EL-SUR

Jueves 25 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

¿Qué Leno?

Silvestre Pacheco León

Diciembre 27, 2015

Quizá no haya un solo pueblo en Guerrero donde falte alguien con el nombre de Magdaleno, víctima y heredero de la férrea dictadura de los padres que siguen con la vieja costumbre de bautizar a sus hijos con el nombre que viene marcado en el calendario el día de su nacimiento.
Es posible también que en esos casos, si la persona nacida el 22 de julio fue varón, haya sido bautizada como Magdaleno y que, también como consecuencia de la costumbre, primero de la familia y luego de las amistades y conocidos, en aras de darles apoyo solidario para enmendar en lo posible aquel error de los padres, hayan modificado su nombre hasta llegar al diminutivo de Leno.
Cuento lo anterior porque en mi pueblo había dos señores a quienes todos conocían con ese nombre que asumían como propio a fuerza de escucharlo todos los días.

Los Leno de mi pueblo

El Leno que aún vive, es hasta vecino mío, un hombre alto y trabajador, de aspecto reservado y voz memorable por sus gritos estentóreos cuando se emborracha. Vino de su natal comunidad de Oxtocapa para residir en la cabecera municipal, y durante muchos años vivió de hacer carbón que vendía los domingos en la plaza.
El otro Leno, ya finado, era miembro de una familia numerosa que vivía muy cerca del camposanto, en la colonia que antes todos conocían como La Grupera, hasta que recientemente algunos vecinos pretensiosos gestionaron su cambio de nombre por el de Las Brisas.
Su padre de Leno el de La Grupera, se llamaba Laco, o cuando menos a ese nombre respondía, porque nadie supo jamás si era otro el de pila.
Lo que nadie ignoraba es que Laco era hermano de Abdías, el más popular de la familia por sus bromas e ingenio festivo que presumía cuando participaba en el papel de Mahoma en la danza de los Doce pares de Francia, dedicada a la festividad de la Virgen María en este mes de diciembre.
No debo dejar de contar que el nombre de Abdías, era precisamente con el que lo habían bautizado, pero aún cuando fue tomado de La Biblia, quizá por la dificultad de su pronunciación, los primeros que se lo cambiaron fueron sus familiares quienes terminaron llamándole Ubedías, y ya después fue asunto de la plebe que le puso el apodo de La Zopilota.
Cuento toda esa historia porque los dos Lenos eran ampliamente conocidos y por eso cualquier noticia que tuviera que ver con ellos se antojaba como de interés general.

La muerte de John Lennon

Con ese antecedente de los Lenos de mi pueblo, paso a contar el siguiente Re-Cuento que sucedió el día 8 de diciembre de 1980, fecha en la que murió asesinado en la ciudad de Nueva York el famoso músico de rock John Lennon.
Con esta anécdota quiero también rendir homenaje al músico talentoso que nos ayudó a crecer con sus canciones: Out the blue, (Caída del cielo), caída del cielo llegaste a mí /y soplaste la miseria de mi vida); Woman, (Mujer) Sin embargo la distancia / no nos mantiene separados, e Imagine, (Imagina), Sin infierno bajo nosotros / encima de nosotros, solo el cielo, en el presente mes cuando se cumplen 35 años de su muerte.
La noticia del asesinato de John Lennon, a manos de uno de sus fans cuando el artista recién había cumplido cuarenta años de edad, causó estupor y corrió por todo el mundo minutos después de haber sucedido.
Fue en aquella época sicodélica cuando hasta en la parroquia de mi pueblo había un cura de la onda hippie llamado Otilio Salazar, quien contagiaba a los jóvenes con su vestimenta y liberalismo militante, amigo cercano de un grupo de jóvenes seguidores de la onda rockera influenciados por la música de Los Beatles.
Recuerdo de aquellos años dos casamientos religiosos que fueron amenizados con la música de ese grupo cuando los novios salían de la iglesia, uno con Let it be (Déjalo ser), y otro con la canción cimera de John Lennon, Imagine, (Imagina): Imagina a todo el mundo, viviendo la vida en paz, de manera que los rockeros de mi pueblo de inmediato se enteraron del suceso y sintieron la muerte de quien fuera el líder indiscutible del grupo musical de Liverpool.

Toño La Bonfi

Entre el grupo de jóvenes de mi pueblo, seguidores también de la onda psicodélica, en aquella época de grandes grabadoras portátiles, que los jóvenes cargaban al hombro para llevar su música con ellos, como antecedente de los modernos y micro reproductores de audio digital que ahora se usan, destacaba por su liderazgo mi amigo Antonio Gervasio, conocido por todos como Toño La Bonfi.
Toño era el más compungido de todos por la muerte de John Lennon, cuando menos eso me consta porque aquel día 8 de diciembre lo encontré de veras triste llegando a mi pueblo. Estaba La Bonfi sentado en una banca del jardín, en pleno sol, con sus lentes oscuros y una profunda desazón.
A mí que se me había olvidado ya aquella noticia de la muerte de Lennon, no me vino a la cabeza como razón del abatimiento de La Bonfi, hasta que le pregunté:
–¿Qué te pasa, por qué estás triste?
–¿No sabes?
–¡Murió John Lennon!
Su respuesta la dijo precisamente cuando pasaba por el lugar Jesús, el bolero del pueblo, al que le apodamos La Rorra, quien al escuchar el apellido del muerto preguntó interesado a La Bonfi:
–¿Se murió Leno?
–¿Qué Leno, vale?
–¡John Lennon, pendejo! Respondió La Bonfi con impaciencia.
–¿Qué Leno? Volvió a preguntar La Rorra que no entendía.
–¡Retírate de aquí, ignorante, no sabes quien fue John Lennon!
Apenado por la respuesta La Rorra siguió su camino mientras yo secundaba en su pesar a La Bonfi, lamentando como él la pérdida del ex Beatle.
Cuando me retiré La Rorra me alcanzó con la misma pregunta:
–Vale, ¿qué Leno fue el que se murió?