EL-SUR

Sábado 11 de Mayo de 2024

Guerrero, México

Opinión

Reestructuración mundial en ciernes, nuevos desafíos

Eduardo Pérez Haro

Julio 26, 2016

Para Sergio Aguayo y Carmen Aristegui.

Desde inicios de los años 1970 salió a la luz el micoprocesador con el que abría de manera franca la era digit@l y a partir de entonces se revolucionaría la computación extendiéndose a todos los espacios de la vida productiva, el arte, la ciencia, la cultura y el entretenimiento. Todo vendría con una nueva posibilidad, más amplia y más profunda, y el mundo podría desarrollarse con mayor dinamismo, técnicamente podría abatir la desigualdad productiva, regional y social, pero se interpondría la naturaleza concentradora propia de la competencia mercantil de la que derivan ganadores y perdedores, y más aún, pues ante la nueva posibilidad, los dueños del capital se enfrentarían, por una parte, al proteccionismo de los impuestos al comercio exterior que antes se habían establecido para acicatear el desarrollo interno (después de la crisis del 29), y por otra parte, a la sobreproducción automatizada que devendría en una presión a la baja de los precios y de la tasa de ganancia.
Entre los dueños del dinero y de los medios de producción no habría preocupación por el desplazamiento de la fuerza de trabajo ni por el ensanchamiento de la desigualdad, pero sí por las barreras arancelarias (impuestos) a las posibilidades del potencial dinamismo del comercio y por las presiones bajistas sobre las ganancias derivadas de la sobreproducción. Se optó por liberalizar el comercio y desregular el sistema financiero, de asociación, inversión supraterritorial, resguardo fiscal, etcétera. Es decir, se procedió a abrir el espacio económico (territorial y de reglamentación) a la nueva era que se vendería como una posibilidad de todos para todos pero que no habría de ser así, salvo que los estados nacionales se hubieran apalancado financieramente para resarcir los rezagos acumulados y así estar en condiciones de asumir el nuevo umbral de la competencia, pero ello también habría de ser coartado, pues los dueños del capital otrora líderes de la industrialización huían del encarecimiento del petróleo y se refugiaban en el nuevo paraíso que les significaría la era digit@l en el sistema financiero y su intromisión y mangoneo en la política política y de la acción del Estado-gobierno, imperativos económicos y políticos por sobreponerse a las dificultades de la reproducción ampliada de sus ganancias como asunto preponderante.
Sobre estas nuevas bases, se desplegó la globalización y en ese proceso se multiplicó el comercio de los productos, ramas y sectores ligados al comercio exterior y se creó la clase mundial (la élite de las élites), pero sobre todo el sistema financiero mundial con el consecuente fortalecimiento de la burocracia financiera internacional (Fondo Monetario Internacional FMI, Banco Mundial BM, Banco de Pagos Internacionales BIS, el Banco Central Europeo BCE), que nadie elige ni tiene obligaciones sociales abiertas o de Estado en su rendición de cuentas, con lo que los dueños del dinero no sólo se quedaron con el control del capital disponible sino que al entronizarse en el interior de los Estados nacionales quedaron en posibilidad no ya de movilizar el ahorro (de empresas y ciudadanos) sino con la legalización de la prerrogativa de imprimir dinero o bonos (es lo mismo para efectos prácticos) a cuenta del trabajo futuro de los ciudadanos y empresarios emergentes que tuvieran la suerte-capacidad de engranar su empleo a las nuevas tecnologías y los circuitos internacionales de comercio (los demás están al margen; subocupación, desocupación, informalidad) con lo que tres décadas después tendríamos una supremacía del sector productivo de servicios financieros, una multinacionalización de las superempresas ganadoras en los circuitos globales de comercio, una capacidad casi absoluta sobre los estados-gobierno nacionales y por supuesto el debilitamiento de las capacidades productivas de los países con menor desarrollo relativo con las consecuentes ampliaciones de la desigualdad y la pobreza en las naciones y a nivel global.
Empero, este ominoso encadenamiento de manifestaciones terroríficas que por supuesto arrojan el ensanchamiento de las desigualdades y la pobreza, ha venido arrastrando las contradicciones de su propia fenomenología que se revelan en la sobreproducción (porque se produce más y se consume menos) y la tendencia decreciente de la tasa de ganancia que se traducen en el sobrendeudamiento de las personas, las empresas y los Estados nacionales al grado de llevarles al límite, es decir, de no poder continuar su incremento so pena de tornarse impagable y terminar por colapsar al propio sistema financiero, de manera que al propio capital se le imposibilita (contranatura de su propia lógica) auspiciar los procesos productivos de las nuevas tecnologí@s hasta no sanear la deuda, de manera que, asimismo, se le impone ir al incremento de las tasas de interés para frenar el endeudamiento a pesar de que ello le signifique frenar la dinámica de la producción y el comercio internacionales de manera que se asiste a un entrampamiento financiero del proceso globalizador con lo que se remite al confinamiento las posibilidades tecnoproductivas de la era digit@l y disminuye estructuralmente la tasa de crecimiento de las economías con todas las secuelas socioeconómicas de segregación socioeconómica que ello conlleva.
No es el fin del capitalismo ni mucho menos el fin del mundo, es una etapa de dificultades estructurales en la lógica del crecimiento y la ganancia que se perfila como una crisis de la que es preciso escapar tanto por parte del capital como de las sociedades de base pues en este momento y circunstancia todos resultan afectados, unos con el desempleo, la superexplotación y la quiebra-absorción de medianos y pequeños empresarios debido a la concentración-centralización; y afectados también los ricos ricos, es decir, los mega dueños del dinero, las empresas y las burocracias internacionales y nacionales con el entrampamiento financiero y la congestión productiva que atrofia su dinámica de acumulación-centralización. Y de aquí emergen confrontaciones, discrepancias y desprendimientos (la guerra del petróleo como precondición y estrategia de reposicionamiento en la lucha por las hegemonías, o el Brexit versus el TPP) como forcejeo de titanes en la búsqueda y asunción de nuevas determinaciones que advierten una reestructuración de vías y condiciones para el encuentro de una nueva fase de desarrollo capitalista que aún no es del todo clara pero que se desvela con el desprendimiento del Reino Unido de la Unión Europea y los planteamientos retractivos del Partido Republicano de Estados Unidos prefigurados en el discurso de Donald Trump. Esto es, reacciones nacionalistas que representan un paso atrás para reordenarse y trazar nuevas perspectivas. El Reino Unido ha impulsado y tomado decisiones calculadas para escapar a las presiones norteamericanas contra la Unión Europea y se enfila a fortalecer la City of London (en contraposición competitiva con Wall Street) en una perspectiva de capitalizar su relación histórica y futura con China y la India que dentro de todo son las economías más dinámicas del mundo y virtualmente las principales de la nueva, aunque no necesariamente mejor, fase del capitalismo mundial.
En este marco de condiciones habrá que inscribir los próximos procesos de cambio para el desarrollo donde claramente no es suficiente ni “la disciplina fiscal y la estabilidad macroeconómica” que se ha ofrecido como panacea y en la que se insiste a pesar de su ausencia de resultados (en México y en todos lados) ni tampoco “el combate a la corrupción y la honestidad valiente” como presupone Morena (oposición no alineada), se precisa de asumir la democracia como recurso inclusivo de toda práctica y pretensión política pues la separación social de la que son presa los partidos políticos, independientemente de sus destrezas clientelares, podrán servirles para contender en los procesos electorales y hasta poder escalar posicionamientos de gobierno, pero no les dan para abrevar del reclamo social la claridad que se precisa para conformar un proyecto y más aún una posibilidad sostenida de gobierno capaz de darle base social y técnica con sólida perspectiva política de transformación, crecimiento y desarrollo, tal vez podamos volver la vista a Grecia o a Brasil para darnos cuenta de lo que se enfrenta y de lo que no hay que hacer.

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