EL-SUR

Miércoles 24 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

¿Qué ocurre justo a tiempo?

Ana Cecilia Terrazas

Julio 13, 2019

AMERIZAJE

Las cosas ocurren cuando pasan, no antes, no después. La muerte, el nacimiento, un problema. Los fenómenos, las contingencias, las emergencias y los momentos felices, los encuentros, los accidentes; todo se produce en el transcurso del tiempo.
Para efectos de esta columna diremos además, que el acontecer se presenta justo a tiempo. Pero, ¿por qué aseverar eso?
Los sucesos que nos importan suelen transcurrir en el marco de algunos parámetros construidos culturalmente como días, horas, minutos, segundos, edades, aniversarios, efemérides, calendarios, etcétera.
El diccionario de la Real Academia Española, en su versión digital más reciente, define de diversas maneras el concepto tiempo: “Duración de las cosas sujetas a mudanza”, “magnitud física que permite ordenar la secuencia de los sucesos, estableciendo un pasado, un presente y un futuro, y cuya unidad en el sistema internacional es el segundo”, “parte de la secuencia de los sucesos”.
“Época durante la cual sucede algo”, “estación”, “edad”, “oportunidad, ocasión o coyuntura de hacer algo”; “espacio de tiempo disponible”, “estado atmosférico”, “actos sucesivos en los que se divide la ejecución de algo”…
La vida, en una de sus definiciones menos equívocas, podría ser un periodo de tiempo entre el nacimiento y la muerte. Los hechos de nuestra vida se turnan de manera presuntamente organizada junto con o en paralelo a la carretera del tiempo.
Esos eventos y acciones proyectados pueden medianamente ser conducidos para concretarse en algún momento dado, esperado o deseado. Ejemplos de esto son: las citas que realizamos con otras personas, las fechas a las que nos ajustamos para entregar cualquier clase de documentos, los días en los que decidimos hacer un viaje o convocar a una reunión.
La mayoría de las cosas planeadas conforme a una bitácora, son las que pensamos tener bajo cierto control, las asociamos con lo bueno y lo positivo.
Por el contrario, los imprevistos nos toman por sorpresa, son considerados accidentes, malas noticias.
Los protagonistas de este texto, en cambio, son generalmente los hechos más neutrales partícipes sin acento de la vida cotidiana. No se califican ni de buenos ni de malos ni hay una expectativa para que ocurran o dejen de suceder.
Entre ellos se encuentran: la brisa que sopla sin mayor estruendo; el paso veloz de una lagartija o el vuelo de una pequeña mosca; una piedrita en el camino que no inclina nuestra pisada; un sonido leve allá afuera; el canto lejano del chanate o de la cigarra; el sonido permanente del oleaje en la playa; el viaje de las nubes cuando ni las estamos mirando; el amanecer mientras dormimos…
Ahora bien, el concepto tiempo no es tema fácil ni menor. A través de la historia, la filosofía y la física lo han estudiado a fondo. La primera se ha encargado de emparentarlo con la presencia y colocarlo dentro de la fórmula para discernir qué es aquello llamado real y verdadero. La física se ha adjudicado el papel de analizarlo en conjunto con el espacio desde una perspectiva matemática.
El tiempo y su formato fueron puestos en entredicho apenas durante el siglo pasado por el científico más famoso que ha gestado la humanidad, el alemán Albert Einstein, quien cuestionó su linealidad.
Los escritores especializados en viajes a través del tiempo, aseguran que hay modificaciones –las incidentes entre nacimiento y muerte– que afectan los aconteceres interdimensionales de las diversas capas temporales.
Los guionistas de la zaga fílmica de este siglo del emporio de superhéroes Marvel aprovechan para sus historias las curvaturas del tema.
Por lo pronto, eso que roza el tiempo sin aparente registro, lo no planeado y usualmente no significativo, si bien pudiera ser previsible, resulta de lo muy poco que se puede decir sí ocurre en su momento preciso, exacto. No está sujeto a equivocación temporal, porque no estamos esperando sea puntual ya que se trata de esa vida cotidiana a la que le hacemos mínimo caso. Lo demás, sean fiestas o funerales, son metas más excepcionales que recurrentes.
Es en ese espacio-tiempo imperceptible en donde se encuentra, por cierto, lo que pasa con mayor frecuencia en nuestras vidas. Ahí se anudan, sin demandar nuestra atención, justo a tiempo, las más diversas concurrencias entre seres, acciones, textos, contextos e historias.