Silvestre Pacheco León
Diciembre 20, 2021
Fue una feliz coincidencia que en nuestros primeros días de paseo por el estado de Morelos se iniciara la aplicación del refuerzo de vacuna para los adultos mayores de 60 años.
Ya antes habíamos leído sobre la organización tan alta del sector salud en la ciudad de la eterna primavera durante la anterior campaña y nos pareció genial que en la vacunación de los adultos mayores de 60 años se hubiera habilitado un sistema para vacunar sin que los derechohabientes bajaran de sus vehículos, lo cual evitó la congestión vehicular y en cosa de menos de dos horas salían vacunados.
Esa rapidez nos animó a probar la experiencia atenidos a la información propalada por el subsecretario de Salud federal Hugo López-Gatell quien dijo públicamente que para el refuerzo de las vacunas todo sería más simple, que no habría más requisito que la presentación de la identificación oficial.
Entonces quisimos probar suerte en la capital Cuernavaca, en el primer día anunciado para la aplicación del refuerzo.
En nuestro primer intento ni siquiera quisimos madrugar porque apostábamos a que la demanda de vacunas sería reducida, no tenía ni idea del por qué sustentaba esa creencia pero tomando todo con calma, después de almorzar, Palmira y yo buscamos la dirección de los centros de vacunación.
El primer desencanto lo llevamos al ver la kilométrica fila que había en el centro de vacunación de la Secretaría de Bienestar, y por eso optamos por la del hospital de la zona militar, solo para encontrarnos que la situación era la misma.
Pero como ya estábamos ahí decidimos formarnos, animados al ver el avance constante de la fila. Eran las 11 y cuarenta minutos del día 9 de diciembre cuando tomamos nuestro lugar en la banqueta izquierda de la avenida Domingo Diez, alegres por esa feliz coincidencia.
En ese momento no nos preocupó que casi todos los prospectos a vacunarse llevaran sus documentos bajo el brazo atenidos a lo que había sostenido el doctor López-Gatell, pero por las dudas Palmira comenzó a buscar desde su teléfono el certificado de nuestra vacunación en Zihuatanejo, pero ante lo dificultoso de la búsqueda optó por seguirme la corriente de atenernos a lo declarado por la máxima autoridad en materia de las vacunas.
Después y tarde sabríamos que para la solicitud del certificado deberíamos utilizar el número y el teléfono celular anotado en aquella ocasión y contar con una impresora.
El sol ya calentaba cuando comenzamos a desesperarnos porque solo fue mala intuición de que poco faltaba para acceder al hospital porque en seguida descubrimos que en el patio interior del campo militar la fila daba vuelta hasta casi encontrarse con el final de la formación. La ventaja era el lugar sombreado que se veía allá dentro.
Pero cuando faltaban unos 50 metros para la entrada pudimos averiguar que el acceso estaba reservado solo para los que llevaban a la mano su certificado. Eso mismo me lo confirmó el joven servidor de la nación que pasó vigilando el orden en la fila y ni siquiera atendió mi reclamo de que era distinto a lo anunciado por su jefe López- Gatell.
Pensando en que lo más difícil para obtener la vacuna había sido estar formados en el rayo del sol corrí en busca de un servicio de internet que por fortuna no estaba retirado de la formación. Allí un joven hábil y diligente manipuló mi celular y casi en el acto sacó de su impresora el documento, pero fue inútil regresar corriendo a mi lugar porque momentos antes de mi llegada habían ordenado cerrar la puerta con el argumento de que se habían terminado las vacunas.
Nuestro consuelo fue que en las dos horas formados habíamos obtenido el certificado de vacunación aunque nos hubieran negado una ficha para darnos prioridad si volvíamos al día siguiente.
Nos sirvió como consuelo del fallido intento de obtener la vacuna de refuerzo la visita al parque de Chapultepec, una barranca del mismo nombre en el sur de la ciudad en la que corre un río caudaloso de agua fría y cristalina en pleno corazón de Cuernavaca. Son mil 500 metros de longitud de un bosque antiquísimo de árboles gigantes, sabinos, sauces, higueras, chopos, zapotes, encinos y guajes colorados; álamos, ciruelos cimarrones, eucaliptos, laureles y palmeras que dan sombra y cobijo a infinidad de aves y animales. El agua en torrente con su rumor musical va formando en su recorrido pozas y cascadas antes de llegar a un lago azul que respira paz y reposo.
En la ladera del cerro abrupto hay un canal que deriva parte del caudal del río y a su lado una pista de caminata asegurada por un barandal de fierro rodeando el parque.
Todo el personal de este lugar atiende con cortesía y ahí los adultos mayores tienen el privilegio de disfrutarlo sin pagar. El ambiente es propicio para caminar, descansar, leer y meditar, aunque también hay juegos mecánicos y una granja de animales para distracción de los niños y sus padres. No faltan las tiendas de antojitos y la venta de artesanías, todo a precios que nos parecieron módicos.
Uno podría pasarse el día y los días en el parque Chapultepec sin aburrirse porque en él suelen organizarse talleres diversos que fomentan el arte, la cultura y la lectura.
Fue ese paseo el que nos dotó del entusiasmo para intentar el refuerzo de la vacuna al otro día, por eso el viernes 10 nos levantamos temprano y prevenidos con una silla para turnarnos el descanso llegamos a las 8 y media de la mañana buscando el final de la fila que los madrugadores habían formado, pero nos consoló que tras de nosotros eran decenas de hombres y mujeres las que se agregaban varias cuadras atrás mientras se iniciaba la vacunación.
Entretenidos en nuestras lecturas durante la espera solo nos interrumpían las ofertas de los vendedores de café, tamales y atole, tortas, hasta que la fila inició su marcha sin detenerse, al grado que nuestra silla se volvió un estorbo.
Con nuestros certificados en la mano Palmira y yo intercambiamos experiencias con los vecinos, lo cual hizo más llevadera la espera en la formación y solo nos invadió la preocupación cuando estábamos próximos a la entrada y nos entregaron un formato doble requiriendo nuestros datos personales y como nadie reparó o hizo caso de nuestro papel de foráneos nos alegramos más.
–Pudo ser que hayan creído que Zihuatanejo era algún pueblo marginado del municipio de Cuerna, le dije a Palmira usando el nombre corto de la capital como lo usan los capitalinos.
El hecho es que a las 2 de la tarde íbamos saliendo vacunados con el refuerzo de AstraZeneca, contentos de poder dejar nuestro lugar en Zihuatanejo para otros dos zancas, sobre todo después que hemos sido testigos del caos que hay ahora en la aplicación del refuerzo con inexplicables ensayos de vacunación, como si no hubiera habido suficiente experiencia con las miles de vacunas aplicadas antes.
No sin pena hemos escuchado comentarios que se refieren a que habiendo hecho tanto esfuerzo el gobierno federal para conseguir las vacunas y juntar el dinero para pagarlas, ahora la ineficiencia la muestran las autoridades de Salud en el estado que no han tenido tiempo de aprender ni de cuidarse si hemos de dar crédito al trascendido de la infección de la titular por Covid-19.
Porque de ser cierto esto último debemos reconocer el profesionalismo y pulcritud del titular anterior Carlos de la Peña Pintos quien estando en la primera línea de contagio nunca se infectó.