EL-SUR

Sábado 20 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Que ya no marchen…

Humberto Musacchio

Octubre 26, 2006

El presidente Vicente Fox dispuso cancelar el desfile del 20 de noviembre. Para empezar, dice el vocero presidencial que cuesta mucho dinero. Nelson Vargas, la máxima autoridad deportiva, arguye que para muchos deportistas era una lata asistir y hasta la antes querida Ana Guevara, ahora propagandista de la derecha, ya salió a defender la decisión presidencial.
Visto el asunto sin apasionamiento, la medida está más que justificada, pues un gobierno de derecha nada tiene que celebrar de un hecho histórico en el que los actores fueron los pobres, gente harta de injusticias, “seres –diría Jorge Cuesta—contaminados de un ansia obscura e imperfecta de mejoramiento social”, pero a fin de cuentas armados para hacer valer sus antiquísimas reivindicaciones.
Así como fue absurdo que un presidente de derecha conmemorara el bicentenario de don Benito Juárez, era incomprensible que celebrara un movimiento que desembocó en la Constitución de 1917, la misma que fue repudiada por El Vaticano y combatida aquí por los cristeros a un alto costo en vidas humanas. Es por lo menos ridículo que los plutócratas que apoyaron a Felipe Calderón y en el 2000 a Fox marchen para celebrar la Ley Federal del Trabajo que, pese a todo, algunas disposiciones contiene en favor de los trabajadores. Es igualmente absurdo que levanten hoy la bandera de la reforma agraria, hecha jirones por los últimos gobiernos priístas, tan sincera y elocuentemente arrepentidos de su rojo pasado.
Los malpensados señalan que el Presidente resolvió suspender el desfile para no mezclarse con un señor al que, durante su campaña, Felipe Calderón llamó “un peligro para México”. De este modo, si no hay desfile, se le dejará el Zócalo al peligroso Andrés Manuel López Obrador para que tome posesión como “presidente legítimo” en una ceremonia en la que probablemente sepamos quiénes integrarán el gabinete con el que gobernará AMLO, que fantasmón y todo, de seguro será más eficaz que la galería de ineptitudes que rodea a Vicente Fox.
En fuentes cercanas a Los Pinos se dice que, antes de llegar a la penosa decisión de quitarle el circo a un pueblo sin pan, fueron evaluadas otras opciones. Por ejemplo, en vez de que marcharan burócratas de panza chelera se propuso que lo hicieran algunos contingentes selectos que dieran lucimiento a la parada y simultáneamente permitieran rememorar las razones de la gesta revolucionaria.
Por ejemplo, para rendir homenaje al lema maderista de “Sufragio efectivo no reelección”, se pensó en integrar un pelotón que encabezarían los consejeros del IFE, con Carlos Ugalde de abanderado, todos en pants de colores azul y blanco. Atrás de ellos irían, haciendo malabarismos con los argumentos jurídicos, los integrantes del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, de toga negra y birrete con borlas también azul y blanco, los colores marianos, bajo una gran pancarta que dijera “las elecciones sucias se lavan en casa”, viejo lema de la revolución hecha gobierno.
Luego vendrían otros contingentes para recordar los grandes momentos de la Revolución Mexicana, proceso que arrancó el 20 de noviembre de 1910 y que según los priístas no debía terminar nunca. Por ejemplo, el de Miguel de la Madrid, aquel que rezaba “Por la renovación moral de la sociedad”. Este grupo de marchistas lo encabezaría Santiago Creel, quien llevaría un estandarte del Fondo Nacional de Desastres Naturales e iría acompañado de Carmen Segura Rangel y atrás de ellos los hermanos Bibriesca y otros coleccionistas de bienes del presente sexenio.
El grupo representativo de la reforma agraria llevaría al frente a Ulises Ruiz, quien encabezaría una gavilla de sus pistoleros con las metralletas colgando y una enorme manta con la pregunta dirigida a sus paísanos: “¿Quieren tierra?”. Atrás irían los senadores del PRI y del PAN con otra manta a manera de respuesta, la que diría: “¿Sí?, pues les vamos a dar una parcelita de 2 metros cuadrados”.
Para mayor regocijo del respetable, los magnates del duopolio de la televisión irían jalando del pescuezo a los integrantes de la legislatura de la ignominia, la anterior, quienes llevarían colgados unos letreros con leyendas como “Desafuero”, “Ley Televisa”, “De a cómo no”, “Pensiones del IMSS” y otros que recuerden su gestión.
Un selecto grupo de políticos que han pasado de uno a otro partido desfilaría haciendo toda clase de machincuepas bajo el lema: la mejor maroma no despide aroma. Los gobernadores y alcaldes de mayores sueldos serían llevados en andas por los contribuyentes y a su paso lanzarían monedas al público.
Hubo, pues, otras opciones, pero lo cierto es que el PAN y su gobierno, lo mismo que hoy el PRI, nada tienen que celebrar el 20 de noviembre. Es más, dicen que el horrendo monumento de Plaza de la República ya fue concesionado al padre de Camilo Mouriño para que, ahora sí, la mole aquella sea, como le dicen desde hace muchos años, la gasolinera más grande de México.
Y mientras tanto, cabe pedir a nuestros políticos… que ya no marchen.