La caída en los últimos me-ses de los precios internacionales del petróleo ha degradado las perspectivas económicas de México, dentro de una corriente más vasta de tensión en los mercados financieros. En junio del 2014, el costo del barril de la mezcla West Texas Intermediate (WTI, un referente en el mercado mundial de la energía) era de 115 dólares. Hoy, ese mismo barril vale menos de 30. Si bien el gobierno mexicano está preparado para resistir a estos cambios bruscos –gracias a la compra de “coberturas” en los mercados (es decir que la Secretaría de Hacienda vendió a un precio fijado con anticipación varios millones de barriles de crudo, lo cual permite que su valor se mantenga a pesar de la caída del precio) para el año 2016, queda claro que la nueva realidad económica internacional no favorece el crecimiento económico de nuestro país. ¿Cómo entender la nueva realidad?
En primer lugar, hay que tener en cuenta que la depreciación general de los precios de las materias primas se debe principalmente a la disminución del crecimiento económico del continente asiático, y en particular de China. Este país está atravesando una serie de turbulencias económicas ligadas a un cambio en el modelo de crecimiento (que anteriormente privilegiaba el sector exportador, y que ahora tiende a dinamizar el mercado interno). Según el instituto de estadísticas chino, el gigante asiático tuvo el peor índice de crecimiento económico de los últimos 25 años: 6.5 por ciento. Si bien ese crecimiento representa un sueño para cualquier gobernante mexicano o más generalmente, latinoamericano, en China ha sido visto con preocupación. Según la mayoría de los estudios económicos de prospectiva dedicados al mercado chino, esta tendencia se prolongará por un buen tiempo. Por lo tanto, existirá menos demanda de materias primas –y entre ellas, de petróleo–. Del lado de la oferta, los grandes productores de petróleo (sean o no miembros de la Organización de Países Exportadores de Petróleo, OPEP) han mantenido su decisión de aumentar su producción, lo cual contribuye a la baja de los precios del petróleo. Esto se explica por el temor de algunas de estas potencias petroleras, como Arabia Saudita o Kuwait, de perder su cuota de mercado. En episodios anteriores, algunos países miembros de la OPEP mantuvieron su producción a pesar de haber declarado oficialmente su voluntad de reducirla, en aras de aumentar su cuota. Por otro lado, la llegada al mercado internacional de grandes actores del mercado petrolero que habían estado al margen de la comunidad internacional, como el caso de Irán, tienden a aumentar el volumen de crudo disponible en el mercado.
En segundo lugar, el debate en torno al desarrollo sustentable, y al cambio climático, potenciado en las últimas semanas por el éxito de la cumbre sobre el clima, de París (la COP-21), no tiende a ser favorable a los grandes conglomerados privados internacionales especializados en el sector petrolero. Varios fondos de inversión, como el de la familia Rockefeller, han decidido dejar de invertir en el sector de los combustibles fósiles. Aunado a este hecho, el mercado petrolero, al exigir fuertes inversiones de inicio para poder explotar el crudo, provoca que muchas de estas empresas recurran al endeudamiento para financiar la expansión de su plataforma productiva. Ante la caída del precio del crudo, la valorización de estas empresas tiende a caer, como Petrobras, la compañía petrolífera brasileña, que en los últimos seis años ha perdido casi el 80 por ciento de su valor en bolsa. Este hecho ha provocado que el gobierno brasileño cancele las subastas de pozos petroleros durante este año.
Ante esta situación, nos po-dríamos preguntar si la reforma energética promovida por el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto, que tenía como objetivo principal traer a la inversión extranjera a México en este sector, no llega en el peor momento posible.

*Analista político del Observato-rio Político de América Latina y el Caribe (OPALC), con sede en París.

Twitter: @Gaspard_Estrada