EL-SUR

Lunes 22 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Recuperar al Estado, la política y el territorio

Jesús Mendoza Zaragoza

Julio 06, 2020

Que el fiscal general de la República, Alejandro Gertz Manero haya reconocido que los grupos de la delincuencia organizada “están contendiendo con las autoridades y el Estado mismo para tener una capacidad delictiva que ya raya en el control político y territorial”, es un avance. Esta es una verdad ya antigua, no reconocida abiertamente por el Estado mexicano, que necesita ser asumida por el gobierno federal y por los demás niveles de gobierno, atendiendo a las facultades de cada uno.
De hecho, desde hace tiempo se ha hablado incluso de un narco Estado o de un Estado mafioso, refiriéndose a la simbiosis entre la delincuencia organizada y autoridades o gobiernos. Este es un mal de hondas raíces que data de muchos años. En muchas regiones del país, el control territorial de los grupos delincuenciales ya es norma, que tiene consenso político y social y que, de manera sistemática, viola el Estado de derecho. Esto ha pasado a ser parte de la cotidianidad.
Se ha perdido de vista el sentido del Estado, tal como ha sido concebido en las democracias actuales, como garante de la ley, de la libertad, de la justicia y del bien común. Si el Estado, con todas las instituciones que lo hacen visible y operante, ha perdido el sentido de la ley y de su función social y se ha encaramado sobre la sociedad como un poder que se permite abusar y delinquir, viene a ser connatural con las organizaciones criminales. Se ayudan y comparten dividendos. Eso es lo que ha sucedido desde hace mucho tiempo.
Ante eso, hay que restaurar la primacía de la sociedad sobre el Estado, que ha de comprenderse y operarse a su servicio, lo cual hace necesaria una profunda reforma del Estado, con una necesaria participación de la sociedad misma. Cierto es que este hecho no es uniforme en el país ni en los gobiernos. Hay segmentos del Estado, como las procuradurías, las policías y el poder judicial, que han estado coludidos con los criminales, mientras que muchos otros, como los municipios, han sido cooptados o sometidos de manera violenta por los delincuentes.
Una tarea fundamental es rescatar al Estado de las relaciones mafiosas con criminales, para poder avanzar hacia la seguridad ciudadana y hacia la paz sostenible. El Estado mismo tiene que hacerlo, acompañado por los sectores más organizados y lúcidos de la sociedad. Es más, este rescate solo va a emprenderse cuando haya la presión necesaria desde la sociedad y se vayan dando los pasos necesarios para que no se convierta en una simulación y tenga éxito.
Se precisa, ante todo, restaurar la confianza de los ciudadanos en el Estado y, además, una honda cultura de la legalidad al interior de las instituciones y en el ámbito de la sociedad y del común de los ciudadanos. Esta confianza no se construye de manera fácil debido a todo el historial de corrupción, de impunidad y de simulación que hemos vivido. Pero hay que hacerlo. Es necesario que el Estado y todas sus instituciones funcionen bien, que estén al servicio del pueblo para que tengan verdadera legitimidad.
Durante la pandemia que aún persiste, hemos observado un fenómeno político. La creciente alineación de las instituciones del Estado para hacer frente a los estragos de la crisis de salud pública con el fin de prevenir, de educar y de atender a los enfermos. Y hemos visto la precariedad del sistema de salud que tenemos hasta ahora. Y hemos visto las diversas actitudes de colaboración y de no colaboración de los ciudadanos. Podemos aprender las lecciones de esta experiencia para avanzar hacia el rescate del Estado y para la construcción de la paz.
Puede evaluarse qué funcionó bien y qué no funcionó bien en torno a la actuación de las diversas instituciones del Estado para afrontar la contingencia sanitaria, con el fin de lograr el mayor beneficio para la nación, mediante la prevención, la mitigación de las secuelas que se derivan de la pandemia y de la protección de los sectores más vulnerables. Hubo cosas que funcionaron bien y cosas que no funcionaron. Hubo beneficios y descuidos y omisiones. Si el gran tema de este tiempo fue la salud pública y todos nos fuimos alineando en torno a él, es posible que podamos alinearnos todos ante temas como la recuperación del Estado y la misma construcción de la paz.