EL-SUR

Viernes 19 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

¿Qué sentido tiene, dígame usted?

Federico Vite

Febrero 12, 2019

 

Hijos de la medianoche (Traducción del inglés a cargo de Miguel Sáez. Plaza y Janés, España, 1997, 796 páginas) le aseguró a Salman Rushdie un sitio en la literatura occidental; aunque el libro que le da fama, el que lo convirtió en una figura de renombre mundial, tristemente célebre, es Los versos satánicos. Ambas son piezas de alta manufactura literaria. Para mala fortuna de Rushdie, sus libros son considerados idénticos a Cien años de soledad. Bordean el realismo mágico, cierto, pero poseen algunas cualidades más que las logradas por el colombiano: son libros iconoclastas.
Hijos de la medianoche se nutre de la mitología indo-paquistaní. Expone las preocupaciones y constantes bromas de Saleem Sinai, el narrador de la historia, quien nace con poderes telepáticos, pero no le sirven de mucho. A las 12 en punto de la noche del 15 de agosto de 1947, en el preciso instante en que la India se independiza de Gran Bretaña, en una clínica de Bombay llegan al mundo dos bebés que son intercambiados por una enfermera. Saleem Sinai, hijo ilegítimo de una mujer pobre, y Shiva, retoño de un matrimonio rico, consuman sus destinos. La vida de estos personajes se funde con la épica historia de la India y de Pakistán.
Esta novela muestra la capacidad iconoclasta de Rushdie, quien narra las guerras y las matanzas que se consuman para que India y Pakistán se consoliden. Recurre al flujo de consciencia para dar cuenta de esta historia y sus múltiples peripecias; avanza y retrocede en el tiempo con asombrosa habilidad, sólo alguien con un músculo narrativo tremendo puede hacer que donde sólo vemos miseria, muerte y tragedia florezca la sonrisa.
De paso, Rushdie critica la intolerancia religiosa y el abuso de poder de los políticos. Este libro es muy crítico con Indira Gandhi . De hecho, la novela fue prohibida en la India por el gobierno de Rajiv Gandhi (hijo de Indira).
Lo que logra el autor con esta novela no hubiera sido posible si sólo disecciona y organiza la tragedia, el acierto es el humor y la mirada iconoclasta. ¿Aligera el humor la comprensión de la realidad? Me parece que no. De hecho, agranda la puntual crítica al poder y sus abusos, pero eso (la elegancia en la narración) sólo puede consumarse con mucho tiempo y con mucho oficio narrativo.
Otro caso que recurre al humor y los poderes telepáticos para describir las tragedias de un país es El célebre doctor August (Traducción del inglés a cargo de Miguel Martínez-Lage. Espasa, España, 2006, 470 páginas), de Christopher Bram, aunque este relato tiene muchas más variantes técnicas: narrador en tercera persona, narrador en primera persona del singular, cartas, diarios personales, historias dentro de historias que reproducen los hijos de los personajes. En suma: ecos de un hecho.
La enorme cantidad de muertos en la guerra civil produjo una gran ola de espiritismo en Estados Unidos de Norteamérica, a esa moda mística se sumó mucha gente que deseaba comunicarse con sus familiares en el más allá, obviamente nacieron muchos charlatanes y muchos médiums. Un médium charlatán o un charlatán médium es justamente el doctor August, un músico excelente, genial.
La novela comienza durante la guerra civil. El doctor August es prisionero por las huestes de los soldados confederados. En una emboscada sobreviven el doctor August y un esclavo malhumorado: Isaac. Los une la guerra; la guerra, curiosamente, los libera.
Ellos desarrollan una amistad firme, también una intimidad física sólida y constante. Pero en el camino, Isaac finalmente se enamora de Alice Pangborn, una institutriz severa, chapada a la antigua. Este es el primer motor de la historia, un triángulo romántico en el que las pasiones no son únicamente homoeróticas. Alice es blanca y durante mucho tiempo la naturaleza de sus sentimientos hacia Isaac la confunde. El color de la piel llena de prejuicios a las personas. Los blancos no aman a los negros. Usted ya sabe, pero el racismo agranda la humanidad de estos personajes.
El doctor August afirma que recibe inspiración de los espíritus, que mediante la música los difuntos pueden comunicarse con aquellos que dejaron atrás, los que aún habitan la Tierra. Lo simpático y bastante curioso es que hay momentos en los que el doctor August logra conectarse con personas que se han ido. Incluso hay una manifestación espiritual, formalmente la aparición de un fantasma, que precipita el clímax caudaloso de la novela. Brahms se presenta y Erik Satie admite que fue inspirado por las improvisaciones musicales de otro tiempo en este mundo. La novela sugiere que el doctor August fue el puente que unió al romanticismo con la modernidad.
Aparte del espiritismo y los encuentros carnales, esta novela se caracteriza por las dosis de humor, por los risueños guiños sutiles de espíritus sensibles, por crear un ambiente amable en medio de la guerra. Recrea con acierto el entretenimiento popular desde mediados del siglo XIX hasta la segunda década del siglo XX. Pero la propuesta literaria de Bram obedece a una pregunta mucho más interesante, algo de alto calibre: ¿Para qué existe un ser humano con dones especiales en un sitio que abomina la inteligencia y el sentido del humor? En un territorio asolado por la violencia y dominado por la brutalidad, ¿qué valor tiene un artista? Dígame usted, lo escucho con atención.