EL-SUR

Miércoles 24 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Porteñas (XII)

Anituy Rebolledo Ayerdi

Febrero 13, 2020

Los rojos

La revolución soviética, mucho más joven que la mexicana, deslumbra al mundo por sus ideales de justicia y equidad. Sus personajes recios y carismáticos son equiparados popularmente con figuras literarias o cinematográficas. La penetración ideológica del movimiento es tal que en algunos sectores sociales, el del magisterio guerrerense, por ejemplo, optarán por las fórmulas de Marx y Lenin para construir sus propias utopías.
Ello explica el por qué la primera célula del Partido Comunista Mexicano en Guerrero surge en la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa. Lo hace bajo los auspicios de los maestros Hipólito Cárdenas y Silvestre H. Gómez, padre este último del doctor Virgilio Gómez Moharro, notable cardiólogo y ex presidente municipal de Acapulco. Marco rojo carmesí que propiciará un suceso político único e irrepetible en la entidad . El amancebamiento electoral entre los partidos Comunista Mexicano y de la Revolución Mexicana (papá del hoy achacoso Revolucionario Institucional), tenidos por la ortodoxia como agua y aceite.
Tal alianza –PCM-PRM– llevará al profesor Herón Varela Alvarado a la presidencia municipal de Tlapa de Comonfort y colocará en la secretaría general del Gobierno al también profesor comunista José Gutiérrez. Y más. Este último se convertirá en el primer y único gobernador rojo de Guerrero cuando en 1941 cubra el interinato del gobernador Alberto F. Berber, defenestrado por el Congreso de la Unión. Gutiérrez será gobernador por menos tiempo de lo que dura un suspiro; el que se lleve la toma de posesión del sustituto Carlos F. Carranco. Tiempo que aprovechará para dejar su huella en la silla del poder ejecutivo, sus iniciales marcadas con una navaja.
En Acapulco ya no estará por fortuna doña Petra Rumbo porque tal proceso le hubiera significado la muerte. Ella, una mujer que por años pidió a Dios, todos los días y ante los altares de la parroquia de La Soledad, una muerte dolorosa para Stalin, el dictador de la URSS. Y era que su confesor la había convencido de que el comunismo ateo acabaría con la Iglesia católica.

Pillo Rosales

El coyuquense Elpidio Pillo Rosales –nunca un diminutivo tan ajeno a la conducta de su portador– una rara avis en el sindicalismo podrido de aquel tiempo (¿de siempre?). Sus conquistas laborales trascenderán los muros de la fábrica de jabón y aceite La Especial (hoy Industrias de Acapulco) para crear un personaje de leyenda. Será presidente municipal de Acapulco en 1942
Además de favorecer con plazas a su paisanos, el dirigente logrará la creación de una comunidad alrededor de la factoría –el hoy intenso Barrio de La Fábrica– para ahorrar a los trabajadores largos y riesgosos desplazamientos. A la conducta vertical del líder se le identificará pronto con intransigencia, tozudez y hasta falta de espíritu revolucionario. Todo por no ajustar su conducta a los caprichos de la dirigencia de PRI, llegando el momento en que se le vea como “gente necia e intratable” sellando con ello su destino.
Pillo Rosales es convocado un día por Alfredo Córdova Lara, dirigente estatal de la CTM, disponiéndose entonces a consumir hasta tres horas en un viaje a Chilpancingo. No llegará a su destino porque su auto se irá a un voladero perdiendo él la vida lo mismo que su chofer. Un accidente contaminado por la duda y la sospecha. Sus discípulos hablarán de un percance provocado para sacrificar a un hombre por ser honrado. ¿Explicará ello por qué en adelante ya pocos líderes eviten serlo? Honrados, pues.

Los alijadores

La Liga de Alijadores del Puerto se afilia a la CROM (Confederación Regional Obrera Mexicana), cuando esa central ya ha dejado de pertenecer al imperio de la corrupción y el crimen de Luis N. Morones. Secretario de Industria Comercio y Trabajo del gabinete del presidente Plutarco Elías Calles, Morones lo acompañará cuando Lázaro Cárdenas lo arroje del país, Para amplios sectores políticos el país, el líder obrero había sido el artífice de la conspiración para asesinar al general Álvaro Obregón.
Frente a la debilidad cromiana y el poderío creciente de la CTM, la dirigencia estatal de esta última decide romper el monopolio de la CROM sobre los muelles de Acapulco. Crea con trabajadores de varias ramas una sección denominada El Alijo únicamente para enfrentar a los porteños. Dirigida entonces por Lombardo Toledano, la CTM se da el lujo de menospreciar la legendaria capacidad de resistencia de los obreros acapulqueños, bien documentada, por si hiciera falta, por las luchas abanderadas por el líder mítico Juan R. Escudero.

El abordaje

El abordaje en la bahía del carguero Currigan, por parte de los piratas cetemistas, semejará a una escena cinematográfica del actor Errol Flynn (sus yates Siroco y Zaca serán familiares aquí más tarde). Se produce cuando los alijadores de la CROM mueven varias toneladas de maíz destinado al consumo local. Pronto la sorpresa anula cualquier posibilidad de resistencia y los alijadores tendrán que lanzarse al mar para salvar el pellejo. El garrote oficial asomará descarado en apoyo para los asaltantes.
Estimulados por esta magra primera victoria, el líder Córdova Lara y su asesor Baltasar Hernández Juárez, ponen en marcha la segunda fase del plan. Ahora el asalto e incendio de la sede de la Liga de Alijadores del Puerto, en el barrio de El Rincón (edificio de la CROM en el barrio hoy de La Playa). Ese día la sangre sí llegará a la bahía.

El choque

Cuando las banderas de la CROM se alcen con la victoria y se haga el recuento de bajas, el saldo será de un hombre muerto, del bando agresor, y un lesionado grave de la resistencia. Los descalabrados sumarán una cincuentena de ambos bandos, además de la recuperación del carguero y el lanzamiento al mar de los piratas chilangos, incapaces de dar una brazada siquiera.
La CROM tendrá, a pesar de la sombra siniestra de Morones, el reconocimiento de los porteños como una organización laboral revolucionaria, solidaria y honesta, pero sobre todo comprometida con la defensa de los intereses de Acapulco. Constancio Tacho Martínez y Fernando M. Lluck, a la cabeza de ella.

El reparto de la tierra

Cuando Acapulco asume finalmente su vocación y destino turístico descubre la imposibilidad de crecer para ningún lado por estar acotado por media docena de ejidos No pocas de esas tierras, nunca cultivadas y por tanto improductivas, significarán en adelante filones de oro para líderes agrarios, especuladores urbanos y funcionarios corruptos.
El primer reparto agrario en el municipio de Acapulco (1929) lo hace el presidente Abelardo L. Rodríguez beneficiando con casi 4 mil hectáreas a campesinos de Amatepec y Tres Palos. Más adelante entre 1931 y 1934 el mismo mandatario creará los ejidos de Llano Largo, Puerto Marqués, Santa Cruz-Garita Vieja, Kilómetro 30, Ejido Nuevo, Alto del Camarón y cuatro más. La dotación total será de más de 15 mil hectáreas.
El presidente Lázaro Cárdenas hará honor a su aureola redentorista repartiendo en Acapulco la mayor superficie agraria en la historia del municipio. Durante los tres primeros años de su gobierno –1935-1937– se dotará de tierras a 20 ejidos acapulqueños Figurarán entre ellos Pie de la Cuesta, Icacos, El Jardín, Las Cruces, La Sabana, Xaltianguis, La Venta, La Providencia y El Progreso (hoy colonia del mismo nombre). Por su parte, el presidente Ávila Camacho creará en su turno solo tres ejidos y entre ellos el de La Garita de Juárez
Con el presidente Miguel Alemán no se hablará de dotaciones pero sí de expropiaciones ejidales.
Rascándole aquí y allá, el presidente Ruiz Cortines completará en los años 50 unas 15 mil hectáreas para los campesinos de Texca, San José Tasajeras, Kilómetro 21 y El Veladero, este siempre conflictivo. Por su parte, el presidente López Mateos firmará un único decreto favoreciendo al ejido de La Estación, mientras que Luis Echeverría hará con Cumbres de Llano Largo la felicidad de líderes agrarios y fraccionadores (¿pleonástico?).

La traición

La reversa en el reparto agrario obedecerá en muchos casos a las exigencias del desarrollo urbano, turístico e industrial, pero en otros francamente para el enriquecimiento de la familia revolucionaria. Todavía en 1940, faltando escasos días para terminar su periodo constitucional, el presidente Cárdenas decreta la expropiación de 70 hectáreas del ejido de Icacos (dotado por él mismo) para beneficiar a la juventud deportista de Acapulco. El semanario Trópico dio cuenta de ello:
El presidente Lázaro Cárdenas decreta el 16 de octubre de 1940 la expropiación de 70 hectáreas del ejido de Icacos, adjudicándolas a la Secretaria de Educación Pública para que con ellas dote a la juventud acapulqueña de los espacios deportivos que satisfagan sus necesidades.
“Los establecimientos deportivos que satisficieran las necesidades de la juventud acapulqueña –idealizada por Cárdenas– se convertirán finalmente, en el primer campo de golf de Acapulco. Un hermoso y aterciopelado green por el que deambulará displicente la artrítica burguesía nacional y extranjera además de la arribista jodencia local. Por ello, muchos años más tarde, el presidente Luis Echeverría disfrutará su populismo como enano al amputar casi la mitad de aquél espacio antaño robado a los jóvenes. Satisfará, paradójicamente, una demanda del ex presidente Miguel Alemán, entonces encargado del Consejo Nacional de Turismo, comprometido a tener listo el Centro de Convenciones en cosa de meses.
En Acapulco, todavía en 1939, era posible gozar de la intensidad salvaje de los verdes y azules de cielo, del mar y la montaña, siendo sus mil matices fuentes inagotables de inspiración incluso para los poetas infernales. Y era que entonces sí había un interés genuino por proteger los dones de natura –hoy, entorno ecológico–. Dones que hacen de la bahía porteña la más hermosa del mundo (Humboldt dixit). Un columnista de Trópico lo acredita a la visión casi iluminada de Lázaro Cárdenas.
Años atrás, en efecto, Tata Lázaro había decretado “zona forestal vedada” los cerros del anfiteatro porteño y en igual forma todas sus vertiente naturales (23 de diciembre de 1936). Recomendaba, además, la ejecución de programas forestales amplios y permanentes.
Pero sucederá todo lo contrario. Las vertientes serán taponadas incluso con cemento armado (remember Paulina) y si algo se venderá allá arriba serán los árboles y todo lo que pinte de verde. Un decreto del presidente Ernesto Zedillo, declarando la obsolescencia de los postulados cardenistas, será festejado más tarde aquí con rebato de campanas, como una auténtica bendición de Dios.

Los ejecutores

Mario Souza, jefe del departamento de Asuntos Agrarios y Colonización del presidente Alemán, había dado cuenta entre 1948 y 1949 de los ejidos El Jardín, Progreso, Llano Largo y el Marqués. Por su parte, el profesor Roberto Barrios, con el mismo cargo en el gobierno de Adolfo López Mateos, achicará los ejidos de La Sabana, Cayacos y Kilómetro 30. Y, finalmente, Augusto Villanueva, brazo agrario de Echeverría, se hará odiar por sus acciones contra los ejidos de Plan de los Amates, Llano Largo, Pie de la Cuesta, La Zanja, Santa Cruz y La Garita de Juárez.