EL-SUR

Viernes 19 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

¿Puede Donald Trump ser el próximo presidente de EU?

Gaspard Estrada

Enero 06, 2016

El que comienza será un año de definiciones importantes en el continente americano. Varias elecciones se llevarán a cabo, ya sea en México, Perú o Bolivia. Pero, sin lugar a dudas, la más importante para nuestro país será la elección presidencial estadunidense de noviembre. Por razones históricas, como de geografía (México tiene más de 3 mil kilómetros de frontera con Estados Unidos) y económicas (se trata de nuestro principal socio comercial), un cambio de gobierno en Washington siempre tiene implicaciones muy concretas en la vida de México. Y, en este ciclo electoral, la inmigración mexicana se ha vuelto uno de los principales temas de la precampaña, en particular para uno de los contendientes del Partido Republicano, el magnate Donald Trump, que se ha manifestado en contra de los migrantes mexicanos (y más generalmente, en contra de todos independientemente de su nacionalidad). ¿Cómo funciona el sistema electoral estadunidense? ¿Es posible que Trump obtenga la presidencia?
Estados Unidos se caracteriza por su modo de escrutinio para su elección presidencial. En efecto, los presidentes son elegidos por un colegio de delegados que a su vez son elegidos en cada estado: se trata de una elección indirecta. El número de delegados se determina por el número de habitantes de cada estado. Por lo tanto, en teoría, un candidato con menos votos efectivos en las urnas a nivel nacional, pero con más delegados electos a nivel estatal puede ser nombrado presidente. Es por eso que, para tener una visión precisa del estado de la campaña presidencial, es necesario analizar las tendencias electorales estado por estado, y no únicamente en el nivel nacional. Para esto es fundamental entender las dinámicas de la geografía electoral de nuestro vecino. Desde los años 1960, cuando se dio el debate sobre los derechos civiles para terminar con las políticas segregacionistas contra la población afroamericana, Estados Unidos ha estado divididos entre los estados del sur gobernados mayoritariamente por el Partido Republicano (llamado en la prensa anglosajona como el “Grand Old Party” o GOP), y los estados del norte por el Partido Demócrata. Este orden político se mantuvo hasta la primera elección de Barack Obama como presidente, en 2008. En efecto, las transformaciones demográficas de la población norteamericana, en particular en los estados del sur, provocaron que varios estados tradicionalmente republicanos se volvieran demócratas, lo cual permitió la elección de este último. Esto causó una modificación de la estrategia electoral republicana para revertir esta tendencia, diseñada por Karl Rove, el principal asesor político del entonces presidente George W. Bush (2000-2008). Su objetivo no fue conquistar el voto de las minorías, sino dar la prioridad al voto de los norteamericanos “blancos”, en particular de zonas rurales, que votan en función de valores (entre ellos, los “valores religiosos”), casados en su mayoría. Esto se tradujo en una radicalización de las posturas políticas del Partido Republicano, en particular en temas como la inmigración, los impuestos, el aborto y el matrimonio homosexual. Si bien esta estrategia permitió evitar una victoria demócrata en los años 2000, e inclusive vencer en las elecciones legislativas de 2010 y 2014 (a raíz de la participación electoral inferior de las minorías étnicas prodemócratas en las elecciones de medio mandato), es posible que su eficacia haya llegado a su fin. Las tendencias son bastantes claras. En 2012, la suma de los norteamericanos de las minorías, de las mujeres solteras, de los jóvenes de menos de 30 años y de los ateos (es decir, de los grupos que más tienden a votar por los demócratas) daba un total de 51 por ciento de la población total, según la encuestadora Greenberg Quinlan Rosner. Hoy en día, según esta misma encuestadora, esta suma daría 63 por ciento. Este salto, en particular, se nota en los estados del sur. Es por eso que, si bien esta radicalización del discurso republicano le fue útil a este partido hasta ahora, es posible que en la próxima elección se vuelva un lastre. Donald Trump, al insistir en esta estrategia, está logrando obtener el apoyo de los electores más cercanos al Partido Republicano, lo que explica sus buenos resultados en las encuestas de opinión difundidas recientemente. Sin embargo, si las estadísticas no fallan y el (o la) candidato(a) del Partido Demócrata no comete errores, lo más probable es que, por primera vez en la historia de Estados Unidos, un líder demócrata gane por tercera vez consecutiva la presidencia de Estados Unidos.

* Analista Político del Observatorio Político de América Latina y el Caribe (OPALC), con sede en París.

@Gaspard_Estrada