Lorenzo Meyer
Septiembre 21, 2017
Ya empieza a quedar claro, a los dos lados de la frontera, que el verdadero peligro para méxico es la clase política en el poder, aquí y alla.
La solidaridad es una disposición, pero igual es una obligación.
Son dos cosas distintas pero relacionables. Por una parte, un film norteamericano de 1966 titulado ¡The Russians are coming, the Russians are coming! (¡Que vienen los rusos!), que inyectó buen humor a la Guerra Fría al imaginar la historia de un submarino soviético que encalla frente a un pequeño pueblo de Massachusetts, lo que lleva a sus habitantes a suponer que se ha iniciado una invasión rusa. Lo segundo es el tema que definió la campaña presidencial de Felipe Calderón en 2006: presentar a su rival, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), como un “peligro para México” al asegurar que el tabasqueño remodelaría al país a imagen de la Venezuela de Hugo Chávez. Hoy ambas ficciones bien pueden servir para enmarcar una reunión entre opuestos en la Casa Blanca de Donald Trump.
Según lo reportó The New York Times, el presidente norteamericano ofreció una cena a dos líderes demócratas –el senador Chuck Schumer y la representante Nancy Pelosi– para discutir sus diferencias en torno a temas relacionados con la migración indocumentada. Ya avanzada la reunión, Trump pidió agregar al grupo a su jefe de Gabinete, el general John Kelly, para que expusiera ante los líderes de la oposición la urgencia de contar con recursos para levantar un gran muro en la frontera con México. El general sostuvo que era urgente aislar a Estados Unidos de un peligro inminente: el derivado del posible colapso del vecino del sur.
Entre 2012 y 2016, cuando México ya vivía en el peñanietismo, el general Kelly fue jefe del Comando Sur (CS) del ejército norteamericano. La misión de ese CS fue prevenir y combatir las posibles amenazas a la seguridad norteamericana que pudieran gestarse en cualquiera de los 31 países que se encuentran al sur de su frontera. Las amenazas incluyen al crimen organizado, la migración descontrolada, el terrorismo y la inestabilidad política. Fue desde esa óptica, que el general presentó una visión “apasionada” y catastrófica a unos invitados renuentes a financiar el muro prometido por Trump a sus electores. Para el general de marines, la construcción de una defensa fronteriza física y robusta es necesaria porque al vecino del sur ya le fallan sus bases de estabilidad política y seguridad. Kelly “relacionó a México –uno de los socios comerciales y aliado en materia de seguridad más importantes de Estados Unidos–, con la Venezuela del desaparecido Hugo Chávez, sugiriendo que [también ese país] está al borde del colapso, lo que afectará a Estados Unidos”. Un par de días después, el periódico Reforma ahondó en lo reportado por el diario neoyorquino y averiguó que Kelly había calificado a México de “narco Estado fallido”. Al final de la cena, invitados y anfitrión acordaron seguir negociando tanto el tema del muro fronterizo que tanto interesa a Trump, como el destino de los 800 mil jóvenes indocumentados que llegaron a Estados Unidos como menores de edad y que hoy pueden ser expulsados, pero que a los demócratas les interesa una solución menos drástica, más humana (The New York Times, 09/09/17; Reforma, 16/09/17).
Desde esta óptica, resulta que hoy la Casa Blanca está gritando “¡The Mexicans are coming!” (¡Que vienen los mexicanos!) y que esa invasión de indeseables es resultado de una especie de segunda Venezuela. Sin embargo, dar hoy esa voz de alarma implica que la supuesta venezolanización de México no es producto del “populismo” de AMLO, como lo vaticinaran panistas y derechas a partir del 2006, sino de lo contrario, de la política seguida en los últimos sexenios por sus adversarios –PRI y PAN, supuestos antipopulistas.
Al margen de esa gran ironía, hay dos puntos importantes a considerar. Primero, como ya se ha insistido muchas veces, para un país como México, sometido desde hace más de siglo y medio a la influencia de un vecino imperial, la mejor defensa de lo que le queda de soberanía es tener la casa en orden, una política interna que genere la legitimidad de la autoridad. Legitimidad y eficacia institucional son los factores que finalmente puede evitar que Estados Unidos haga al gobierno mexicano objeto de tutelas como la “Iniciativa Mérida”, lo califique de fallido y de narco o lo insulte “a la Trump”. Una estructura de autoridad eficaz y libre de la sospecha de ser una cleptocracia –justo lo que hoy no es el caso–, es el mejor respaldo a políticas de carácter soberano frente a Estados Unidos y al mundo externo.
Los juicios del general Kelly y la propuesta de Trump de levantar un muro que separe a su país del nuestro, subrayan lo lejos que estamos de aquella época de la Guerra Fría en que Washington seguía una política de tolerar a los presidentes mexicanos posiciones contrarias a las suyas en Cuba o Centroamérica, aceptar su propuesta de un TLCAN o hacerles préstamos de emergencia, todo en aras de sostener la notable estabilidad de un régimen mexicano ideal para la lucha contra el comunismo. Hoy el cambio es de 180 grados; a México ya no se le ve como una clave de la seguridad norteamericana sino como una amenaza, y el actual gobierno mexicano no está a la altura de lo que implica ese cambio.
El gobierno mexicano dice haber recibido del norteamericano seguridades de que lo reportado sobre lo dicho en la cena de marras no ocurrió, pero ¿quién tiene hoy la credibilidad? ¿la Casa Blanca de Trump o la prensa? La duda ofendería.