Raymundo Riva Palacio
Febrero 08, 2017
Conforme pasan los días comienza a tomar forma y sentido lo que en un principio parecían disparates absolutos del presidente Donald Trump y sus asesores en la Casa Blanca. Temas como el que los cárteles de la droga mexicanos pagarán parte del muro en la frontera con México o el envío de tropas estadunidenses a este país para combatirlos, empiezan a enseñar qué es lo que el nuevo gobierno en Washington está persiguiendo: un Plan Colombia, renovado y vigorizado, para México. Esto es, que ante la insuficiencia del gobierno del presidente Enrique Peña Nieto para hacerse cargo de la seguridad interna y enfrente con éxito a las organizaciones criminales trasnacionales, que temen puedan ser utilizadas por terroristas que atenten contra Estados Unidos, sea Washington quien tome las decisiones de cómo enfrentarlos, con qué fuerza, intensidad y recursos humanos extranjeros operando en territorio mexicano.
Los dichos de Trump y sus asesores muestran el cuerpo de lo que desea de su relación con México y el gobierno de Peña Nieto, al que no consideran un aliado confiable en el combate contra los cárteles, sino un enemigo, como se ha descrito en este espacio en los últimos días. Este diseño significaría el fin de la soberanía mexicana en cuanto a la definición de tomar decisiones independientes y autónomas en Los Pinos, mediante un cambio cualitativo monumental en lo que ha sido la cooperación bilateral en esa materia durante los 10 últimos años: la lucha contra las drogas dependería estratégica y tácticamente de Estados Unidos.
El Plan Colombia fue firmado en 1999 por los presidentes Andrés Pastrana y Bill Clinton, con el objetivo de promover el proceso de paz, combatir la industria del narcotráfico, revivir la economía y fortalecer “los pilares democráticos” colombianos. Detrás de todo ello había una estrategia contrainsurgente y la sospecha de que también las FARC, la longeva guerrilla colombiana, tenía relación con grupos terroristas del Medio Oriente. Quien se encargó de la operación en campo del Plan Colombia, fue José Rodríguez, quien era el jefe de Estación de la CIA en Bogotá, y quien fue enviado a México posteriormente, donde estuvo hasta septiembre de 2001, cuando regresó rápidamente a Washington para hacerse cargo de la guerra contra el terrorismo como número tres de esa agencia, bajo cuya dirección encontró Estados Unidos la pista para descubrir a Osama bin Laden. Para entender las señales que está enviando la Administración Trump, hay que recordar lo que ha sucedido desde el relevo presidencial.
El 10 de enero, en la audiencia de confirmación como secretario de Seguridad Territorial, se publicó el cuestionario al general John Kelly, quien dijo que las ganancias de los cárteles son ilimitadas y las condiciones en aquellos países que satisfacen la demanda de drogas a Estados Unidos y que son razón importante por la que un alto número de indocumentados son usados por los cárteles utilizan la frontera con México como un acelerador. “Hay algunas excepciones a esta tendencia calamitosa. Una es el milagro en Colombia, que ha dado la vuelta de ser un Estado fallido, a uno que exporta seguridad a la región… Si me confirman, presionaré a México por una alianza y ayudaré a otras naciones a frenar el flujo de drogas e indocumentados”.
El 23 de enero, en la audiencia de su confirmación como secretario de Estado, Rex Tillerson dijo que los intereses de Estados Unidos estaban mejor protegidos durante la colaboración militar con el Plan Colombia. “Ha hecho una dramática diferencia y puede ser considerado un éxito de la política exterior tanto para Estados Unidos como para Colombia”, añadió. “Colombia es uno de nuestros aliados más cercanos en el hemisferio y un importante socio comercial”.
El 29 de enero, el jefe de Gabinete de la Casa Blanca, Reince Preibus, declaró a la cadena CBS en el programa Face The Nation que aunque no se había tomado una decisión final de cómo pagaría México por el muro de Trump en la frontera de Texas, una de las opciones era que parte del costo la asumieran los cárteles de la droga. Desde septiembre el equipo de transición de Trump preparó una propuesta, que permite entender eso que parecía locura. El plan se refiere a la creación de un Fondo de Seguridad Fronterizo Conjunto donde los dineros y propiedades decomisadas a los cárteles mexicanos, sean utilizados para la construcción y mantenimiento del muro.
El 6 de febrero, en una entrevista con la cadena Fox, Trump reveló que durante su conversación telefónica con el presidente Peña Nieto hace dos viernes le ofreció la ayuda de Estados Unidos porque “tenía un problema” con los cárteles de la droga, aunque no quiso confirmar ni negar que lo había amagado con enviar tropas a territorio mexicano para combatir esas organizaciones criminales a las cuales el Ejército, de acuerdo con versiones periodísticas matizadas pero no desmentidas, no enfrentaba por incapacidad o miedo. Trump ha ido confirmando a pedazos detalles de esa conversación que el gobierno mexicano ha desmentido, y que mantiene silencio sobre los señalamientos últimos del presidente y sus secretarios.
Al revisar la bitácora de las declaraciones estadunidenses, lo que se perfila es una línea de acción que camina hacia un Plan Colombia, cuyo diseño embona con el modelo de cooperación que busca el gobierno de Trump de México, y da coherencia a un eventual cronograma estadunidense. Se puede argumentar la existencia de un segundo plano a lo que parecían bravuconadas de Trump y su equipo que no se está viendo con claridad en México, más peligroso incluso de lo que se ha anticipado. Cuidado, es lo que hay que tener.
rrivapalacio@ejecentral.
com.mx
twitter: @rivapa