EL-SUR

Viernes 26 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Profesiones para la humildad

Ana Cecilia Terrazas

Abril 30, 2022

La labor de las y los defensores de las audiencias de radio y televisión, así como los ombudspeople de las lectoras y lectores de periódicos –lo que en Europa y Estados Unidos se llama publishers en su acepción de editores– es altamente dignificante, honorable y en muchas ocasiones, no obstante su relevancia, malinterpretada.
La misión fundamental de alguien que se coloca entre un medio de comunicación sea radio, televisión, prensa escrita o redes sociodigitales y las audiencias o personas que están leyendo, escuchando, consumiendo determinada información periodística, es una tarea que debiera ser mejor valorada y comprendida por ambas partes; en cambio, puede llegar a ser denostada y disminuida. Si ocurre esto, parece que lo que puede estar sucediendo es una de estas cuatro variables:
Una. El medio –y/o quienes lo constituyen, sus periodistas, personas a cuadro o a cámara, dueños– no tiene un anhelo específico por la autocrítica, por ser transparente, rendir cuentas, estar apegado a una ética periodística y valorar sobre todo lo que puedan aprender de sus seguidores.
Dos. Se está fallando en mediar, explicar, informar, representar de una manera amable, clara y congruente, inteligible cuál es el sentido de lo que dice o siente quien escribe o contacta al espacio de la defensoría; o se está fallando en explicar, informar, representar de una manera amable, clara y congruente, inteligible cómo se obtiene, logra, llega a publicar o difundir tal o cual contenido.
Tres. Falta a las audiencias conocimiento sobre cómo se fabrican, producen y hacen las noticias; cómo se generan los contenidos audiovisuales, cómo se cocina la información, cómo funcionan las mesas de redacción, las y los periodistas y todo aquello que opera para que el sistema comunicacional arroje un producto sobre el cual tenemos alguna opinión.
Cuatro. Falta a los medios conocimiento sobre cómo una conversación franca y sólida, una apertura total y autocrítica, una explicación y reconocimiento de procesos puede construir una relación de hábito, lealtad, credibilidad y suma fortaleza entre medios y seguidores. (Esto último porque hay que tener claridad respecto de una máxima social: las personas quieren ser escuchadas y tomadas en consideración, más allá de querer tener siempre la razón).
Estos conocimientos de aparente alta especialización, expresados en las variables anteriores, son fundamento de lo que las y los teóricos de la comunicación llaman alfabetización mediática, y parte clave de una ética informativa que responde a los derechos de información, a la libertad de expresión y a la amabilidad humana elemental, que a veces tanto falta.
En estos tiempos, cuando en diversas partes del mundo son tan perseguidos y vulnerables las y los periodistas, el gremio reacciona de inmediato en contra de alguna figura que aparentemente le acote, porque prefiere respirar libremente a ejercer una autocrítica sana, justa, íntegra, responsable. Lástima de los contextos, porque es sumamente condenable la persecución a periodistas, pero hacerse cargo de los errores, erratas y fallas siempre es y será una buena práctica, un certificado ético y de legitimidad.
Durante el decimosexto Festival Internacional de Periodismo, efectuado este año en Perugia, Italia, del 6 al 10 de abril de 2022 y con la participación de más de 430 periodistas especializados, una de las mesas entre decenas de exposiciones y conferencias trató justamente sobre las dificultades para la figura de publishers u ombudspersons de medios –el boletín más reciente de la asociación ONO, The Organization of News Ombudsmen and Standards Editors, fue justamente quien llamó la atención a esta mesa– y de cómo la figura ha venido desapareciendo de muchos de los más prestigiados diarios del mundo.
A reserva de recomendar ampliamente el video completo de la mesa* a quien esté interesado en el tema y cómo se abre y maneja más allá de nuestras fronteras en América Latina, el remate del moderador –Alan Rusbridger, editor de la revista mensual británica Prospect– resultó fundamental para reubicar de nuevo, de manera permanente, las posibilidades reales de hacer el trabajo periodístico y, por lo tanto, se deduce es mejor que la profesión periodística se acompañe permanentemente de una inmensa humildad.
Las palabras son tomadas del discurso que hizo en 1973 David S. Broder, columnista del Washington Post, cuando recibió el Premio Pullitzer: “En lugar de prometer ‘todas las noticias que se deban publicar’, me gustaría vernos diciendo, insistentemente hasta que se entendiera, que el periódico que hacemos y que usted lee es una representación parcial, apresurada, incompleta, inevitablemente fallida e imprecisa, de las cosas que hemos podido escuchar en las últimas 24 horas (…). Si fuese etiquetado el producto con mayor exactitud diría: Pero es lo mejor que hemos podido hacer dadas las circunstancias y mañana le llegará una versión corregida y actualizada”**.

*https://www.journalismfestival.com/programme/2022/reckoning-with-the-role-and-the-relevance-of-the-public-editor
** https://www.pulitzer.org/winners/david-s-broder

@anterrazas