EL-SUR

Viernes 19 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Quechultenango, reducto de los yopes III

Silvestre Pacheco León

Abril 02, 2017

En mi entrega anterior escribí sobre las características que hacen única la danza de Las Cueras con la que cada año, en julio y agosto, se festeja, al santo patrón de Quechultenango.
El atuendo de los danzantes, la música y el baile, además del propio contenido de la obra de teatro utilizada para la evangelización indígena recoge y conserva elementos llamativos de la cultura Yope, la tribu que originariamente se estableció en esta región.
También expliqué la razón de que la vigorosa festividad religiosa como reminiscencia de la rebeldía y el orgullo yopime muestra el triunfo de aquella cultura sobre la religión que se les quiso imponer.

Quiénes somos

La mayoría de los guerrerenses habitantes de estas tierras ignoramos nuestro origen, desconocemos de dónde venimos y por eso carecemos de certeza sobre nuestro destino.
Conocer nuestras raíces y el modo de ser que nos identifica, es importante en la medida en que nos permite saber nuestros límites y la manera de enfrentar inteligente las angustiosas circunstancias que vivimos como pueblo.
La libertad es un bien de los más elevados que los guerrerenses valoramos como pueblo. Ser y sentirnos libres es quizá el sentimiento más arraigado que tenemos. El valor que le damos a la libertad nos define frente a los demás porque toda nuestra historia, desde los primeros pobladores, ha sido de luchas sucesivas por la defensa de ese bien común.
Somos rebeldes porque estamos siempre en contra de la imposición y cuestionamos lo que a nuestro juicio nos parece injusto, y si se trata de luchar por la defensa de nuestras ideas lo hacemos siempre con valentía.
El carácter, la valentía y el orgullo que nos caracterizan frente a los demás lo hemos heredado de nuestros ancestros los yopes.

De dónde venimos

Los yopes tuvieron sus orígenes en el mítico Aztlán, la tierra de las siete tribus nahuatlacas de la que habla el códice Boturini. Ellos eran los llamados tepanecas que emigraron en el año 1200, después de los xochimilcas y antes que los mexicas. Su arribo al estado de Guerrero fue por la Tierra Caliente y la Costa Grande. Se establecieron en Tlapa, en la región de la Montaña y desde entonces se les conoció como tlapanecas.
En su libro Los yopis del estado de Guerrero, publicado por el Instituto Guerrerense de la Cultura en 1987, Francisco Vidal Duarte cuenta citando a los historiadores Basauri y Moisés Ochoa, que los ancestros de los yopes fueron cuatro hombres y una mujer. Su descendencia pobló el territorio que comprende la franja costera desde Acapulco hasta San Luis Acatlán en la Costa Chica, y desde Chilpancingo en la región Centro, hasta Malinaltepec en la Montaña.
Raúl Vélez Calvo en su Geografía Histórica del Estado de Guerrero. Época Prehispánica, publicación de circulación interna del INAH como parte del suplemento de la revista Diario de Campo, de septiembre de 2002, en el mapa referido a las provincias tributarias de los aztecas, apoyado en un trabajo de Robert H. Barlow publicado en 1949, expone que el Señorío de Yopitzingo, una de las capitales de los yopes, se localizaba entre el dominio de los Cuitlatecas de la Costa Grande que llegaba hasta Acapulco, y de Tlapan al oriente, en la Costa Chica, y al norte Tepecuacuilco.
Los yopes eran de los pocos pueblos mesoamericanos en la era imperial de los aztecas que no pagaban tributo, se mantuvieron siempre independientes y su reino o señorío fue reconocido y respetado.
La fama de los yopes llegó hasta la época colonial. Tenían fama de ser excelentes guerreros y hábiles en el manejo del arco y la flecha, conocían el fundido de los metales y una de sus características peculiares era el teñido de su cuerpo embijado o bermellón que les daba un tono rojo y anaranjado como el cinabrio, que los hacía ver temibles en la batalla.

El dios de las tierra junto al mar

El poder y autonomía de los yopes eran reconocidos por los propios gobernantes de Tenochtitlan quienes a menudo eran invitados a las grandes ceremonias religiosas.
Xipe Tótec, el desollado, el dios de los yopes que se representa como un humano festivo, de traje rojo portando un arco en la mano derecha y una flecha en la izquierda, era reconocido por su poder renovador, representaba el cambio de piel en la naturaleza, como la primavera, cuando el paisaje cambia.
Por su fama y poder Xipe Tótec formó parte de las deidades aztecas, su adoratorio estaba junto a Huitzilopochtli, en el Templo Mayor de Tenochtitlan.
El Toxcatl, la fiesta que se celebraba en el mes de mayo para alejar la sequía, se dedicaba a ambos dioses, de ahí la tradicional ceremonia del pedido de lluvia que aún se conserva en toda nuestra región.
Por fray Bernardino de Sahagún sabemos que el festejo de estos dioses incluía una procesión que llegaba hasta los patios del Templo Mayor en Tenochtitlan. Les llevaban collares de maíz tostado para ofrendarlos y sus figuras eran reproducidas en dulces de amaranto enmielados que se repartían entre los participantes de la fiesta.
Fue precisamente durante esa celebración cuando se produjo la llamada matanza del Templo Mayor, en 1520, cuando el capitán español, Pedro de Alvarado, temeroso de que la movilización convocada para la fiesta fuera en su contra, quiso adelantarse a un posible atentado, dando la orden de atacar al pueblo indefenso.

El asedio de los aztecas

La historia cuenta del contacto entre los yopes y los aztecas a partir de 1440, cuando éstos inician su etapa de conquistas y expansión llegando hasta las tierras del sur.
Desde aquel año los yopes vivieron defendiendo su libertad y autonomía peleando contra el vasallaje y la esclavitud. Más de setenta años resistieron a la ambición y codicia del imperio azteca que los asediaba.
Con sus escasas armas pero con la valentía y decisión para defender su libertad los yopes se revelaron siempre contra la dominación mexica que incursionó en su territorio con afán de conquista en 18 ocasiones, desde 1440 hasta 1511.
El Atlas geográfico del estado de Guerrero enlista cronológicamente la cantidad de incursiones de los aztecas en las tierras del sur. Señala que fue en 1442, durante el gobierno de Moctezuma Ilhuicamina cuando sus fuerzas llegaron a Cuetzala y Tepecoacuilco, ahí conocieron la noticia de que “más al sur habitaba una tribu montañesa conocida como yopimes, quienes desconocían y desdeñaban al poder imperial”.
Tres años después los aztecas regresan a Guerrero con la intención de someter a esa tribu, pero no logra su propósito y sólo se ve obligado a construir un fuerte militar en “Quecholtenanco” para contener sus ataques.
En las faldas del Cimal, el cerro emblemático de Quechultenango, aún existen los cimientos de aquel fuerte militar al que hacen referencia las crónicas sobre las incursiones aztecas en el territorio yope.