Televisa, el otrora imperio de la espuma por lo insulso de su programación, durante décadas se convirtió en el opio que adormeció a la nación. Hoy sucumbe ante el embate de las redes sociales, las empresas con contenidos alternativos, el retiro de los privilegios fiscales y el recorte de la publicidad oficial.
Televisa se anquilosó, acostumbrada a vivir durante décadas en la abundancia que le trajo los jugosos contratos con los gobiernos, arrancados en ocasiones a punta de campañas persecutorias, otras poniendo sobre la mesa su vocación oficialista; y otras, negociando sus altos raitings al erigirse como un monopolio, apenas matizado por Televisión Azteca a partir de la década de los 1990.
Renunció a ejercer su concesión en bien del país, y prefirió dar a los mexicanos un circo, con contenidos enajenantes que perduran hasta estos días.
Con el advenimiento del internet de banda ancha y los teléfonos inteligentes, intentaron adaptar sus contenidos en esta plataforma, pero siguen ofreciendo una programación de baja calidad.
Además de la pérdida de credibilidad, le hizo daño la aparición de plataformas como Netflix y Youtube, cuyos contenidos alejaron a millones de televidentes.
Las pérdidas se acumulan, y esto se percibió cuando dejaron de pagar exclusividad a los artistas que la colocaron en el pináculo del entretenimiento y el melodrama.
Las acciones de la televisora hoy valen una cuarta parte, y los despidos no cesan. Reportes especializados advierten que su utilidad neta cayó 73.5 por ciento en el segundo trimestre de 2019, respecto del segundo trimestre de 2018.
De nada sirvieron para estabilizar sus finanzas las exenciones fiscales, ni los beneficios que obtuvo del programa Ponte al Corriente que les regaló el Congreso, un esquema sofisticado de evasión de impuestos.
Esta caída tiene su origen en la soberbia y prepotencia con que se conducen sus altos directivos, empezando por Emilio Azcárraga Jean y Bernardo Gómez, quienes destruyeron familias completas a base de mentiras. Se sentían un poder tan grande, incluso por encima del Presidente.
A los gobernadores nos querían tratar como empleados; cometían las peores corruptelas y faltaron a la verdad cuantas veces quisieron en aras de sus insanos propósitos.
Las cosas no pintan bien para esa empresa en los meses que vienen, la iniciativa del presidente López Obrador para prohibir la condonación de impuestos será otro golpe a sus deterioradas finanzas.
Es paradójico: el despliegue tecnológico que durante años caracterizó a muchas producciones de Televisa, hoy sucumbe precisamente ante las nuevas tecnologías.
No entendieron que el cambio no es de forma, es de fondo.

Del anecdotario

–Gobernador, aparte de felicitarlo le quiero hacer una invitación a comer a las instalaciones de Televisa.
–Muchas gracias don Emilio (Azcárraga Milmo).
A los pocos días me recibió en su comedor, acompañado de su estado mayor.
Tomamos un tequila y de inmediato me propuso que rompiéramos “el turrón” hablándonos de tú.
–Miren amigos les quiero pedir todo su apoyo al nuevo gobernador de Guerrero –dijo a sus colaboradores.
–Él está llegando en una circunstancia difícil, por tanto, les pido todo su apoyo para nuestro amigo.
La verdad me quedé impresionado por su sensibilidad, su sencillez y su tacto político, él sí sabía hacer política de la buena.
A los pocos días me llamó para decirme que asistiría al Festival Acapulco, pues tenía muchos deseos de disfrutar a Los Tigres del Norte.
Acordamos vernos en el Centro de Convenciones, cuando lo vi a lo lejos, lo acompañaba una jovencita. Estuve a punto de preguntarle si se trataba de su hija, pero afortunadamente se me adelantó:
–Mira gobernador, te presento a mi novia.
Me quedé asombrado; se trataba de Adriana Abascal, quien había sido Miss Veracruz y quien con gran lealtad lo acompañó hasta los últimos días de su vida.
Don Emilio Azcárraga Milmo no le ponía precio a la amistad, tenía otros valores y supo imprimirlos a la empresa. Ojalá que los juniors que hoy dirigen Televisa le aprendieran un poquito.
La vida es así.