EL-SUR

Martes 23 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Recuperar Guerrero

Arturo Martínez Núñez

Noviembre 03, 2020

 

Nuestro estado es el resultado de un pacto histórico entre enemigos jurados, no sólo de palabra sino en hechos, que pelearon durante años uno contra otro batallas militares, políticas e ideológicas; cada uno vivía convencido de su visión para el futuro de México. Ambos fueron Presidentes de la República: Juan Álvarez fue un liberal empedernido y Nicolás Bravo un conservador recalcitrante aunque ambos al final del camino hicieron una tregua y solicitaron al Presidente José Joaquín de Herrera la creación del estado que llevara el nombre del prócer de la patria nacido en Tixtla que no había sido reconocido hasta ese momento: Vicente Guerrero. Álvarez y Bravo, comprendieron la importancia de crear una entidad que agrupara los distritos de Acapulco, Chilapa y Taxco, que pertenecían al Estado de México, Tlapa que era parte del estado de Puebla y Coyuca que era municipalidad de Michoacán. Estos dos personajes ilustres unieron lo mejor de su fuerza política y obtuvieron la creación de la nueva entidad federal que tomó partes de los hoy estados vecinos.
El nacimiento del estado de Guerrero, es el resultado del acuerdo y la concordia.
Guerrero geográficamente es el resultado del valioso acuerdo entre Álvarez y Bravo, pero como en todos los pactos territoriales los linderos son artificiales. Las fronteras no son naturales por eso es un solo corredor desde la Costa Grande hasta Michoacán o por el lado de Costa Chica hasta Oaxaca y Tlapa un paso natural hacia las costas del Atlántico.
A raíz de la erección del estado de Guerrero el 27 de octubre de 1949, hemos construido una identidad como guerrerenses, participamos de una historia común y hemos descubierto que nos unen el pozole y el mezcal. Sin embargo, cada región es rica en sus costumbres y tradiciones culturales que van desde la comida como el fantástico café de la Sierra de Atoyac, el pan de Chilapa o las cajitas de arroz de Teloloapan, el chorizo y los quesos frescos de San Jerónimo, el relleno de cuche de la costa o el pescado a la talla de Acapulco hasta la alegría de la música de Tierra Caliente y los bailes de los Tlacololeros. También hemos encontrado un elemento común también en el jaguar que es un animal especial pero nos hemos olvidado de buscar en otros elementos de los pueblos que estuvieron miles de años antes. Aquellos pueblos originarios que tenían una mayor comprensión y respeto por el entorno y la naturaleza misma, en los que además de representar al jaguar se tallaban ranas, tortugas, cangrejos y águilas, que entendían la coexistencia y buscaban el equilibrio.
El jaguar y el águila, se asocian como animales de protección, ambos son guardianes y guerreros, aunque los registros del culto al jaguar sean aparentemente más antiguos y el águila comúnmente se asocie a la cultura mexica y al periodo clásico, en la cancha de Teopantecuanitlán se encuentran cara a cara.
El jaguar recibe la luz del atardecer cuando se pone el sol, es el animal que puede ver en la oscuridad, en varias culturas mesoamericanas representa a la noche y al paso hacia el inframundo, sin duda es un animal de tierra. Por su parte el águila recibe la luz del día al amanecer, vuela ancha en el cielo sobre la tierra y desde su altura tiene una visión amplia, global y estratégica, es un animal de aire.
Nosotros, los guerrerenses, históricamente hemos sido aguerridos en distintas épocas, así fueron los tlapanecos contra los españoles o los yopes contra los aztecas ni qué decir de los héroes que hicieron patria durante la guerra de Independencia, la Reforma y la Revolución pero también tenemos en nuestros ancestros originarios referencias de largos periodos de armonía y relativa paz como Palma Sola, Tehuacalco, Piedra Labrada o Teopantecuanitlán ya que no muestran evidencias de sacrificios como otras culturas prehispánicas.
Para recuperar Guerrero no sólo debemos fijarnos metas estratégicas de crecimiento social a futuro, necesitamos recuperar nuestras raíces ancestrales, aquellas que están grabadas en las piedras y en las montañas como el Teotepec y el Tlacatepec. Debemos recordar sin menospreciar lo que somos, al contrario, reconocer nuestras largas y profundas raíces en esta tierra solo puede darnos dignidad, orgullo de pertenecer a este territorio y una seguridad inquebrantable en que saldremos adelante de cada reto y de cada desafío. Si origen es destino, recordar a nuestros tatarabuelos nos da una idea más clara de quienes somos y de quienes serán nuestros hijos. Recordar a nuestros pueblos originarios y honrarlos es ir más allá del nombre de “Guerrero” que además de ser homenaje parece asentar destino. Por nuestras venas corre la sangre de miles de mujeres y hombres de de espíritu libre y libertario, trabajadores de la tierra y comerciantes solidarios, alegres y soñadores, que más allá de si fueron de izquierda o derecha, liberales o conservadores, de la sierra o de la costa, víctimas o victimarios al día de hoy todos tenemos sueños de bienestar.
Si Guerrero es el resultado de un pacto político debemos recuperar un pacto social fincado en la esperanza, la paz, la concordia y la armonía que nos permita ganar seguridad y prosperidad. Recordemos que además de ser jaguares somos águilas. Es tiempo de dejar el inframundo, trabajar en superar la oscuridad del dolor y la desigualdad, reconocer con justicia las diferencias que nos complementan y nos unen para encontrar suelo común a partir del cual volar por los aires con perspectiva, visión y estrategia viendo de frente al futuro. Hay que ser también como las aves volando hacia la claridad. Es tiempo de elevarnos de la tierra y ser águilas para recibir la luz de un nuevo amanecer. Es tiempo de recuperar Guerrero.