sombrero). La primeras marcas populares fueron Rambler, Steams y Columbia presentadas como símbolo de modernidad, rapidez y salud. Las casas de empeño, por ejemplo, prestaban más por una “bici” que por una máquina de coser, lo que hablaba de la jerarquía social alcanzada por tales vehículos. Un músico de nombre Salvador Morlet les hará una polka:

Las bicicletas , niña hermosa, son las que andan por ahí
ellas corren más veloces que un ferrocarril.
Vamos a la Alameda con muchísimo placer
y ahí con más violencia las veremos correr.

La topografía serrana del puerto ha sido desde siempre un impedimento para la popularización de la bici no obstante haber oficios y empleos para los que ha sido instrumentos imprescindibles. Ahí están los carteros, los telegrafistas, los aboneros, los panaderos, los otrora gendarmes nocturnos y más.
Muchos niños y jóvenes acapulqueños aprendieron a “andar” en bicicleta alquilada, siempre con la idea de dominarla para cuando llegara la propia vía los Santos Reyes. Y no, pos no. Los hermanos Ivo y Aldo Eros Mazzini tuvieron que alargar la vigencia de su empresa de alquiler de bicicletas (Independencia y Progreso). Habida cuenta que el área para el aprendizaje se circunscribía a las calles solitarias del centro citadino, no era tanta la aprehensión de los padres cuando los niños pedían permiso para aprender su manejo. Se dice que tal aprendizaje nunca se olvida; el columnista teme comprobarlo.
Y hablando de bicicletas, se habla de que en la República Popular de China el biciclo va en retirada por la preeminencia del automóvil. No obstante, hace seis años en aquel país se alcanzó la cifra de ¡470 millones de biciletas!

El Dr. IQ

Precursor de los programas de concurso en radio y televisión, el locutor Jorge Marrón, al servicio de la XEW, adoptó un nombre surgido en ese tiempo en Estados Unidos. Un lacónico “Dr. I.Q.” cuyas siglas hacían referencia al Intelligence Quotient, esto es, la medición del cociente de inteligencia de las personas.
(Dice la Enciclopedia que el IQ promedio de la humanidad está entre 85 y 120 puntos. Goethe y Voltaire, por ejemplo, poseyeron valores entre 190 y 300 puntos, respectivamente). Hoy, el físico Stephan Haunsking, recién fallecido, alcanzaba los 160 puntos, y Paul Alan, cofundador de Microsofot, 170 puntos. Hay niños y jóvenes con puntuación muy alta.
Hombre blanco, grueso, alba melena alborotada y lentes de carey, el Dr. IQ fue popular por su largo grito de ¡peeeerfectamente bien contestadooo! y sus premios en efectivo. Se ha de decir que algunas de sus preguntas habrían hecho titubear a los propios Siete Sabios de Grecia. Sus ayudantes llegaban micrófono en mano hasta el asiento del espectador, llamados por él según su ubicación en el salón del evento: “Arriba mi derecha, abajo mi derecha y arriba mi izquierda o abajo mi izquierda”. Arribas y abajos que aludían a la luneta y a la platea (vil balcón) del cine Río, donde se presentaba aquí.
En alguna ocasión el Dr. IQ lanzó un “arriba mi izquierda” y le fue presentada una dama vestida de floreado con gran escote a la que lanza:
–Estos cincuenta pesotes serán suyos si me contesta esta pregunta facilísima: ¿De qué país fue rey San Canuto?
–¡Ay, “dotorcito”, don Canuto no es ningún rey, es presidente municipal de Acapulco, y tampoco es ningún santo; ¡ pregúntemelo a mí!.
–¡ Lo siento, amiga, cuánto lo siento! San Canuto o Kanuto fue rey de Dinamarca entre 1080 y 1086 y su fiesta se celebra el 19 de enero. Pero no se preocupe, allí mismo, en su asiento, recibirá una tabletota de chocolate Abuelita, el único que, como el mar de Acapulco, si hace espuma.

Otra de reyes

En el mismo cine Río, en alguna otra función, el Dr. IQ saluda a un caballero con toda la facha de “gachupín”, como se conocía entonces a los hispanos explotadores, nietos de Hernán Cortés. Decide entonces regalarle el premio:
–¡Estos cien pesotes serán suyos si me dice de dónde es rey un señor alto, delgado, con bigotito y buen carácter llamado Alfonso!.
–¡Alfonso… Alfonso… me suena, doctor, me suena!
–Le voy a dar una ayudadita. Escuche usted bien: se trata de Alfonso, rey de Esp…Esp…Esp..
–¡De espadas, doctor, rey de espadas!
El colofón de los programas del Dr. IQ fue igualmente singular: “Se despide Jorge servidor, Marrón de ustedes”.

Los ídolos

A propósito de los aniversarios luctuosos de Pedro Infante y Mario Moreno Cantinflas, recién recordados, rescatemos algunas de las estancias de ambos en Acapulco.

Amorcito corazón

José Ma. Severiano Gómez, columnista de espectáculos dedicado a la contratación de artistas, logra la firma de Pedro Infante para presentarse aquí en función “micha y micha”. El sitio con mayor aforo y por tanto de mayor rentabilidad era la plaza de toros de Dominguillo (hoy templo protestante), construida toda de madera por Doña Nabiha de Schekaiban, dueña también de la tienda “La Divina”, en Escudero. Escenario de corridas de toros, por supuesto, funciones de box y lucha libre y también de caravanas artísticas.
Aquella noche, Pedro Infante cierra la función con Amorcito corazón. La canta por tercera ocasión ante la exigencia del público y todo por haberle dado la oportunidad de acompañarlo con el silbido de Blanca Estela Pavón, La Chorreada en Nosotros los Pobres. Un ¡fiufiufiu-fiufiu, surgido de miles de trompas fruncidas.
–Amorcito, corazón, yo tengo tentación de un be… (¿¡qué pasa!?). Pedro no termina la frase porque algo llama su atención en la puerta de la Plaza. Y entonces, sin soltar el micrófono, lanza a todo pulmón un reclamo que invade todo aquél recinto:
–¡Chema, cabrón, no te vayas con la lana.! – al tiempo que lo arroja y corre hacia donde se encuentra el empresario…
Chema Gómez, propietario más tarde de los diarios El Gráfico y su vespertino Prensa Libre, negará que haya querido transar al más grande ídolo mexicano. Explicaba que la bolsa de papel de estraza que le vio Pedrito contenía dos semitas de Chilapa y no el producto de la entrada. ¡Por vidita!

Canuto y Cantinflas

La cena de la quinta Reseña Mundial de los Festivales Cinematográficos se celebra en el muelle de los yates de recreo, en Manzanillo. La ofrece el Ayuntamiento encabezado por Don Canuto Nogueda Radilla, quien ha rechazado la sugerencia del Cabildo de servir aporreadillo con arroz, queso fresco y frijoles negros y de entrada rodajas de pepino y jícama con chile piquín. “P’a que sepan estos gorrones perfumados lo que es canela fina”, opina la regidora Doña Juana Quiroz. El alcalde no los escucha y contrata al chef francés Roger Bergeret.
Sentado en la mesa de honor del banquete, Mario Moreno Reyes se servirá de su alter ego Cantinflas para jorobar al anfitrión:
–¡ No está usted para saberlo, mi chipocludo “alcaide,” pero yo sí para decírselo. El chiken de la cena, vulgo pollo, como que se encogió con la “fréida” y la ensalada rusa como que se agrió con el calor. Pero no se “despreocupe”, señor cherife, ya mandé por las tortas!
La mesa festeja ruidosamente la puntada del gran mimo al tiempo que el alcalde le mienta la madre en silencio. No faltan las caras de ¿what? de actrices y directores que no hablan español: Irene Papas, de Grecia; las italianas Eleanora Rosi Drago y Alida Vali; y la estadunidense Carol Baker, homenajeadas en el Fuerte esa noche. También forman parte de aquél círculo espectacular: Miguel Alemán Velasco, creador del evento; su asesor Giacomo Barabino; el actor John Gavin, muchos años más tarde embajador estadunidense en México. Michel Cocoyanis, director de cine griego y el germano Joseph Von Stemberg, legendario director de la cinta El Angel Azul, descubridor de la bella Marlene Dietrich.

Y que llegan las tortas

Y que van llegando las tortas, de “Ricardo” para más señas. El alcalde tendrá que entrarle al jelengue:
–Le cambio, mimo excelso, una de chile relleno por una de milanesa.
–¡Qué pasó, mi buen Canuto!, ¿ya nos llevamos así? No te la cambio porque el chile relleno como que me empacha. Ya en serio, Canuto ¿me permites hablarte de tú?
–¡Pero por supuesto, querido Mario!
–¡Atención, por favor, toda la mesa –llama Mario Moreno tocando su vaso con la cuchara–: quiero hacer en este momento una confesión y va en serio: confesarles que estoy cayendo en la reflexión de que mi éxito artístico hubiera sido distinto, mucho mayor, si en lugar de Cantinflas me hubiera llamado Canuto..!.
Nueva carcajada, esta de retumbo, será la última de la cumbancha.
–¡Falta de confianza, mi querido Mario –reacciona el alcalde–: te lo cambio y sin mochada. A estas alturas Nogueda le ha mentado la madre a Cantinflas por lo menos un millón de veces. Todas con el pensamiento, por supuesto.

La propina

–Pinches ricos tacaños, sólo dejaron tres pesos de propina –se queja más tarde el capitán de meseros.
–¡Pendejo –le responde uno del grupo– se les olvidó el cambio de las tortas!

The End