EL-SUR

Viernes 19 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Radios universitarias, archipiélagos de lo desatendido

Ana Cecilia Terrazas

Marzo 25, 2023

AMERIZAJE

 

En los años setenta surgieron varias emisoras universitarias en el país: en Baja California, Querétaro y Guadalajara. En Ciudad de México, ya desde mediados de los años treinta se había puesto en operación Radio UNAM y muchos años después, en los ochenta, se encendió la radio politécnica. La Universidad Autónoma Metropolitana se unió a esta fila de emisoras en 2011 y la radio de la Universidad Iberoamericana cumplió el pasado 7 de marzo 20 años de haber iniciado transmisiones.
Las radios universitarias, hoy en día, se rigen bajo la siempre perfectible e inacabada Ley Federal de Telecomunicaciones y Radiodifusión como concesiones sociales –las hay de uso social comunitarias e indígenas–, no como privadas, públicas ni comerciales.
Si bien tienen restricciones para su operación administrativa en términos de los recursos que pueden allegarse, también es cierto que pueden gozar, actualmente, de una inmensa autonomía, independencia editorial y capacidad de gestión de sus contenidos y de los recursos o intercambios académicos para impulsarse en especie.
Las radios universitarias pueden ser una suerte de brazos que la institución académica extiende de manera permanente, no solamente para difundir mucha de la producción propia de conocimiento y de formación de figuras constructoras del universo científico y social del país, sino para poder intercambiar y conversar con otros ámbitos culturales, sociales, políticos, como las universidades de otros estados y de otros países.
Las radios universitarias están o deberían estar llamadas para hacer el mejor periodismo radiodifundido en los terrenos científico, social, humano, sostenible, de derechos, transdisciplinario, informativo, crítico, de datos, de contextos, de historias. Están también llamadas a aprovechar la posibilidad de abrir con responsabilidad, respeto y libertad de expresión todos los debates indispensables para gestionar los complejos avances y procesos del país, del mundo.
Al mismo tiempo, las emisoras universitarias tienen todo para la producción radiofónica inmediata de cursos, seminarios, conferencias, diplomados, clases. Basta con una muy buena adaptación al lenguaje radiofónico para que sean una suerte de escuela abierta, universidad gratuita, foro permanente para la capacitación y formación de toda persona interesada.
En términos de las audiencias que pueden captar o a las que se ha convocado mediante estas emisoras –por lo menos en la capital mexicana–, se puede acudir a nichos muy especializados, refinados, cultos, tanto como a los más contestatarios, críticos y en resistencia.
La radio universitaria se va formando –Radio UNAM ha logrado ser la excepción a punta de profesionalizar voces, contenidos, locución– entre dos planos: la adopción sencilla de una estética y figura estudiantil, ingenua, de juventud aséptica de las intensidades de la vida cotidiana adulta, y la apropiación de saberes profesionales del mundo radiofónico, a riesgo de repetir los errores del universo radiodifundido comercial.
Cancha abierta para la práctica y el ensayo de la comunicación mediática, radiofónica, al estilo taller para estudiantes universitarios, estas emisoras también pueden abrigar aspiraciones mayores de inserción e impacto en estos sectores juveniles, expandiéndose hacia otros rangos de edad mediante hallazgos y productos ya probados por su calidad. Se trata de una carreta que puede ser jalada a doble tracción por la experiencia y el estudiantado o personal ávido de aprender.
El listado de cualidades que pueden hallarse en las radios universitarias es invaluable para una sociedad que requiere francamente atender lo urgente y necesario al tiempo de escapar a todos los estereotipos que la cargan; de los previsibles réditos comerciales o privados; de intereses particulares, intereses empresariales, relaciones públicas, ingresos, dádivas, prebendas, favores, ambiciones políticas, protagonismos.
Las radios universitarias pueden darse el lujo de experimentar, convocar e invitar imaginarios inexplorados; estrenar o recuperar del acervo para historiografiar audiblemente; colocar sonoridades sin música; integrar a juventudes y a personas adultas; hacer fiestas sin comerciales; entablar conversaciones con el otro lado del mundo o las orillas de algún margen; colocarse en posición de lucha o ser mediadoras para retejer con armonía, con esa tan mentada sororidad.