EL-SUR

Martes 23 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Rendirse es resistir

Adán Ramírez Serret

Junio 30, 2017

Rendición de Ray Loriga (Madrid, 1967), es el Premio Alfaguara 2017. Se trata de una distinción que ha tomado, usualmente, desde su inicio en 1998, dos direcciones; una, que ha sido reconocer a grandes nombres de la literatura hispanoamericana, como Eliseo Alberto, Tomás Eloy Martínez o Elena Poniatowska; y la otra, iniciar, por no decir catapultar, carreras de autores jóvenes que con el paso de los años se han ido consolidando como los más importantes. Por citar tan sólo algunos pienso en Xavier Velasco, Juan Gabriel Vásquez o Santiago Roncagliolo.
Con la entrega de este año, la empresa editorial recupera a un autor español que fue el más importante de su generación, la de los 90, y tras un buen número de libros y colaboraciones cinematográficas (que incluyen a Pedro Almodóvar), ahora, Ray Loriga, vuelve con este triunfo a los grandes reflectores.
Rendición es una novela que pone en la balanza el desencanto y naturalmente la ilusión, con epígrafes de Dostoyevski como, “¿Quién vive más de 40 años? Les diré quiénes viven más de esa edad: los tontos o los sinvergüenzas”. U otro de Thomas Bernhard: “A los otros hombres los encontré en la dirección opuesta”. También tiene un inicio espectacular que sopesa el optimismo y la rendición: “Nuestro optimismo no está justificado, no hay señales que nos animen a pensar que hay algo mejor… Rendirse es parecido: nace y crece la ponzoña de la derrota durante un mal día, forzada por la cosa más tonta…”. Loriga toma el camino de Bernhard de contar desde la decepción, desde el más brutal desencanto, y se lanza a una novela brutalmente original.
Es una obra que pareciera ser dos novelas pues en la primera parte comienza por plantear un escenario apocalíptico. Un lugar del que no sabemos ni en qué país se encuentra ni en qué tiempo sucede; tan sólo que en un pequeño poblado una pareja padece una larga guerra que les ha arrebatado a sus hijos. Un buen día, al inicio del libro, aparece un niño que no habla y que es el único al que el narrador inventa un nombre, Julio.
Loriga, sin perder una esencia de escritor joven, de autor apasionado, cuenta la historia con un lenguaje directo. Un narrador en primera persona relata con aparente frialdad, que se tiene que ir de su pueblo y cómo tiene que quemar su casa, pues un estado totalitario e invisible lo ordena. A partir de aquí inicia el viaje hacia la utópica ciudad transparente.
Tras este brillante inicio, el tono cambia por completo y de estar en una novela apocalíptica que recordaba a Corman McCarthy o en cierta medida a Franz Kafka, caemos en esta segunda parte, un relato que es una alegoría futurista cercana a George Orwell o al Aldous Huxley de Un mundo feliz.
Llegan a una ciudad transparente en donde siempre es de día, nunca hace ni frío ni calor; nada huele, ni los humanos ni los orines ni las heces. Es un lugar en dónde además es imposible ser infeliz. Sí, por más que el narrador se esfuerza en dar rienda suelta a sentimientos como la tristeza, los celos o el odio; es imposible hacerlo y no puede parar de ser estúpidamente feliz. Nadie es libre.
Recordé, a propósito de esto, unas líneas del gran escritor José Revueltas en la que dice: “El hombre no nació para ser un cerdo feliz, sino un ser libremente desdichado”.
Rendición de Ray Loriga es una obra que sin señalar ningún lugar y ningún momento en concreto, apunta directo hacia cualquier parte en donde el ser humano no sea libre, en donde no tenga la independencia de rendirse al dolor o a las pasiones que se le antojen. En esta novela, rendirse, sin duda, es la única forma de resistir.
(Ray Loriga, Rendición, México, Alfaguara, 2017. 210 páginas).