EL-SUR

Jueves 25 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Recordatorio para este domingo

Margarita Warnholtz

Junio 29, 2018

Recordemos que en México hay alrededor de 26 millones de indígenas, de los cuales aproximadamente 7 millones hablan algún idioma originario. Recordemos también que son el sector más marginado de la población.
Recordemos sólo algunos datos: 23.2% de hablantes de lengua indígena son analfabetas, mientras que del resto de la población nacional lo son solamente 4.2%. De las personas indígenas que trabajan 28.7% reciben menos de un salario mínimo y 30.4% entre uno y dos de estos salarios. Si bien el 84.9% de los hablantes de lengua indígena están afiliados a alguna institución de salud, la mayoría lo está al Seguro Popular, cuyo servicio es pésimo (me llevaría mucho espacio describir los casos que conozco sobre esto). Así las cosas en este México desigual, en el que coinciden algunos de los hombres más ricos del mundo junto a algunos de los municipios más pobres del planeta.
Recordemos que esto no es nuevo, en los últimos 24 años (los que llevo trabajando con los pueblos indígenas), esta realidad no ha cambiado, a pesar de que cada sexenio los candidatos presidenciales prometen “acabar con la pobreza” y apoyar a los indígenas. Porque lo único que han hecho es repartir miserias, inventar programas con nombres ridículos (Oportunidades, Progresa, Prospera, Cruzada contra el hambre y demás) con los que sólo otorgan unos cuantos pesos a las familias, o programas que muestran avances en las estadísticas pero que hacen todo menos combatir la pobreza, como el de los pisos firmes. En algunas partes los pisos firmes (que se limitan a 25 metros cuadrados por vivienda, por cierto) van acompañados de letrinas comunitarias, ni siquiera para las casas; una vez visitando una comunidad, una persona me dijo en tono irónico: “Para qué las letrinas si no hay qué comer”. Eso describe todo, aunque hay que agregarle las reparticiones de planchas o licuadoras en comunidades que no cuentan con energía eléctrica, que son llevadas antes de que pasen los de las encuestas del Inegi y similares, para dar un paso más en la estadística, pues “contar con aparatos electrodomésticos” te hace menos pobre. Ajá.
Recordemos que a lo anterior se agrega el inmenso desvío de recursos por funcionarios corruptos de todos los niveles y la falta de apoyo para la producción de los campesinos, indígenas y no indígenas. Por todo esto es fácil que la gente en estado de pobreza venda su voto por un par de láminas para techar su casa (otro comentario que he escuchado mucho: “Para qué el piso firme si el techo se nos está cayendo”), o que le crea a quienes amenazan con retirarle los mínimos apoyos que recibe si no vota por su candidato. Esta es una de las razones por las que los políticos que nos han gobernado durante los últimos años no se preocupan mucho por acabar con la pobreza, ni por proporcionar una buena educación a la gente, si lo hicieran les saldría más caro comprar votos. Si bien cada vez son menos los ciudadanos que se prestan a ese tipo de fraude, continúan siendo muchos.
Recordemos también que los pueblos indígenas están siendo despojados de sus territorios por los megaproyectos de empresas nacionales y extranjeras, a las que se les han concesionado sin consultar a los pueblos, es decir, de manera ilegal y anticonstitucional; que el actual gobierno nos sigue debiendo la ley indígena y la armonización legislativa que prometieron a principios del sexenio, por lo que los derechos indígenas continúan siendo violados impunemente. Recordemos la cantidad de líderes asesinados en los últimos años y la violencia que sufren las comunidades a manos del crimen organizado. Y bueno, la lista es muy larga…
Recordemos que nuestro bienestar depende del bienestar de todos y no de unos cuantos que venden el país y nos empobrecen cada vez más. Recordemos todo lo anterior a la hora de ir a votar el domingo.