Héctor Manuel Popoca Boone
Enero 06, 2007
Entrando un nuevo año, es común desear prosperidad a familiares y amigos. Pero ésta palabra tiene diferente connotación según el estatus económico y social donde uno esté ubicado. Generalmente, para una persona de clase media, prosperidad significa poder acceder a la clase alta y para ésta, incorporarse a la clase multimillonaria. Es decir, la prosperidad como sinónimo de riqueza material y económica que puédase poseer o acopiar. En cambio, para la mitad de la población mexicana, encontrándose en situación de pobreza, la prosperidad tiene un significado diferente: tener comida, salud, educación, trabajo formal y vivienda. Mientras para los ricos es rodearse de lo superfluo, para los pobres es no carecer de lo mínimo indispensable. La prosperidad en el pudiente es más asunto de cantidad a lo largo de la vida: de acumulación. Mientras para el menesteroso es de calidad de vida, de llegar a obtener los mínimos de bienestar familiar. En el primero predomina la ambición, cuando no la voracidad; en el segundo, el anhelo de concretar condiciones y circunstancias favorables para abatir su pobreza. No en balde el finado don Alejandro Cervantes Delgado me comentaba, sabiamente, que la acumulación de riqueza material era más una cuestión mental que otra cosa. Basta con proporcionar a nuestra familia una vida digna y decorosa. La avidez por enriquecerse, en términos psicológicos, proviene de suplir una carencia, de contrarrestar la inseguridad, la indignidad, la poca personalidad, o el olvido de un pasado personal de pobreza. De ello se colige que la prosperidad anhelada por los pobres es más humana y generosa que la deseada por los ricos, a menudo mezquina y egoísta. A la sazón, si queremos genuina prosperidad, debemos dejar a un lado el inmoderado amor a uno mismo para dar paso a la sapiencia del noble desprendimiento y la generosidad del altruismo. ¿Por qué no voltear en estas fechas la vista a los pobres? Preguntarnos qué podemos hacer para que tengan un poco de prosperidad ¿Acaso ya perdimos sensibilidad social sobre la pobreza perenne? ¿Por qué no cobrar suficiente conciencia de una realidad ruda y descarnada de miseria que nos rodea? ¿Por qué no abrimos nuestro entendimiento al vaho de la miseria, al acre sabor del pan duro que el pobre tiene que ganarse cotidianamente o a la aridez del campo donde el campesino ha de sembrar de siempre en vez? Estas fechas son propicias para solidarizarnos aún más con nuestros semejantes desvalidos. Desafanarnos un poco o un mucho de las preocupaciones y ansiedades que tiene uno para consigo mismo. Como dice Román Rolland: “Hay que alejarse de la encarnación de una virtud egoísta y fría que se admira y se complace en sí misma” Redoblemos la voluntad y el esfuerzo por desterrar la miseria, la violencia y la soledad que son motivos más que suficientes para cancelar cualquier prosperidad. Más que buscarla en las cosas materiales a costa de la injusticia social, encontrémosla en el calor humano que es generado por la sensibilidad social; por la genuina amistad desinteresada, diversa, acrecentada y socialmente solidaria. Convengamos que si uno no siente satisfacción de sacrificarse por algo o por alguien, entonces no merece la amistad de nadie. Punto importante para alcanzar la prosperidad es erradicar del seno de la sociedad la subyugación, subordinación, la corrupción y la perversión que tronchan y trastocan cualquier acción o esfuerzo humanitario. Como país, para ser prósperos, necesitamos abatir la desigualdad social y la pobreza; la corrupción crónica que emana del abuso en el quehacer público y privado; la inseguridad pública, el imperio de la impunidad; el desempleo, el entreguismo y la migración al país del norte; que no es otra cosa más que la fuga de nuestros mejores hombres y mujeres para producir riqueza en aquellos lugares y no en su patria; disminuir la brecha que se amplía cada vez más entre los estados del norte y sur de la República, pedirle a los grandes empresarios mexicanos que en vez de invertir sus utilidades en otros países lo hagan en su país. En pocas palabras, para ser prósperos como nación, es imperativo cambiar la forma de crecimiento económico que hemos llevado durante dos decenios de años y que ha dado como resultado mayor pobreza de muchos y gran riqueza de pocos. Por lo pronto, para ser próspero en lo personal, comienzo por desear a todos, ricos y pobres, salud, amor y felicidad sin mayores ambages.PD1. El usar los dineros públicos con discreción, poca transparencia y nula rendición de cuentas es abrir totalmente el camino para su operación en forma vergonzosa, corrupta o perversa. Aquí y en China. PD2. Así como existen algunos lucradores sociales, también existen muchos lucradores políticos. ¿No es así? |
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