EL-SUR

Jueves 25 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Referencias a lo femenino

Federico Vite

Marzo 10, 2020

 

 

Más allá de una literatura de género, destaco algunos títulos recientes que me parecen significativos en el continente literario de este país; primero, por dominio del oficio y, segundo, por un atinado escudriñamiento de la realidad, una realidad, obviamente, atroz, violenta e injusta con las mujeres.
El monstruo pentatópodo (Tusquets, México, 2016, 237 páginas), de Liliana Blum, seduce al lector con la sique de un monstruo. Ofrece una peculiar mirada a uno de los males de nuestro tiempo: el secuestro y abuso de menores. Sin mucha innovación, pero con gran pulso narrativo, usa el tamiz del realismo para agrandar su proposición narrativa de una manera similar a la de John Fowles en The collector (1963). Otro caso, muy parecido al del asedio a la realidad ejecutado por Blum, es justamente Bibiana Camacho, quien en Jaulas vacías (Almadía, México, 2019, 166 páginas) apuesta por la narración del terror “cotidiano”. Retrata esa violencia que se ejerce diariamente, no la atribuye a un mal metafísico ni demoniaco sino a una manifiesta praxis del daño netamente humano: daño entre hermanas, entre parejas, entre desconocidos que actúan seducidos por el mal que tanto aqueja a los personajes.
Temporada de huracanes (Random House, México, 2017, 224 páginas), de Fernanda Melchor, es menos tradicional en cuanto a la voz narrativa se refiere, pues urde (la autora refiere a El otoño del patriarca, de Gabriel García Márquez, como una de sus mayores influencias, pero me temo que la virtud de este libro obedece al uso de herramientas literarias que caracterizan la obra de los legendarios James Joyce y William Faulkner) la trama desde un hecho violento y logra que el suspense se acreciente con la multiplicidad de los puntos de vista de los personajes. Su prosa es eufónica, aunque a ratos trompica, pero mantiene un esfuerzo sostenido y una cadencia que culmina de manera intensa el relato. El capítulo final de este libro es realmente ejemplar. La autora propone en esta novela una afortunada y acuciante búsqueda de estilo.
Las Violetas son flores del deseo (Alfaguara, México, 2007, 136 páginas), de Ana Clavel, es un libro escrito de manera impecable que sin duda agranda las resonancias del realismo con la perspectiva transgresora de lo erótico. Clavel cuenta la historia de Julián Mercader, un hombre que desea sexualmente a su hija Violeta. Buscando sublimar sus obsesiones y evitar así la catástrofe, crea una serie de muñecas púberes: Violetas. Al presentarlas en una feria internacional, las Violetas empiezan a encarnar las fantasías de numerosos clientes que las encargan sobre pedido y con características que muchos considerarían extravagantes. El éxito convierte a Julián en blanco de una sociedad secreta que intenta abolir toda forma de perversidad. Y justamente sobre la perversidad ahondaría en El lenguaje de las orquídeas (Tusquets, México, 2007, 120 páginas), de Adriana González Mateos, una novela muy atractiva que aborda el incesto. La narradora reflexiona sobre su pasado, en especial, sobre una serie de hechos que violentaron su placer, su entendimiento del mundo y su existencia. Describe una relación con un familiar y la manera en la que ese hombre, casado y con hijos, cruza una línea que trastoca todo. El placer de la narradora no es eminentemente físico sino sicológico al evocar su pasado y gracias a esas reflexiones que devanan sus sesos comprende que esa experiencia transgresora fundamenta una crítica al concepto de familia. La narradora, años después de la ruptura con ese familiar, decide revelar esa “unión” a su madre; después, a la esposa de ese hombre, un venerable ex diplomático.
Nadie me verá llorar (Tusquets, México, 1999, 264 páginas), de Cristina Rivera Garza, narra la historia de Matilda Burgos. Joaquín Buitrago, que por azares de su vida acaba dedicándose a fotografiar a los internos del manicomio La Castañeda, se topa de pronto, entre las mujeres a las que retrata, con Matilda. Obsesionado por la identidad de esta enferma, pues cree haberla conocido años atrás en el célebre burdel La Modernidad, trata de recabar información sobre ella. Joaquín descubre que Matilda, nacida en los campos donde se cultiva la olorosa vainilla, llegó de niña a la capital para caer en manos de un pariente que la utilizó para poner en práctica una singular teoría médico-social. Poco a poco va surgiendo la mórbida existencia de Matilda, eso provoca en el fotógrafo una reflexión sobre su vida y, en especial, sobre la dependencia de los narcóticos. Pero eso es solo una parte de la historia. La otra, justamente la sórdida, tiene que ver con Ligia, La Diamantina, una revolucionaria atípica que muestra justamente qué es la modernidad de este país.
Raras. Ensayos sobre el amor, lo femenino, la voluntad creadora (Turner, México, 2019, 215 páginas), de Brenda Ríos, no es un volumen de ensayos sobre mujeres sino una biblioteca de espíritus en la que la ensayista mira la obra de otras personas que se arrojan a los precipicios elegidos: literatura, cine, filosofía, música, comedia. Con varios registros narrativos y desde diversos ángulos, Ríos describe esa energía femenina que bulle insaciablemente en las anchas y vigorosas avenidas de la creación. Quien se adentre en este libro atisba la obra de Verónica Bujeiro, Xel-Ha López, Gloria Gervitz, Hannah Gadsby, Chantal Millard, María Zambrano y otras tantas creadoras.
En periodismo no se puede soslayar a Anabel Hernández, alguien que ha logrado sortear las escaramuzas del poder detrás del poder con Los señores del narco (Grijalbo, México, 2010, 496 páginas), La verdadera noche de Iguala (Grijalbo, México, 2016, 376 páginas) y recientemente El traidor (Grijalbo, México, 2019, 240 páginas) en el que explora la inimaginable potencia de las nuevas empresas que son los cárteles de México y los denigrantes eslabones de la corrupción en este país, porque no habla de los policías de Tránsito que reciben mordidas sino de los procuradores de justicia, de funcionarios públicos de alto nivel, cercanos a la Presidencia de la República, quienes realmente trabajaban para los otros, los de los cuernos de chivo en la mano. Aparte de ella, la presencia fortificante de Ana Lilia Pérez nos muestra zonas oscuras de un país ultramilitarizado en Verdugos (Grijalbo, México, 2016, 288 páginas) y Mares de cocaína (Penguin Random House, 2014, México, 353 páginas ). Documentos que no dejan un buen regusto en la mente del lector, pero finalmente son libros indispensables para comprender la dualidad de un país como este. Me faltan otros tantos títulos de novelistas, de cuentistas, de ensayistas, de cronistas, pero hay tiempo y espacio en este sitio para referir las impresiones de esas autoras. ¡Qué tengan un buen día!