EL-SUR

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Opinión

AGENDA CIUDADANA

¿Quién representa al pasado?

Lorenzo Meyer

Septiembre 07, 2017

En su mensaje a la nación, el presidente presentó una disyuntiva: si en el 2018 no se elige persistir en su proyecto se retrocederá. Sin embargo, un examen del sexenio puede llevar a concluir que continuar con ese proyecto sería retroceder.

Con la partida del Dr. Bernardo García se fue un grande de la geografía histórica de México.

Las acciones del actual gobierno representan el camino al buen futuro como acaba de afirmar el presidente, o en la práctica son lo contrario: un esfuerzo por no superar esa parte del pasado que beneficia a quienes hasta hoy ejercen el poder en México en detrimento del resto?
El mensaje presidencial del 2 de septiembre emitido en el marco del quinto informe de gobierno, se propuso simplificar la naturaleza de la gran confrontación que está por venir: la lucha por la sucesión presidencial. El mensaje que se dio en forma de advertencia al país y a quienes en el exterior tienen interés por nuestro destino, fue: o en el siguiente sexenio se continúa por el camino emprendido desde los 1980 bajo el supuesto de que al final México será “una de las potencias mundiales del siglo XXI” –algo que ya había asegurado Carlos Salinas hace cuatro sexenios– o el país irá al desastre, pues la alternativa es “un modelo del pasado que ya ha fracasado”. Obviamente esa alternativa miope no fue nombrada por el presidente, pero no era necesario pues para todos fue claro que se trataba de Morena, el partido de Andrés Manuel López Obrador (AMLO).
En principio, México tiene una multitud de partidos y la oposición al PRI y los suyos –PVEM et al– es múltiple. Sin embargo, en la realidad la dicotomía planteada por el presidente es justa. Es verdad que el PAN, el PRD y el MC, formalmente opositores, ya han anunciado la unión de sus fuerzas de cara a las elecciones de 2018 mediante la formalización de un Frente Ciudadano por México (FCM) que enfrentará al PRI. Sin embargo, la historia reciente muestra que, pese a que esos partidos dicen tener diferencias ideológicas, un interés común los une: su oposición total a Morena, no al PRI, como quedó demostrado en las últimas elecciones del Estado de México.
Desde esa perspectiva, si bien las fuerzas antimorenistas son varias y pueden tener diferencias, en relación a la gran dicotomía de cara al 2018 planteada en Palacio Nacional, la distancia que separa al grupo PAN-PRD-MC del PRI, es salvable. Eso es lo que permite a los partidos del FCM quedar del mismo lado que el PRI en la raya trazada por el presidente. Claro que hay otras oposiciones, y más radicales que la conducida por AMLO, como son la organizada por Emilio Álvarez Icaza (iniciativa ciudadana Ahora) y, sobre todo, la encabezada por Mari Chuy Patricio Martínez, candidata presidencial del Consejo Indígena de Gobierno y apoyada por los zapatistas del EZLN y otras fuerzas anti sistema. Pero el objetivo de esos esfuerzos no es realmente entrar de lleno en la próxima contienda electoral sino movilizar y cuestionar la legitimidad del proceso electoral mismo, de sus actores, y ampliar el espectro del debate político de cara al largo plazo.
Pero volvamos al punto inicial. ¿El PRI hoy representa realmente al futuro? Su corrupción y afán privatizador del petróleo, corresponde al alemanismo (1946-1948); la violencia del entorno resuena a la de la guerra cristera, (1926-1929); la elección del Estado de México y el control presidencial de la bancada priista en el Congreso recuerdan en mucho a lo ocurrido a todo el largo período que va de Lázaro Cárdenas en 1935 al final del gobierno de Carlos Salinas (1994); el crecimiento de la deuda pública trae a la memoria a Luis Echeverría (1970-1976); y la investigación y nulo resultado sobre lo ocurrido en Iguala en septiembre de 2014 tiene ecos de la “investigación” del Jueves de Corpus de 1971.
En este momento, uno de los temas de conflicto a nivel nacional más evidente es el esfuerzo del PRI y de sus aliados por lograr que el actual titular de la Procuraduría General de la República, el Dr. Raúl Cervantes, sea, como señala el artículo 102 de la Constitución, el primer ocupante de la Fiscalía General de la República, una institución que, a diferencia de la actual PGR, será autónoma, con patrimonio propio, no dependerá del presidente ni su responsable será miembro del gabinete y, en principio, deberá permanecer en su cargo por nueve años. Colocar a Raúl Cervantes –miembro destacado del PRI y del círculo interno del actual presidente– nos remite al Maximato, (1928-1935). Es decir, al período en que el general Plutarco Elías Calles ya no era presidente sino “simple ciudadano”, pero que en la práctica anulaba en buena medida la capacidad de gobernar del presidente en turno.
Obviamente, a partir de diciembre de 2018 Enrique Peña Nieto difícilmente podría ser un poder tras el trono “a la Calles”; ese gran poder fuera de las instituciones ya no es posible, aunque Carlos Salinas lo ha intentado. Sin embargo, al dejar como inamovible por nueve años al actual procurador, un priista-peñista, el siguiente presidente quedaría, en alguna medida y en materia de procuración de justicia, a merced del pasado.
La historia nunca se repite, ni México ni ningún otro país puede “volver al pasado”. Sin embargo, lo que sí puede ocurrir es que ese pasado no pase del todo, que persista en aspectos cruciales. El supuesto “nuevo PRI” que recuperó la presidencia en 2012 mostró que tenía más de viejo que de nuevo. Y si en 2018 ese partido y o sus aliados retienen el poder la parte negativa de un pasado que no pasa se reafirmará, y esa circunstancia sí que sería el verdadero “peligro para México”.

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