EL-SUR

Viernes 26 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

ESTRICTAMENTE PERSONAL

Presidencia de papel

Raymundo Riva Palacio

Septiembre 02, 2005

 ESTRICTAMENTE PERSONAL

Nada define mejor al presidente Vicente Fox que el entorno y el impacto en el cual llegó al quinto informe de gobierno: como un actor de reparto. En su penúltimo mensaje a la nación, cuando se supone que es el último con pleno poder –para el siguiente ya habrá Presidente electo–, cuando cosecha todo lo que sembró y se dedica a concluir su gestión, Fox camina por la puerta incorrecta al tratar de reinventarse como el artífice de la transformación y al lanzar una serie de iniciativas para concretar en 15 meses lo que no pudo hacer en 57. El tiempo se le acabó y pretender un segundo arranque de gobierno en el umbral de su agonía es, simplemente, patético.

Fox parece un presidente nominal y formal, pero no real. Su presencia es casi como la de un rey, donde asume la jefatura del Estado pero no atiende los asuntos del gobierno. Pero México no es una monarquía, por lo que su ausencia política en esta república produce un vacío de poder que ocupan otros actores políticos, opacándolo tantas veces como lo deseen, aún sin proponérselo. En el propio informe presidencial, el secretario de Hacienda, Francisco Gil, decidió ausentarse porque no se le ocurrió mejor fecha para programar una intervención quirúrgica menor en el extranjero. La ausencia de un funcionario de tan alto rango no es una señal, sino síntoma del deterioro galopante de la Presidencia foxista.

El presidente llevaba más de dos semanas embarcado en una intensa campaña de propaganda en medios electrónicos para promover las obras de su gobierno y elevar las expectativas del informe, pero ni siquiera las críticas a lo sofista de sus mensajes tuvo vehemencia, lo que sugiere que tampoco le importó mucho a los críticos lo que tuviera o no que decir Fox. La atención se centra en otras trincheras donde se transpira la confrontación política propia de cualquier sistema abierto, las tensiones que generan y, para bien o para mal, el poder mismo.

Borrado prácticamente del interés general por los conflictos entre los dos dirigentes del PRI, Roberto Madrazo y Elba Esther Gordillo, por la forma como se soluciona temporalmente la tempestad en el partido, por el conflicto mismo dentro del PRD por el choque entre sus dos principales figuras Cuauhtémoc Cárdenas y Andrés Manuel López Obrador, o inclusive por la raquítica disputa por la candidatura presidencial en el PAN, Fox se empieza a resbalar de entre las manos. Protagonistas son los hacedores de información, los generadores de angustias y expectativas, de frustraciones y enojos, de alegrías. Es decir, aquellos personajes que son sanguíneos, que provocan emociones y pasiones, algo que Fox dejó de transmitir hace tiempo, convirtiéndose en una especie de político de atole que iba perdiendo aceleradamente credibilidad y, sobretodo, atención.

Un gran ejemplo fue el lunes pasado, en el evento que organizó Televisa con todos los actores políticos relevantes de la nación, donde Fox, el invitado central por investidura, fue dramáticamente relegado. Fue mucho más importante el detalle trivial de las cuatro filas que separaron al ex presidente Carlos Salinas de López Obrador, que la presencia del jefe del Ejecutivo. Fueron más comentadas las fotografías de quién se abrazó con quién o quién evadió a quién, que quien por cargo y jerarquía, debería de haber captado la atención. Para fines prácticos de la real politik, Fox es un cero a la izquierda. ¿Alguien le hace caso?

Afuera de su gobierno no; dentro, tampoco. La demostración de Gil, quien estuvo a punto de salir del gabinete para ir a presidir el Banco Interamericano de Desarrollo, es un mensaje claro en este sentido. El secretario de Energía, Fernando Elizondo, está evaluando en qué momento se regresa a Nuevo León, porque cree que su futuro está fincado más en la búsqueda de la gubernatura que en arropar al presidente. El secretario de Agricultura, Javier Usabiaga, también se va a buscar la gubernatura de Guanajuato. Antes se fue el canciller Jorge Castañeda. Uno más, que se le ocurrió que podía conquistar la candidatura presidencial del PAN, Alberto Cárdenas, dejó un trabajo inconcluso en Medio Ambiente. Cualquiera que recuerde el trampolín político que significaba el gabinete en el pasado, podría pensar que el fenómeno se repite. Pero no. La diferencia es que no es el presidente el que decide quién y cuándo se van, sino son los secretarios de Estado los que le marcan sus tiempos, en función de sus intereses particulares.

La oposición no se desgasta en críticas permanentes y ácidas contra el presidente. Aunque los escuchara y los oyera, es como discutir con un barril sin fondo. Los medios, aunque cuidadosos con la investidura –lo que no es incorrecto–, dejaron de darle la cobertura privilegiada al informe que antaño otorgaban. No es, como dice Fox, que él ha cambiado la Presidencia como institución; lo que logró fue hacer del Presidente una figura desechable. Esto no es una virtud, como a veces parece sugerir Fox, sino un enorme déficit. Si no es capaz de construir un consenso para gobernar, jamás podrá, en efecto, gobernar. De errores y omisiones se han llenado sus primeros cinco años de gobierno, de oportunidades perdidas, de capital político despilfarrado. La luna de miel política le duró mucho tiempo, pero ahora debe ser un momento bastante amargo. Los mercados financieros, más sensibles, descubrieron de qué estaba hecho Fox en sus primeros seis meses de administración. Se encontraron con un Presidente de palabra sin valor, compromisos que eran buenas intenciones, y una visión de país que duraba, cuando más, un día. Inteligentes, lo descontaron para sus análisis y les fue mejor. Eso mismo debía haber hecho la sociedad política desde un principio, y perder menos el tiempo en la ociosidad de una Presidencia de papel.

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