EL-SUR

Sábado 14 de Diciembre de 2024

Guerrero, México

Opinión

Que ardan las calles

Silvestre Pacheco León

Marzo 01, 2021

Pablo Hasél el rapero español de 32 años, detenido el martes 16 de febrero en el interior de la universidad catalana de Lleida, purga una condena de nueve meses en la cárcel de Ponent Cataluña acusado de los delitos de “enaltecimiento al terrorismo” e “injurias a la monarquía” pese a que las manifestaciones aumentan en demanda de su liberación.
Desde el martes de la semana pasada fue aprehendido por las fuerzas policiacas que se internaron en la universidad donde se ocultaba, provocando una serie de protestas que se han extendido por todo el territorio español de ciudadanos indignados porque se limita la libertad de expresión y el derecho a la crítica.
Pero el gobierno sigue imperturbable a pesar de que junto a las protestas en las calles exigiendo la libertad del artista, se han sumado llamados de personajes diversos como el cineasta Pedro Almodóvar y el cantante Juan Manuel Serrat así como la organización Amnistía Internacional que demandan su libertad, lo mismo que el premio nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel quien en una carta señala que la detención del rapero “viola el derecho a la libertad de expresión, a la diversidad de ideas y a expresarse públicamente, condenando a una persona que no ha cometido delito alguno por manifestarse públicamente”.
Pero al parecer la cárcel no ha impedido al cantante que sus ideas sigan fluyendo, traspasando las rejas de la prisión y llegando hasta las redes sociales que las reproducen como sucedió tres días después de su detención en que difundió el poema Que ardan las calles. “Arden las calles porque antes nos quemaron / arden soñando con reducir a cenizas / los lujosos despachos donde arruinan tantas vidas / arden las calles buscando la chispa que prenda todo / lo que atenta contra nuestra dignidad / y se llevan las manos a la cabeza / los hipócritas que defienden las causas / que provocan llamas de desesperación / importándoles más los contenedores / que quien come de estos y los trabajos basura.
El poema es justamente la postura rebelde e inconforme contra el gobierno por su equivocada gestión de la última crisis económica del 2007 que aún mantiene a España en el peor lugar de pobreza de toda la Unión Europea.
Pablo Hasél ha dado voz al amplio sector de los españoles que saben que la crisis aumentó grotescamente la desigualdad social, que los ricos obtuvieron ganancias en 24 por ciento mientras el resto de sus paisanos apenas se conformaron con el 2 por ciento.
Lo de los contenedores es cierto porque mucha gente desempleada come de los desperdicios que encuentra en esos depósitos de basura.
El informe del relator especial de la ONU, Philip Alston, dado a conocer el año pasado sostiene que si bien España es un país rico vive una pobreza generalizada porque las medidas del gobierno contra la recesión económica solo han beneficiado a las empresas y a los ricos.
El reporte de la ONU sostiene que en el período que va del 2007 al 2017 la riqueza del uno por ciento de los españoles más ricos aumentó el 24 por ciento mientras que para el resto de la población solo el 2 por ciento.
Esa es la realidad que el gobierno pretende que la sociedad vea y sufra en silencio. No tolera su denuncia ni siquiera en canciones mientras la corrupción que alcanza a la familia real se hace inocultable.
Lo que sucede hoy en España contra la libertad de expresión y la diversidad de ideas lo sufrió también Carlos Marx en 1845 en Europa perseguido por sus opiniones escritas contrarias al gobierno que lo llevaron al destierro.
Ciertamente, para el filósofo y economista alemán que desarrolló todo un sistema de pensamiento contra el idealismo no fueron suficientes ni las amenazas ni las expulsiones para dejar de hacer su crítica contra el capitalismo mirando cómo empobrecía y generaba desigualdad mientras la intelectualidad solo especulaba y justificaba al modelo capitalista con el argumento risible de que la explotación del hombre por el hombre siempre había existido y nunca se acabaría, que quien nace pobre debe morir igual y sin quejarse porque su recompensa la tendrá en la otra vida.
Pero Marx pensaba diferente y se comprometió a estudiar e investigar el origen de la desigualdad renunciando a una vida placentera y optando por el exilio, primero a París, después a Bruselas y por último a Londres, y dondequiera se mostró consecuente entre el pensamiento y la acción, apoyando a los obreros en quienes vio al contingente con la fuerza capaz de modelar la sociedad para terminar con la apropiación privada del producto del trabajo fuente de la desigualdad, de la pobreza y el sufrimiento.
La genialidad, el estudio y la investigación de Marx y su paisano Federico Engels logró desentrañar las claves para entender el modo de operar del capitalismo que se alimenta como los vampiros de la sangre de los trabajadores.
En sus escritos económico-filosóficos de 1844 el genio alemán describió cómo el capital genera más pobreza en la medida en que el trabajador se hace más productivo, lo cual entraña la contradicción fundamental del modo de producción burgués.
Este hombre descrito por el periodista norteamericano R. Landor como el poseedor de la reciedumbre de Sócrates, con un inmenso ceño que descubría la más formidable conjunción de fuerzas: un soñador que piensa, o un pensador que sueña, fue el ejemplo más claro de lo consecuente que se espera de un revolucionario.
Carlos Marx describió con maestría la alienación del trabajo en el capitalismo que en la sociedad burguesa no le sirve a los hombres para su pleno desarrollo social e intelectual. Para el ser humano no basta tener trabajo para verse realizado y acceder a la felicidad porque su salario apenas le alcanza para reponer las energías gastadas. El trabajo que lo aleja de su producto lo enajena. “No se siente feliz al realizarlo, sino desgraciado” porque “mortifica su cuerpo y arruina su espíritu”. Por eso se siente en sí fuera del trabajo y “fuera de sí en el trabajo”.
Carlos Marx estudió y descubrió los mecanismos económicos que permiten la apropiación privada de los productos del trabajo y encubren la explotación para hacer legal el despojo. Lo hizo confrontando sus ideas y argumentos a la luz del día con los medios a su alcance. Escribía para la prensa (fue corresponsal en Londres del periódico New York Tribune de 1851 a 1862) y divulgaba su pensamiento por medio de sus libros. Vivió en Londres porque era el único país donde se respetaba la libertad de expresión y fue ahí donde terminó su cimera obra de El Capital, “la revolución teórica más importante experimentada por la cultura moderna, la denuncia más implacable de la esclavitud moderna”.
Con su obra teórica de tanta influencia en el mundo que busca la igualdad social podemos darnos cuenta de la importancia que tiene la libertad de expresión y el respeto por la diversidad de las ideas, repudiando por reaccionario al gobierno que tiene hoy encarcelado a Pablo Hasél con las calles ardiendo.