Marcial Rodríguez Saldaña
Septiembre 12, 2024
(Segunda parte)
Los comandantes Enrique Flores y Fernando Valle fueron enviados a Guadalajara. Al día siguiente que llegaron, les sorprendió a los oficiales militares la actitud del comandante Valle, quien de forma rara adquirió unas flores para una prima. El comandante Enrique, se burlaba de él, criticándolo que estaba enamorado y pidiéndole le presentara a su prima.
En su visita por el centro de la ciudad, al terminar la misa dominical, Fernando Valle, –acompañado de Enrique Flores– se encontró con su prima Isabel, joven blanca, rubia de ojos azules, alta, esbelta, hermosa, quien iba acompañada de otra joven que llevaba cubierto el rostro con un velo.
Flores le pide a Valle que sigan a las jóvenes hasta su casa, lo cual acepta. Al llegar a su hogar, Isabel los recibió, los hizo pasar a la sala, ahí estaba la otra joven, era Clemencia, ya descubierta del rostro, de lindo semblante, blanca, de ojos y cabellos negros, labios de mirto, ante ella, los jóvenes quedaron deslumbrados; Valle presentó a Flores a Isabel y a su tía –mamá de Isabel– y luego ésta les presentó a Clemencia, que era la mejor amiga de Isabel.
Altamirano narra que Isabel era talentosa y Clemencia inteligente, sin embargo, se fijaban primero en lo material –la belleza aparente– y hasta después en el alma, en cambio, las mujeres de experiencia, eligen primero la esencia y luego la belleza.
Al retirarse los oficiales, las tres damas conversan sobre el encuentro. A la mamá de Isabel, le parecía extraño que Fernando Valle estuviera en el ejército liberal, en tanto que su padre era fiel partidario de los conservadores, lo cual les generaba desconfianza y criticaban su personalidad, de tartamudear, ser avergonzado, callado como un campesino. Isabel confiesa que le casusa antipatía. Por su parte, Clemencia trata de defender a Fernando.
Isabel halaga a Enrique Flores, a quien califica de simpático y guapo. Clemencia, con malicia le pregunta a Isabel si le gusta, a lo cual contesta que le veía mucha gracia y muy fino. La mamá de Isabel, dijo que era un joven distinguido, de buena familia –rica. Clemencia agregó que no había muchos oficiales como él, caballero y elegante. Isabel se sintió avergonzada de haber hablado tanto de Fernando y especialmente de Enrique… para salir al paso le preguntó a Clemencia, qué le había parecido su primo Fernando, si se había enamorado de él, a lo que contestó que sí, que era encantador. Entonces Isabel –pensando que Clemencia mentía– presintió que serían rivales por el amor de Enrique Flores, no porque les hicieran falta enamorados, ya que tenían muchos, sino por orgullo y amor propio.
Al salir de la casa de Isabel, Fernando Flores y Enrique Valle, también platicaron del encuentro. Flores le preguntó a Valle si estaba enamorado, ya que había tenido un comportamiento especial y le pidió sincerarse. Valle contestó que nunca había estado enamorado, que sí había conocido jóvenes hermosas, pero se enamoraban de otros, por ello se alejaba de ellas, que no era simpático para las mujeres, que su corazón estaba virgen de todo amor. Enrique le dijo a Fernando, que le parecía ridículo y muy raro que a sus veinticinco años no hubiese estado enamorado, ya que en ese tiempo a los doce años se tenía novia y hasta querida. Entonces Valle contestó: “Tampoco; me hubiera sido eso difícil sin amar. Las pasiones de los sentidos no han sido hechas para mí. Como desde niño he carecido del dulce placer de sentirme amado, y como he atesorado en el alma un íntimo caudal de cariño tan ardiente como puro, he deseado con avidez amar; pero hubiera creído profanar mis sentimientos entregándome a las pasiones banales y que gastan la organización corrompiendo casi siempre el alma”.
Enrique Flores, calificó a Valle de filósofo, de pertenecer a otra época, de ser romántico, un tonto que creía en el valle de lágrimas, que tomaba las cosas del amor en serio. En cambio él, nunca había sido romántico, sino ambicioso insaciable, que: “En este tiempo en que se vive tan presto, sacrificar los mejores días a los goces de lo que ustedes llaman alma, es pasar una hermosa mañana de primavera estudiando geografía en un gabinete; es pasar una hermosa noche de estío traduciendo el Arte de amar. Así, pues, en cuanto a mujeres… He hecho llorar algunos hermosos ojos aquí en mi inculta patria, donde todavía se usan el color natural y las lágrimas sinceras; pero reflexione usted en que sería peor para mí, verme obligado a lamentar el rigor de las desdichas. Con las mujeres no hay remedio: o tiene uno que engañar o que ser engañado ¿Preferiría usted ser lo último?”
* La novela se puede consultar y leer en la página oficial de la Secretaría de Educación Guerrero www.seg.gro.mx en la biblioteca virtual.
Facebook: Marcial Rodríguez Saldaña